José Antonio Molina Farro/Ultimátum
Su nombre se menciona con fuerza para ocupar un escaño en el Senado de la República. Consciente de ello no se desvía. Sentencia: “El 2024 está en la mente de muchos políticos, ocupa ya la agenda pública nacional, es válido, pero fuimos electos, es mi caso, para construir un mejor presente, trabajar para el aquí y el ahora, y proyectar con bases sólidas un futuro mejor para Tuxtla… una aspiración legítima no puede ni debe distraernos, en este momento, de responsabilidades esenciales con el municipio”. Eso explica el por qué está en el top cinco de los mejores presidentes municipales del país según México Elije, asimismo, en el Ranking Mitofsky es el alcalde mejor evaluado en Chiapas. El alcalde y Maestro en Administración Pública es frontal, no oculta sus preferencias electorales, las ha evidenciado y son del dominio público, tanto para la presidencia de la república como para gobernador del estado. Está en su naturaleza, es abierto, sincero y espontáneo. Da razones y argumentos que suenan convincentes.
Quisiera detenerme en algunos aspectos de su personalidad, más allá de acciones por todos conocidas en materia de contenerización, vialidades, sustentabilidad ambiental, agua potable, deporte, salud, participación ciudadana, atención a grupos vulnerables, plantas de tratamiento de aguas residuales, colectores, rescate y conservación del río Sabinal, etc. acciones que le han merecido reconocimientos internacionales y el apoyo mayoritario de los ciudadanos.
Congruencia. Su vida política ha sido la congruencia. Y esta sólo puede entenderse en el contexto de la biografía. Es una constante desde su adolescencia. Lo conocí y compartimos responsabilidades y reflexiones hace más de treinta y cinco años. El tema central: el presente y el futuro de Chiapas. Sus potencialidades, el ejercicio patrimonialista del poder, la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la impunidad, las asimetrías regionales, el deterioro del medio ambiente, el analfabetismo, la deserción escolar, el uso faccioso del poder público, ausencia de proyectos y políticas públicas innovadoras e imaginativas, etc. Realidades moral y políticamente inaceptables.
Desde entonces ya Carlos transmitía autoridad natural, dignidad y energía. Recorría barrios, colonias populares y regiones marginadas del estado. Confiaba en la palabra como arma política y soñaba, como joven idealista, con un Chiapas preñado de grandeza espiritual, solidario, seguro y justo. No ocultaba su indignación y coraje por las injusticias de un sistema que nos mantenía – nos mantiene- en el oprobioso primer lugar en pobreza, marginación y analfabetismo.
Una cualidad nada menor y que lo acompaña hasta hoy día es su intuición y olfato para identificar problemas latentes e impedir que afloren por negligencias o indiferencia. Su perseverancia, su lealtad a principios y convicciones, su honestidad y resultados como legislador y servidor público, su interés por construir un auténtico Estado de derecho, le granjearon la confianza de los paisanos en cinco ocasiones como representante popular. Me detengo en una experiencia personal muy singular. En su calidad de legislador federal y Presidente de la Comisión de Pesca de la Cámara de Diputados, Carlos promovió con buen éxito y por unanimidad de todos los partidos, adiciones a la Ley General de Pesca y Agricultura Sustentables (vigente hasta hoy día), considerada vanguardista por especialistas de la época y por férreos defensores de la ecología y especies marinas.
Hoy advierto a un presidente municipal templado en la experiencia y el aprendizaje que dan la vida y sus avatares. Hay en él seriedad ética y sujeción a la idea majestuosa del derecho. Siempre recuerda, “Quien promete algo que de suyo sabe que no va a cumplir, comete un acto de corrupción”. Ignora la crítica resentida de los sembradores de suspicacias, pero escucha a colaboradores que de buena fe le señalan errores o deficiencias en la administración, sabedor de que no hay gobernantes infalibles. Los momentos críticos no lo doblan, por el contrario, son acicate para la imaginación y la acción. Tampoco se desparrama en palabras ni concede a la censura y a la alabanza más valor de los que tienen, a diferencia de políticos que se hinchan de satisfacción o se abruman de preocupación, ya sea por un elogio o crítica en medios impresos o redes sociales. Muy lejos de su temperamento el deseo de agradar, y aún menos de aplacar a sus críticos.
Repugna a los corruptos y es intransigente con la ineficiencia. Quien no funciona se va. Cero tolerancia al tráfico de influencias y la deshonestidad. Me recuerda a Pascal, “que el derecho sea fuerte y la fuerza sea justa”. Los mexicanos solemos tener la costumbre, producto de una historia de arbitrariedades y saqueo, de hablar de política y de moral como si fueran dos enemigos que no llegarán nunca a entenderse. Estas dos diosas de la vida colectiva se nos presentan como adversarias irreconciliables, cuando la política en tanto busca el bien común, es ciertamente un valor moral. Carlos no disocia la moral de la política y tiene esa cualidad sicológica decisiva de la que hablaba Max Weber, el sentido de la perspectiva y la proporción, el saber mantener la distancia de las cosas y de los hombres. Quiero subrayarlo, el talón de Aquiles de la administración pública en los tres niveles ha sido, sigue siendo la falta de coordinación interinstitucional, de seguimiento y poca o nula evaluación de resultados. Hoy estas fallas han sido corregidas por la administración municipal, con instrumentos de planeación y prelación de recursos para incrementar la eficiencia en gasto corriente y gasto de inversión. El saneamiento financiero y la pulcritud en el manejo del presupuesto le han concitado el reconocimiento de tirios y troyanos. Cómo olvidar que el actual Ayuntamiento heredó un desastre financiero y con un alto riesgo crediticio.
Lo digo sin zigzagueos, Carlos Morales Vázquez es un gran político mexicano, con hechura para responsabilidades mayores, senador de la república y algo más. Aunque como buen político tiene los pies bien puestos sobre la tierra, sabe esperar, todo a su tiempo. Y cuando digo que es un gran político mexicano es porque ha tomado decisiones importantes con el valor de arrostrar la impopularidad, ante políticas públicas que de momento generaron inconformidad y efervescencia, pero a la postre trocaron en reconocimiento al gobierno. Hoy Tuxtla Gutiérrez no es gobernado por un partido político ni por alguna tendencia ideológica. La capital es de todos y para todos. La 4T tiene muchos rostros, en Carlos Morales es la visión humanista, la probidad y la congruencia.
jose_molinaf@yahoo.com.mx
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