El problema al que nos podemos enfrentar radica en que en la medida en que las cosas se agudicen, los procesos democráticos podrían entrar en serias dificultades entre la instancia electoral y el partido oficial. Un riesgo sería que en medio del fortalecimiento del Presidente y su partido se puede caer en un laberinto, y más si se viene aquello de que “no me vengas con que la ley es la ley”. Podemos acabar en un toma y daca interminable hasta que lleguen las elecciones, las cuales se verán sacudidas y perturbadas. El día de las elecciones podría verse cargado de impugnaciones y muy probablemente, de continuar con la línea de los intentos por desacreditar a la autoridad, de riesgos que lleven a escenarios impredecibles. En los últimos años, la confrontación ha sido incontrolable, sin que medie la voluntad para tratar de encontrar puntos de coincidencia. Particularmente, el Presidente ha utilizado la mañanera para despotricar en contra del INE.
A pesar de todo ello, el Instituto mantiene altos niveles de credibilidad y aceptación ciudadana; es una de las instituciones que mayor respeto le merece a la sociedad. Pareciera también, que a buena parte de los morenistas poco les importa las resoluciones legales, producto de las violaciones bajo las cuales el partido llega a actuar. La estrategia camina entre la provocación y el tratar a toda costa de fortalecer las acciones del partido, en beneficio de su organización y de su participación en los procesos electorales. Morena asegura que buena parte de la legalidad del país debe ser cambiada. En algún sentido pueden tener razón, porque hemos venido viviendo experiencias en que diversos elementos que conforman los procesos electorales, están siendo rebasados por la dinámica política y social, tanto en lo colectivo como en lo personal.
Muchas de las críticas al INE parten más que de un análisis del desarrollo de la democracia y la importancia del INE en el proceso, de una singular interpretación de derrotas electorales, en las que se coloca al Instituto como el responsable de ello. En ese terreno hemos estado desde 2006, cuando Felipe Calderón ganó por muy poco margen y muchas dudas, no por la responsabilidad del INE, las elecciones presidenciales. Las cosas no van a cambiar porque el Presidente sigue sin creer en el INE y en algunos de sus integrantes; dos son los más señalados, los cuales, por cierto, dejarán su cargo en abril. Morena hace eco de su líder moral. Lo siguen bajo el síndrome de “lo que hace la mano hace la tras” en su proceso de crítica al Instituto.
Las precampañas que se han echado a andar en Morena, producto de destapes adelantados, ha motivado a que los seguidores de los destapados y los propios personajes mencionados por el fiel de la balanza, estén promoviéndose por doquier. El titular de Gobernación se ha dedicado a negar que todo el apoyo que recibe no es de su responsabilidad, pero es un hecho que, entre futbolistas y simpatizantes, hay una campaña abiertamente en su favor en las redes.
Al igual que en este caso, se presentan situaciones similares con las otras corcholatas, lo cual está penado por la ley electoral. Las cosas están llegando a tal extremo, que el presidente de Morena le ha pedido a los gobernadores de su partido que apoyen y den a conocer en sus estados a las corcholatas. Morena, invariablemente tendrá respuestas. Lo que se viene será un lío grande, porque las cosas pintan para ir por los terrenos de que “la ley no necesariamente es mi ley”.
No entienden que no entienden y, por lo que se ve, no entenderán. Nos referimos a los dueños del futbol, empezando por “doña tele”, quienes están haciendo las cosas con la selección de la misma manera que se hicieron en Qatar. Todo termina de nuevo en un club de cuates, que hacen como que cambian las cosas para que se queden igual; se asoma una nueva Tridecepción.