Exaltación a la locura
“ El necio no se
deleita en la
prudencia, sino sólo en
revelar su corazón”
Proverbios 18:2
Todos los laberintos son perversos y lo son al margen de su complejidad, más el de la locura, es tan simple, que se pliega a la imaginación y no obstante, aunque carece de salida: basta para el ilusionista su propio mundo de fantasía para que sea lo suficientemente bueno cómo para tener la fuerza de detener que arrastre en esa utopía, a sus acalorados fanáticos e incluso impeler a los ecuánimes el llevarlos al otro extremo, la sequedad y resaca de todos los laberintos. De todo ello, lo peor y más perverso es: la exaltación a la locura La perversidad de esa demencia consiste en traicionar la esencia del camino, ya no ir de un punto a otro, sino para no ir se arma un camino que no sea camino, habrá que decir, la crueldad de los laberintos de la enajenación es su variación -tengan o no salida-. Los hay de maldad trivial, que, aunque sean difíciles a veces resultan soportables: los más comunes entre la gente que sabe y siente que tiene su vida atrapada en un laberinto, pero tiene la esperanza de ver la luz al final del túnel Y los hay diabólicos, esos que la sociedad -cómo seres humanos esperanzados-, en su acomodaticia incapacidad se dejan llevar como manada que bala y dormita, creyendo que en las migajas mensuales está la solución, es diabólico porque no aniquila la esperanza, sino porque induce a creer que es en una “lealtad ciega”, la solución sólo la encontrará el mesías.
El más perverso de los laberintos de esta manía, es la exaltación a la locura, a esa chifladura tan extraviada que ya no se recuerda la entrada, pero, tampoco tiene salida El discurso de Adán en el 150 aniversario del fallecimiento de Juárez, fue la más despiadada y cruel exaltación a la locura. Adán está en ese laberinto, sabe que entró y sabe que ya no tiene salida, su misma vida es ya un laberinto; por lo mismo la exaltación a la locura del mesías para él es natural, sólo se entiende bajo el esquema: que viven el mismo sueño y disfrutan la misma droga -el poder-, la misma burbuja, ya no caminan, flotan, donde él y Andrés: son uno Un discurso que tuvo su momento cumbre -aunque fue momentáneo-, por un instante, Adán alcanzó en la curvatura de sus frases, la polisemia del lenguaje, la equivocidad de sus gestos y hasta la ambigüedad de los tonos de su voz fueron cancelados para convertirse en el puente expedito de llegar al otro extremo, el de una sumisa ¡Alabanza al mesías! La cínica caricia en la frenética búsqueda de la herencia de la silla, frente a Claudia, una “favorita” que parece ya va dando tumbos cuesta abajo Adán se atrincheró, en la exaltación a la locura entendió su conveniencia, equiparándose a dios padre y dios hijo lanzó el elogio, una especie de poema dramático y breve en el que homenajeó al célebre espíritu “sucesor” de Juárez para que toda la nación escuchará y entendiera que ya son una sola esencia y él -Adán- tiene la herencia en sus manos: “Juntos, con unidad y reconciliación, lograremos consolidar este proceso y continuar construyendo los cimientos de una nueva historia para México, porque la transformación por la que luchamos no tiene vuelta atrás” Adán dijo: “Los tiempos del señor son perfectos” y en la exaltación a la locura con desparpajo ubicó en la mente de todos que sin la “ciega lealtad” el camino está sembrado de intereses que chocan -por eso Monreal no cuadra-, de malos entendidos que para Andrés sólo conducen a la una salida falsa, una puerta aparente que conduce al infierno de una realidad que detestaría vivir.
Se entiende que, las cosas están tan complicadas que -para el mesías-, Adán es la débil esperanza de que todo pueda resultar menos absurdo En ese acto, Adán y Andrés, se fundieron, les gusta creer tanto en sus mitos, ficciones y parábolas que se han vuelto cómplices, se han vuelto tan evidentes, que resultan burdamente toscas donde casi es imposible ayudarlos con la verosimilitud. Andrés complacido oía y sonreía, Adán sumiso alababa, el laberinto que para todos parecía terminar, para México -al igual que con Chávez y Maduro en Venezuela-, apenas va a comenzar; razón y esencia, fue el discurso y exaltación a la locura EL SEPTIMO SELLO “Estoy seguro de que el legado de la transformación que usted encabeza soportará a las nieves del tiempo y será tan indestructible como la de nuestro presidente reformador”. Elogio que fue poema y prosa en los oídos del “Juárez” que encarnado, gobierna LA SEPTIMA TROMPETA En política los dedazos se logran por caminos sinuosos que muchas veces pasan por la cama o la amistad que consanguínea y hermana, dónde la lisonja desmedida y la “lealtad ciega” son los mejores aderezos LA SEPTIMA COPA Adán sabía lo que hacía; por ello, selló su redentora cruz con el último clavo al madero, invocó al Pellicer amado del que -el mesías- algunas tardes en la palapa de Oxolotán -a orillas del río- fue su becario: “El Carlos maravilloso que cuando se refirió a Juárez escribió que: Eres el presidente vitalicio, a pesar de tanta noche lúgubre. La República es mar navegable y sereno si el tiempo te consulta. Y si una flor silvestre puedo dejarte ahora es porque el pueblo siente que en su esperanza adulta tu fe le dará cantos para esperar la aurora”. A sus órdenes al teléfono 9931925625 alfredocalderon1960@gmail.com