¿Cuántas veces hemos escuchado al presidente Andrés Manuel López Obrador llamar a la no intervención de otros gobiernos en las decisiones que se toman en nuestro país? Toda la vida, desde que saltó a la palestra política ha sido su bandera, esa con la que movilizó a las masas que lo llevaron a ocupar la primera magistratura de México.
Entonces ¿qué está haciendo el presidente con su discurso de presión hacia el gobierno americano de Joe Biden para que incluya en la próxima Cumbre de las Américas a realizarse en el país de las barras y las estrellas a las naciones castigadas con bloqueos económicos? Precisamente lo que ha enarbolado: injerir e intervenir en decisiones ajenas.
Con su discurso López Obrador está poniendo a México en riesgo. Aunque sus fieles, fanáticos, seguidores y admiradores se rasguen las vestiduras gritando a los cuatro vientos que hay un presidente con temple de acero que le habla de tú a tú al gobierno más poderoso del planeta, no se pueden perder de vista diversas aristas.
En primera instancia el presidente debería tomar en cuenta que la economía mexicana depende en gran medida del dinero que proviene del vecino país del norte, está de más generar un conflicto con el gobierno de los Estados Unidos, porque donde a los americanos les dé por apretar en ese rubro, los perjudicados serán los mexicanos de a pie, esos que no viven en un palacio y que no tienen una corte a su servicio.
El discurso de Andrés Manuel López Obrador con el que intenta pasar como el libertador de América por encima de Simón Bolívar, está más que comprobado que no los emitía durante la administración de Donald Trump, porque aquel lo ponía en su lugar a base de amenazas generalizadas.
Esa presión que intenta meterle a la Cumbre de las Américas las realiza cuando existe en Estados Unidos de Norteamérica un gobierno como el de Joe Biden, que es –por decirlo en discurso tabasqueño- menos atrabancado.
Basta recordar el discurso del expresidente Trump de hace un mes, cuando contó como doblegó al gobierno mexicano ya dirigido por Andrés Manuel López Obrador, durante el tiempo que el magnate neoyorkino fue presidente de Estados Unidos, había de cierto modo sumisión y respeto, desde México buscaban no ofuscarlo.
Sin embargo, ahora, a nuestro paisano le está dando por ponerse con Sansón a las patadas, sin importarle el riesgo que corre México por intervenir en decisiones que le competen únicamente al gobierno americano.
Andrés Manuel López Obrador no está pensando en el interés de aquellos mexicanos que hacen negocios lícitos en los Estados Unidos, él únicamente está pensando en erigirse como un líder mundial que alza la voz por gobiernos encabezados por personajes como Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz Canel.
Si nuestro presidente pensará en el colectivo mexicano, debería ser congruente con su discurso de que “la mejor política exterior es la interior”, primero se debería de ordenar la casa y después ir a arreglar problemas ajenos.