GUILLERMO HÜBNER DÍAZ
Conforme pasa el tiempo y se acercan los días para elegir al nuevo Presidente de la república, a Senadores, Gobernador del estado, Diputados federales y locales y Alcaldes, es más frecuente la mención en medios de hombres y mujeres dedicados a la política, aparentemente poseedores de las virtudes necesarias para participar en 2024 en busca del cargo de sus bellos sueños.
No pasa un día sin que se lea algún comentario sobre el tema y se mencionen a dos, a tres, a cuatro o más tabasqueños que bien podrían suceder al Primer mandatario Carlos Manuel Merino Campos, o a cualquier diputado o presidente municipal.
El contenido de recientes entregas de “GP”, lo mismo que el de la presente, no son producto de elucubraciones personales o filias o fobias reporteriles, sino resultado de pláticas con diversos personajes asiduos a conocidos centros de opinión citadinos, con quienes se abordan diversos temas de claro interés general.
Hablamos de política, tenida como la actividad humana por excelencia, no sólo porque su función se enfoca al servicio y bienestar de la comunidad y convierte al hombre en su objetivo fundamental, sino porque hasta los sentimientos intervienen en ella cuando se trata de encontrar fórmulas para una mejor convivencia social y un mejor desempeño de la administración pública.
Se converge en que, humana y humanista, es la política, disciplina de la que también forman parte otros ingredientes, indeseables, que afloran desde lo más profundo de quienes se dedican a su ejercicio, producidos por lo que se ha dado en llamar “condición humana”. No obstante, habría que distinguir.
Existen quienes se dedican a la política por un afán de servicio; otros por el mero juego de la inteligencia con sus armas la habilidad, la audacia, el valor, la sutileza y, muchos más, porque ven en ella un recurso para el lucro, el enriquecimiento fácil y el disfrute de influencias y privilegios que halagan únicamente al individuo y a su grupo en particular.
Es en este sector en donde con mayor virulencia aparecen esos ingredientes indeseables de la ambición, la envidia, el servilismo, la traición, con su arma principal: la zancadilla.
La adulación, lisonja baja e interesada que nada tiene que ver con el aplauso al mérito, dicho sea de paso, merece entrega aparte, es un antivalor con el que se entra por la puerta falsa a la política, la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Espasa), refiere que se representa en forma de mujer flautista, vestida elegantemente y envuelta de abejas productoras de miel, rodeadas de aguijones y un fuelle para significar que apaga la luz de la razón y enciende el fuego de las pasiones.
Ciencia universal, la ciencia de todos, la política es, entonces, como ya se dijo, humana y humanista. Con magníficos exponentes en muchos casos, con pésimos protagonistas y críticos en otros. Da para todos… Pero hay que estar alertas. Alertas para alentar, apoyar y seguir a quienes la elevan, con vocación y convicción, a niveles de los que derivan mejores condiciones de vida para todos, y darles la espalda, con toda prudencia, a quienes, cortesanos inmundos, la degradan con ánimo bajo y despreciable.
Quienes escribimos, y radicamos nuestro quehacer profesional sobre la base de un compromiso social, no debemos de revolver, de colocar a todos en un mismo cajón, la sociedad merece, y más la
nuestra, tan fracturada como está, que le brindemos en cada uno de nuestros trabajos, los mejores elementos de juicio para que norme de mejor manera los suyos y sus criterios y así las opiniones y conductas logren el objetivo de contribuir más atinadamente con el perfeccionamiento institucional del Estado, lo que obligaría a sus conductores a esforzarse al máximo y cumplir cabalmente, sin excusas ni pretextos, con sus compromisos vitales.
En Tabasco, en tiempos actuales, cuando fuerzas políticas distintas a las representadas por el PAN, PRD, PRI, alcanzaron por primera vez la gubernatura mediante el voto ciudadano, es común escuchar o leer comentarios que mezclan, que acomodan, que juntan a ‘pintos’ con ‘colorados’, a pillos con esforzados, produciéndose en el seno social mayores confusión y desorientación de las que los propios emisores consideraron provocar. Y esto, distorsiona. Envenena. Dispersa. Desune. Impide la identificación necesaria para plantear metas comunes y compartir, de verdad, esfuerzos para cristalizarlas.
Buenos y malos políticos los ha habido siempre, pero no siempre se ha tenido la disposición de condenar a quienes abusan del poder y traicionan la confianza de los ciudadanos –porque algún beneficio reporta su insania- o, también, de reconocer el mérito de aquellos que se aplican y hasta se sacrifican, al máximo, para sacar adelante las tareas encomendadas, pensando siempre en el bien que generan sus acciones a favor de la comunidad sin pensar en mayor recompensa que la del deber cumplido.
Considero que hay que ir poniendo a cada cual en su lugar, no revolverlos, decirle a la sociedad quién es quién y quizá hasta por qué aspiran a determinado cargo. Separar los buenos de los malos. Diferenciarlos. No todos son deseables.