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POR UNA #SOCIEDADHORIZONTAL

20 de marzo de 2023
in Opiniones
POR UNA #SOCIEDADHORIZONTAL
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Nuevo Laredo: Muchas preguntas

Armando Ríos Piter/Excélsior/Ultimátum

La semana dio mues­tra de las comple­jas condiciones que imperan en torno a las Fuerzas armadas en el país. Los hechos ocurri­dos en Nuevo Laredo, Ta­maulipas, desnudaron una secuencia de hechos sobre los terribles contrastes que imperan en la percepción del Ejército, las relaciones de éste con el actual gobieno y con la propia sociedad. Ha habido fuertes señalamien­tos por violaciones a dere­chos humanos, por acciones de espionaje, detenciones de militares y movilizaciones de militares criticando el es­caso apoyo que reciben por parte de la autoridad guber­namental para desempeñar sus actividades.

La Secretaría de la De­fensa informó que la madru­gada del día 26 de febrero, el personal militar realiza­ba un operativo de recono­cimiento de área cuando oyeron disparos, por lo que avanzaron e identificaron una camioneta Pick Up con siete sujetos a bordo, quie­nes “se trasladaban a exceso de velocidad”. Dicha camio­neta habría acelerado al ver a las tropas y se detuvieron al impactarse con otro vehí­culo. Entonces, los milita­res decidieron accionar sus armas. Luego del tiroteo, encontraron a una persona ilesa, a una herida y a cinco personas sin vida.

Raymundo Ramos, pre­sidente del Comité de De­rechos Humanos de Nuevo Laredo, ha señalado que los militares dispararon más de 60 veces. Familiares de las víctimas denunciaron que en realidad fue una de las camionetas militares la que chocó contra los jóvenes. Han dicho que después de chocarles por detrás, em­pezaron a dispararles. Cau­só sorpresa que el propio subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, admitiera que el Ejército ejecutó a los cinco jóvenes. El funcionario re­conoció que hay elementos que acreditan que los jóve­nes no iban armados y dijo: “No se trató de un enfrenta­miento, independientemen­te de quiénes eran, fueron ejecutados”.

En paralelo se supo que desde el 16 de agosto del 2020, el activista Ramos había sido espiado en sus conversaciones con perio­distas por parte de la SEDE­NA, desde el 16 de agosto de 2020. Según una tarje­ta informativa filtrada por el colectivo “Guacamaya”, el objetivo de dichas inter­venciones era acceder a las investigaciones sobre eje­cuciones extrajudiciales en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Los medios han critica­do que las comunicaciones se dieron a través de men­sajería cifrada, por lo que solo podrían haber sido obtenidas con una herra­mienta como Pegasus, para lo cual carecen de facultades legales respecto a comuni­caciones privadas de civiles. Al momento no existe regis­tro alguno de autorización judicial para intervenir las comunicaciones de Ramos. AMLO se limitó a negar que esto fuera espionaje y dijo que es “inteligencia”.

El episodio mostró una arista de preocupación adi­cional cuando, como reac­ción a la detención de cua­tro elementos del Ejército Mexicano por los hechos ocurridos en Nuevo Lare­do, tanto en Tamaulipas, co­mo en la CDMX, Morelos, Oaxaca y Chiapas (aunque algunos notificaron que fue­ron 19 entidades) hubo ma­nifestaciones de militares en retiro, jubilados y en ac­tivo, así como sus familiares, quienes portaron pancartas con lemas tales como: “¡Sol­dado, amigo, el pueblo está contigo!”. Alejandra Segura, una profesora que protes­tó hasta el Zócalo declaró: “No es posible que los de­lincuentes tengan mejores y mayores derechos que los militares que descuidan a su familia, ganan poco y su­fren”. Se cuestionó la actual política de seguridad, que muchos ven como laxa con­tra los criminales y dura con los militares.

El tema es delicado, no basta con generar castigos por violaciones a derechos humanos. Hoy prevalecen muchas preguntas que aún no encuentran respuestas claras: ¿Hay división al inte­rior del ejército respecto a la política de seguridad del ac­tual gobierno? Si es así, ¿qué tan profunda es? En una en­tidad con una grave penetra­ción de la delincuencia orga­nizada, como Tamaulipas, ¿podrían las organizaciones de Derechos Humanos tam­bién estar infiltradas por el crimen organizado? ¿Qué tanto más desgaste de esta naturaleza, podría soportar­se para la institución mili­tar? Especialmente cuando los cuerpos intermedios de policías locales y estatales son prácticamente inexis­tentes. Se renueva la duda latente desde la creación de la Guardia Nacional: ¿el marco jurídico prevalecien­te es el correcto para que las actividades -de inteligencia y operativas- de las fuerzas armadas ayuden a acabar con la violencia en las calles?

Sirvan estas preguntas para que la #SociedadHo­rizontal haga una revisión a fondo de lo ocurrido en Nuevo Laredo. El escena­rio tamaulipeco enmarca la grave crisis que vive el Es­tado Mexicano en materia institucional.

riospiter2018@gmail.com

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