El desastre migratorio
Susana Solís Esquinca/Ultimátum
Desde el 2018 en que México abrió las puertas de par en par la Frontera Sur, bajo el argumento de atención humanitaria, el aluvión humano dio cuenta de lo que se esperaba en los próximos años.
Bastó que Donald Trump exigiera a México que hiciera el muro policiaco desde territorio mexicano so pena de imponer aranceles, para que la política migratoria mutara de humanismo a operativos de persecución y violación a los derechos humanos.
Desde hace más de cuatro años, el Soconusco se convirtió en la cárcel más grande del mundo donde a los migrantes los hacen esperar para obtener un permiso que les garantice avanzar por el territorio nacional para llegar a la Frontera Norte.
A partir de ahí y ante una falta de una política migratoria definida, la función del Instituto Nacional de Migración comenzó a operar de manera errática donde la idea es retener o entretener a los migrantes en el sur del país, bajo la dinámica de otorgar algunos permisos para que avancen pero luego detenerlos en Oaxaca o en el Norte de México y devolverlos nuevamente a Chiapas; en resumen, administrar la crisis humanitaria.
Hay que prepararse para ver en las próximas semanas miles de migrantes deambulando nuevamente por Tapachula y municipios aledaños.
EL DESPRECIO PARA CHIAPAS
El Gobierno Federal ha mostrado una marcada indiferencia por la inestabilidad social que provoca la población flotante en el sur de Chiapas ante la llegada de miles de extranjeros y Tapachula seguirá siendo una improvisada aldea global donde al menos hay un migrante originario de 103 países.
Por ello, los tapachultecos y con toda razón se sienten secuestrados en su misma tierra, ya no pueden caminar con tranquilidad, ni disfrutar sus parques porque éstos han sido reconvertidos en campamentos temporales con todo lo que conlleva el riesgo sanitario y de estabilidad social; en tanto, la federación hace mutis, ni los deporta ni les ofrece condiciones dignas para su estancia.
Cabe recordar que en administraciones anteriores los extranjeros que entraban de manera ilegal eran deportados en autobuses o en aviones a sus países de origen; sin embargo, ahora, al pactar con el gobierno americano que México fuese el tercer país de acogida, todos los migrantes serán devueltos a nuestro país.
Algunos conocedores del tema aseguran que México cometió el error de aceptar ser un tercer país, porque de no haber accedido, correspondería la deportación a los Estados Unidos, mientras aquí, ni para el norte ni para el sur, así los traerán así hasta que termine este sexenio.
Y lo peor, contrario a lo que ocurre con países expulsores que otorgan recursos económicos para aquellos que acepten a los migrantes, en México ni eso se pudo negociar, solo promesas que no ha cumplido Estados Unidos.
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