Mario Gómez y González
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La monarquía hereditaria es una forma de gobierno en la cual el monarca es el heredero, normalmente un hijo, del monarca anterior o próximo. Se trata del tipo más común de monarquía, siendo la utilizada por casi todas las monarquías actualmente existentes. En una monarquía hereditaria, todos los monarcas provienen de la misma familia, y la corona pasa de un miembro a otro de la familia.
El sistema hereditario tiene como ventajas la estabilidad, la continuidad y previsibilidad, así como los factores de estabilidad interna de afecto familiar y lealtad. Por ejemplo, cuando el rey o la reina de una monarquía hereditaria muere o abdica, el trono es sucedido a la siguiente generación, su descendencia, escogida típicamente por orden de jerarquía.
Cuando ese descendiente muera, el trono volverá a ser pasado a su descendencia, o, si no la hay, a un hermano, hermana, sobrino, sobrina, primo, u otro pariente. Las monarquías hereditarias tienen su sucesión definida por una línea de sucesión establecida legislativamente, por lo que es conocido de antemano quién será el siguiente monarca. (WP).
En efecto una cosa es que, de manera natural y directa, el nombre del tabasqueño Adán Augusto López Hernández, esté en el hándicap presidencial para el 2024, y otra muy distinta, son las posibilidades reales de que el actual secretario de gobernación, sea ungido por “El Dedo Divino de Tepetitán”, para ser el abanderado de Morena.
Claro que sería algo antes nunca visto en la historia del país y de la política tabasqueña (por favor, si estoy en un error, les ruego me lo hagan saber), el hecho de que “de paisano a paisano”, Andrés Manuel López Obrador, herede la presidencia de México, a Adán Augusto López Hernández; sin embargo, los tiempos y las circunstancias pudieran no ser diferentes como en la actualidad.
En la mente de los tabasqueños pensantes, que sí los hay, todavía está el recuerdo de que cuando el presidente López Obrador, insinuó en la zona militar de la localidad, de que pensaba incorporar al gabinete federal al que, en esos momentos, era (¿o lo sigue siendo?), el jefe del ejecutivo estatal y quien, al ser cuestionado, respondió que a él lo había elegido los tabasqueños para seis años y, por lo tanto, no estaba entre sus prioridades dejar el cargo.
Hay la sensación de que Adán Augusto López Hernández, ya no estaría a gusto de ser el responsable de la política interna de este país; de que el hecho de ser el número “2” de la nación, ya no le causa prurito o sensaciones extrañas y de que, está consciente de delante de él, hay otros gallos con importantes espolones, para ser ungidos.
También es cierto, que si bien el comienzo de López Hernández, como titular de las oficinas de Bucareli (Palacio de Cobián), fue bastante bueno y prometedor, también lo es que poco a poco el globo se ha ido desinflando; perdiendo gas y que el desgaste es notorio, verbi gracia la serie de situaciones, discursos y escenarios en donde sed le ha visto inmiscuido recientemente.
Adán Augusto, dejó de ser un interlocutor válido y el puente o vinculo perfecto para la construcción de escenarios y acuerdos que beneficien el trabajo del presidente López Obrador; los partidos políticos de oposición; los personajes políticos, empresariales, académicos e intelectuales (por citar algunos), ya no lo ven como la puerta de entrada a la dinámica del actual gobierno presidencial.
Lo que se ve a todas luces, es que Adán Augusto, ya se quiere regresar a Tabasco a concluir con su periodo para el que fue electo, pero más aún, quiere regresar porque las cosas en la entidad van de mal en peor y, sobre todo, quiere regresar a la titularidad del ejecutivo tabasqueño para preparar la sucesión y cerrarle el paso con quienes tiene desacuerdos insuperables.
De hecho, podría tomar como pretexto de que, si las cosas en lo referente a la sucesión presidencial no le fueran favorables, regresarse de inmediato a Tabasco, porque sus enemigos políticos cada día ya le están exigiendo, en el discurso y en las acciones-escenarios, que ya suelte el rancho; pero Adán, no quiere hacerlo.
Un gobierno estatal que en el 2025 esté encabezado por Javier May Rodríguez o por Octavio Romero Oropeza, le daría muchísimas noches de insomnio al todavía titular de gobernación federal, porque estos personajes le buscarían hasta debajo de los escritorios para mandarlo a la cárcel o, de perdida, meter en el tambo a persones íntimamente relacionados con él. ** hasta mañana Dios mediante.