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A ESTRIBOR

21 de abril de 2023
en A ESTRIBOR, Opiniones
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Papa Caliente

Juan Carlos Cal y Mayor/Ultimátum

Lo acontecido en San Cristóbal es consecuencia de una serie de suce­sos acumulados a lo largo del tiempo por la indife­rencia, la complacencia y la concupiscencia de los gobiernos en turno. La llamada Zona Norte (La Hormiga) es una especie de Bronx o Tepito. Un te­rritorio inescrutable para las autoridades integrado por indígenas desplazados que surgieron hace más de dos décadas a consecuen­cia de la intolerancia reli­giosa y política producto del ancestral cacicazgo en el municipio de Chamula, protegido por políticos a cambio de votos.

Recuerdo que siendo diputado local por allá del 98 denuncié en varias ocasiones la negativa de las autoridades munici­pales para incorporar a los regidores plurinominales de oposición ante la abs­tinencia del gobierno para tomar cartas en el asunto. Chamula fue siempre un municipio rijoso, semillero de votos, pasarela de can­didatos a los que entregan solemnemente el bastón de mando y disfrazan con sus atuendos para adornar las portadas de los diarios.

Ese férreo autoritaris­mo se sostiene en el mo­nopolio de los “usos y cos­tumbres”. Ahí solo se podía votar por el PRI (ahora es por otros), ingerir Posh (aguardiente) en cantida­des tóxicas, ser católico en esa extraña forma llama­da sincretismo (que tanto atrae a los turistas) o com­prar Coca Cola (que se bebe en cantidades industria­les), todo controlado por los caciques. La incursión de las iglesias protestantes derivó en la expulsión de miles de personas. De 1966 hasta 2007 fueron expul­sados alrededor de 35,000 evangélicos. Muchos de ellos fueron desplazados a lo que ahora se conoce como la zona norte. El po­blado de Nueva Betania es otro ejemplo.

En condiciones preca­rias se fueron apoderando de los mercados públicos además de las plazas pú­blicas para la venta de arte­sanías. Sus organizaciones invadieron propiedades incluso reservas ecológi­cas, contaminando los ríos e inundando la ciudad de asentamientos irregulares. Del transporte pirata pa­saron a ser concesionarios que hoy monopolizan toda el área de San Cristóbal y los municipios indígenas. Con violencia y bloqueos han anulado todo intento de competencia en per­juicio de la calidad de los servicios incluyendo al tu­rismo.

También ahora se con­trola el huachicol que se vende incluso en la auto­pista Tuxtla – San Cristó­bal y además por supuesto las drogas que ahora se compran en todas sus va­riedades como ha queda­do expuesto en recientes reportajes. Un territorio sin ley que ahora está oca­sionando perjuicios a la población civil ahuyentan­do al turismo con sus actos vandálicos y delictivos. Se­gún el medio Infobae.com los “motonetos” o “moto­pandilleros” son grupos criminales de indígenas originarios de San Juan Chamula ligados a activi­dades delictivas como nar­comenudeo y homicidios que han sembrado el terror entre los habitantes de San Cristóbal de las Casas.

Rebasados por esa rea­lidad que se ha ido enrai­zando haciendo metásta­sis, los políticos locales han tenido que pactar con esas organizaciones. Están bajo amenaza. No tiene la auto­ridad capacidad de comba­tirlas y hacer que impere la ley. Aplicarla derivaría en un grave conflicto social que ningún gobierno quie­re asumir. No hay manera de pensar con optimismo. Si a eso le sumamos la pa­sividad con que actúa la Guardia Nacional, el asun­to está para llorar.

Siendo el turismo una actividad preponderante para el estado y particular­mente para nuestra bella ciudad, resulta en una muy mala señal que la embajada norteamericana haya emi­tido una alerta por consi­derarla peligrosa para sus visitantes. Fuimos noticia nacional en los principales medios. Muchos prestado­res de servicios turísticos han invertido en mejorar la calidad de los hoteles o restaurantes y esto los per­judica.

El estado debe asumir lo que Max Weber deno­minaba el monopolio de la violencia legítima, es decir el uso de la fuerza pública. La obligatoriedad de ga­rantizar el orden público y la paz social. La anarquía que hoy prevalece nece­sita remediarse. No es un asunto sencillo. Por eso se ha convertido en una papa caliente que pasa de ma­no en mano, de gobierno a gobierno. La justicia so­cial no es el problema. Es la ausencia de un estado de derecho muy difícil de aplicar.

jccymf@yahoo.com

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