Guillermo Hübner Díaz
En medio, o dentro, mejor dicho, de un mundo de controversias y corrientes políticas encontradas, se desarrolló la semana pasada, en Los Ángeles, California, la IX Cumbre de las Américas en la que por más que el anfitrión quiso estirar la liga para atraer y fijar la atención de los participantes en sus “desinteresadas” propuestas, orientadas más que a otra cosa a garantizar su seguridad nacional y la proveeduría de recursos para alejar todo peligro regional sobre su economía, no alcanzó sino respuestas diplomáticas-
El punto central del debate, previo y durante a la celebración de esta Cumbre, dividida y “borrascosa”, fue la exclusión, por parte del gobierno de Estados Unidos, país organizador, de tres países que desde hace varios años decidieron gobernarse de manera distinta a la que practica el coloso del norte: Cuba, Venezuela y Nicaragua, considerados por el Tío Sama como tiránicos, dictatoriales, salvajemente antidemocráticos y violadores de todo derecho humano.
El mejor escenario para afirmar estas consideraciones, tendría que haber sido aquel en el que los “acusados” hubieran asistido para escuchar, frente a frente, todo argumento en su contra y, desde luego, replicarlos de acuerdo a sus particulares puntos de vista, pero al Coloso del Norte le resultó mejor evitar la confrontación directa.
México, en todo momento, en voz del presidente Andrés Manuel López Obrador, le hizo saber al mundo entero su inconformidad y pugnó en todos los tonos y desde distintas tribunas, por la inclusión en la Cumbre de estos tres países para que esta, a partir de su denominación, cumpliera cabalmente con sus propósitos integracionistas y con acuerdos tomados en reuniones anteriores, por citar la celebrada en Cartagena, Colombia, en la cual se aprobó la resolución de que en las subsiguientes debería participar el total de nacional del continente.
El presidente mexicano declaró que no asistiría si no se incluía a Cuba, Nicaragua y Venezuela entre los invitados, sería el Canciller Marcelo Ebrard quien llevara la voz, y así ocurrió.
Ya en marcha la Cumbre, el presidente argentino Alberto Fernández, alzó la voz y reprochó (jueves pasado) ante el mandatario norteamericano Joe Biden, la exclusión en la Cumbre de estos tres países, expresión que el huésped de la Casa Blanca trató de minimizar.
“El silencio de los ausentes nos interpela. Para que esto no vuelva a suceder, quisiera dejar sentado para el futuro que el hecho de ser país anfitrión no otorga la capacidad de imponer el derecho de admisión”, expresó el argentino durante la primera sesión plenaria de la cumbre, ante decenas de mandatarios de la región.
Como protesta, los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador (ya se dijo); además el de Bolivia, Luis Arce; y la de Honduras, Xiomara Castro; cancelaron su participación, mientras otros como Fernández o el primer ministro de Belice, John Briceño, decidieron llevar su queja a la plenaria.
En contraste a la decisión discriminatoria de Estados Unidos, Fernández invitó a Biden para que asista a la próxima reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), organismo cuya presidencia rotatoria ostenta Argentina y del que son miembros Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Fernández aludió también a la OEA, a la que definió como un “gendarme” que “facilitó un golpe de Estado en Bolivia”, y abogó por una “reestructuración” de su dirección que saque “de inmediato” a su secretario general, Luis Almagro, presente en la sala.
El primer ministro de Belice, John Briceño, calificó de “incomprensible e imperdonable” las exclusiones de Cuba y de Venezuela, países de los que dijo haber recibido ayuda en el ámbito sanitario y energético. Además, se dirigió a Biden, situado a unos pocos metros junto a la vicepresidenta, Kamala Harris, para pedirle que levante el embargo a Cuba, una política que calificó de “afrenta contra la humanidad”.
México, con la participación del Canciller Ebrard, mantuvo su exigencia hasta el final y convirtió la Cumbre en un reproche al anfitrión y a los organizadores. El argumento fue que un foro regional como el que se celebró hasta el viernes en Los Ángeles, no debería excluir a ningún país del continente. Esto es, explorar un primer paso hacia un nuevo orden geopolítico en la región: “Hay que iniciar una etapa nueva en la organización que tenemos las Américas”, rubricó. Volveremos sobre el tema.