Juan Vidal/Ultimátum
Andrés Manuel López Obrador administra el pragmatismo con el que actúa y las decisiones que sobre bases ideológicas está asumiendo. Sobre lo primero, basta ver el trato que le brinda al lider del Senado, Ricardo Monreal, y de lo segundo se ha ocupado de manera amplia la comentocracia de los medios nacionales: la sucesión presidencial.
Pragmatismo: viejo lobo de mar, Andrés Manuel López Obrador mantiene a Ricardo Monreal en una posición de corcholata, reconocimiento menor que le significa un desgaste con la oposición pues se ve obligado a operar en el senado las iniciativas presidenciales y, además, le demuestra públicamente su desconfianza cuando veta los nombramientos que el zacatecano logró acordar con el Partido Acción Nacional para elegir consejeros del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
Monreal es corcholata, sí, pero en un limbo donde sólo sufre desgaste y permanece atrapado en los tiempos previos de las encuestas definitorias de Morena, sin poder construir con la oposición, pues como dice el periodista Jorge Zepeda Patterson, “Ricardo Monreal ha sabido todo el tiempo que no tiene oportunidad de alcanzar a Claudia o a Marcelo en popularidad y mucho menos en el aprecio del presidente”.
Ideología: después de abordar el tema en dos ocasiones en sus conferencias mañaneras y más recientemente en la concentración multitudinaria del sábado en la plancha del zócalo, López Obrador ha dejado en claro que a él no le sucederá lo que al general Lázaro Cárdenas en la sucesión de 1940. Cárdenas, dijo el mandatario tabasqueño, se decidió por la opción más moderada, tibia, perdió el proyecto al elegir al zigzagueante.
Apartir de las aseveraciones en el discurso presidencial, todos los analistas han coincidido que el mensaje es transparente: la opción que daría continuidad ideológica al proyecto de país concebido por el mandatario Lopez Obrador se llama Claudia Sheimbaum. La jefa de gobierno de la Ciudad de México corresponde al retrato hablado de quién está llamado a continuar con la cuarta transformación en el siguiente sexenio. La decisión, ya la ha repetido suficientemente, es el de la continuidad ideológica. No habrá un sucesor que modifique la ruta de su movimiento y revierta sus reformas.
2024 será, pues, el año en que AMLO tomará decisiones con el corazón, basado en la congruencia que su formación ideológica le dicta para continuar con su proyecto de país. El pragmatismo se usará para mantener a los enemigos externo e internos a raya, a los traidores, tibios y zigzagueantes que habrá que acotar.
En consecuencia, esa misma será la decisión para la patria chica, el lugar que será la residencia oficial del líder moral de la cuarta transformación. La seguridad del ex presidente no quedará a cargo de enemigos y aliados incómodos. Quedará en manos de quién ha puesto siempre el pecho para defenderlo y con el que guarda afinidad ideológica.
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