Cuando se prometió que se acabaría con la corrupción en el país, hubo jubilo. Ese anuncio generó que millones de mexicanos se volcaran a las urnas para apoyar a Andrés Manuel López Obrador y su proyecto de transformación que apostaba a hacer despertar al gigante dormido en que se había convertido México.
La inercia y el efecto López Obrador provocó que, en Tabasco, Morena no tuviera rival enfrente que le pudiera hacer mella y darle batalla en el plano electoral. Allí, a ese movimiento transformador se subieron de chile, de dulce y de manteca, gente que en el pasado se había servido con la cuchara grande y fueron participes de los grandes negocios, se investían en la nueva piel gobernante.
Tabasco venía saliendo de uno de los peores regímenes gubernamentales, Arturo Núñez Jiménez aquel a quien López Obrador le encargó a los tabasqueños, había salido puque y se había lanzado a los brazos de la corrupción. Eso ayudó para que los ciudadanos vieran en Morena la esperanza, y le otorgaran un triunfo contundente.
De ese proceso en el que los tabasqueños votaron a favor de Morena por la inercia lópezobradorista han transcurrido cuatro años, por desgracia para nuestra entidad, la situación sigue siendo la misma: poco ha cambiado. Las viejas prácticas que tanto se criticaron están más que presentes: asignación de obras a los amigos del gobernante en turno, ausencia de inversiones, funcionarios soberbios y alejados de la realidad, es el común denominador.
Lo más grave para los tabasqueños es que, aquellos que en el pasado fueron artífices y partícipes de los saqueos implementados desde los gobiernos priistas y perredistas, hoy están en Morena, purificados de sus pecados, salvadas sus almas por el dedo divino de aquel que se siente el enviado del altísimo.
Una de esas dependencias en las que la corrupción es el pan diario, es la Secretaría de Educación a cargo de Egla Cornelio Landeros. Allí, pese al compromiso y promesa presidencial, las ventas de plazas no se acaban, son canonjías que le son otorgadas a algunos líderes sindicales y a funcionarios allegados a la titular del ramo.
Todo ocurre ante la actuación complaciente y atónita de un gobernador de oropel, quien está más preocupado en las aspiraciones y suerte que pueda correr su amigo y mecenas Adán Augusto López. En nada le está interesando poner orden y combatir la corrupción.
En los ayuntamientos y las dependencias estatales sigue existiendo el cobro de cuotas por asignación de contratos, solo que ahora ya no cobran el 10 por ciento, estos salieron avaros piden el 30, lo peor es que no se están castigando esas acciones que empañan a todo un movimiento transformador y que generó grandes expectativas de cambio.
Si existen críticas hacia la actuación gubernamental, rápidamente echan a andar los discursos de odio contra aquellos que se atreven a pedir cuentas claras, esa no es una manera democrática de conducir una entidad como Tabasco.
Para hablar de anticorrupción y cambio primero se tiene que actuar con el ejemplo, demostrar que a los sinvergüenzas se les mete a la cárcel y no premiarlos con posiciones que no les corresponden.