Adán Augusto López, al igual que los otros aspirantes de Morena, está convencido de que no sólo será el próximo presidente de la República, sino también heredero de Andrés Manuel López Obrador, por lo que continuará con las conferencias Mañaneras, aunque serán más cortas.
Claudia Sheinbaum, por su parte, expresó que sería un “absurdo” quitar la Mañanera, como lo han sugerido algunos intelectuales opositores, y en todo caso, dijo: “Si tanto les molesta, que no la vean”.
Y, aunque Marcelo Ebrard no ha manifestado su postura al respecto, recordemos que el canciller aprovechó la Mañanera del martes 13 de julio de 2021, para confirmar su intención de ir por la Presidencia de la República y agradecer al presidente López Obrador por mencionarlo entre quienes podrían ser candidatos en las próximas elecciones.
A pesar del disgusto de los opositores, es previsible que las conferencias Mañaneras continuarán el próximo sexenio, sea quien sea el sucesor de López Obrador, siempre y cuando sea de Morena; por la sencilla razón de que, en opinión de un experto en comunicación, Luis Antonio Espino, las Mañaneras de AMLO son un gran fracaso comunicativo, pero un rotundo éxito propagandístico.
Recientemente, se desató una polémica nacional en torno a las Mañaneras, después de que, en abril de este año, la politóloga Denise Dresser propuso eliminarlas, ya que “no se informa, se adoctrina; no se ofrecen datos verificables, sino “otros datos” inverificables. Se promueve la agresión disfrazada de “libertad de expresión”. No hay “diálogos circulares”, sino difamaciones presidenciales”.
Esto fue secundado por muchos ciudadanos que consideran a la Mañanera como una especie de monólogo de AMLO que no sólo nulifica la opinión de sus colaboradores, sino que degrada el debate público, fundamental en una democracia.
Y esto, en gran parte, es cierto. Pero lo más curioso es que muy pocos ciudadanos tienen la disposición para escuchar diariamente, en su totalidad, el mensaje matutino de AMLO y, en cambio, los que están más atentos a la Mañanera son los periodistas y los opositores; ellos son los que, en última instancia, se han encargado de convertir a la Mañanera en un éxito propagandístico.
Esto se demostró el pasado 28 de abril, cuando López Obrador reapareció en la Mañanera, después de una semana de ausencia por estar enfermo de Covid (que algún medio convirtió en infarto), para hablar durante casi tres horas. “La vuelta de AMLO tuvo el impacto dramático de quien regresa de la tumba”, escribió Andy Robinson, corresponsal del diario español La Vanguardia.
“Me daban por muerto, pero aquí estoy”, expresó con ironía López Obrador. Luego atacó: “Esos no son medios de información sino medios de manipulación”. La venganza fue total, observó Robinson, cuando el Diario de Yucatán reconoció que “fallaron nuestras fuentes”.
El secretario de Gobernación, Adán Augusto, que relevó al presidente en las Mañaneras y, constitucionalmente, sería su suplente en caso de enfermedad grave, de repente, dejó de ser el más flojo de los cuatro candidatos para convertirse en el favorito.
Incluso, López Obrador confirmó que la Agencia de Noticias del Estado Mexicano (Notimex) “se va a extinguir”, pues su gobierno no necesita una agencia de noticias teniendo “la mañanera”.
Hace un par de años, Luis Antonio Espino, publicó un artículo en el Washington Post (7 de octubre de 2020), donde mostró que en las Mañaneras de AMLO no reina la veracidad, ya que muchas palabras del presidente no tienen sustento en información pública y verificable. Sin embargo, las encuestas de aprobación presidencial muestran una y otra vez que estas conferencias son un éxito propagandístico.
Ante el debate sobre la Mañanera y la degradación del debate público, el maestro en filosofía, Antonio Salgado Borge, revisó críticamente los planteamientos, para concluir que las mañaneras tienen una función que jugar en el debate público. En consecuencia, lejos de desaparecer, estos ejercicios tendrían que ser reformulados como lo que siempre debieron ser: conferencias de prensa donde el Presidente rinde cuentas a toda la gente que representa respondiendo, con argumentos y datos, a las preguntas planteadas. Así es como se defiende un proyecto de transformación congruente y consistente. Y así es como se atajan críticas injustas sin abonar a nuestro muy degradado debate público. RDM