Si bien el PRI no está muerto del todo, el mensaje que la ciudadanía le envió ayer en el Edomex es contundente. A pesar de que la diferencia entre las candidatas fue de 8%, se aseguraba que sería el doble, el resultado deja al partido derrotado. Fue una derrota previsible. El deterioro del tricolor y su descrédito han ido en aumento. En Edomex se creó una narrativa de que la maestra Delfina ganaría de manera clara, lo cual fue pesando a lo largo del proceso.
Quizá se fue formando en el ciudadano la idea de que la elección estaba definida. De alguna manera esta percepción permeó de manera importante por más que nos metieran en el refuego de encuestas “cuchareadas” semanas antes de la elección. Por más que se presentaran estudios con una tendencia que revertía la ventaja de la maestra, era evidente su ventaja. Algunas encuestas se convirtieron en propaganda política, más que en información sobre la opinión ciudadana.
El Presidente ya tiene uno de los estados que más le importaba que ganara su partido. Hace seis años no impulsó un movimiento en contra de la elección, a pesar de que en muchas ocasiones hizo ver que el proceso electoral en el que triunfó el priista Alfredo Del Mazo había sido fraudulento.
Son muchas las razones de la importancia que tiene para el Presidente la victoria del domingo. Igual pasan por el tamaño de la entidad, lo que representa votos, por ser una entidad limítrofe con la capital, pero, sobre todo, quizá lo que más le importe es lo que significa el Edomex en el imaginario colectivo de la historia política del país. Con todo y que la fuerza real de Morena en el estado es fundamentalmente expriista, para el Presidente lo importante es que Edomex se suma a las muchas gubernaturas que están en poder de su partido terminando de tajo con el dominio del PRI.
El hecho de que el singular presidente del tricolor señale al gobernador como responsable de la derrota es buscar en otros el deterioro del partido que dirige. Si lo que querían es que Del Mazo metiera las manos, es evidente que no tenía con qué, porque desde Palacio Nacional lo tenían rigurosamente vigilado, pero es también suponer que si hubiera participado el gobernador las cosas hubieran sido diferentes; la elección estaba definida desde hace tiempo.
El PRI no perdió del todo. Una de las razones es que mantuvo cierta fuerza en la entidad, su candidata alcanzó poco más de 44% de los votos, y que en Coahuila obtuvo un triunfo contundente, no sólo ganó la gubernatura, sino también el Congreso. En esta entidad su triunfo fue sólido, porque no se debió sólo a la división de Morena, a pesar de que ciertamente influyó, sino que a que el PRI mantiene fuerza y tuvo un candidato que logró permear entre la gente, a lo que se suma que el gobernador no dejó pasar, se asegura, absolutamente nada.
Lo que no tiene sentido es que en el PRI, y en general en la oposición, hagan cuentas alegres. Hablar de que se empató en triunfos el domingo no tiene que ver con lo que está pasando en general en el país en donde cada vez es mayor la fuerza e influencia de Morena.
Tampoco sirve el triunfalismo, porque los procesos electorales mostraron que la alianza no termina por ser un factor estratégico. No les alcanzó en el Edomex y en el caso de Coahuila, la mayoría de los votos para Manolo Jiménez fueron del PRI, lo que aportaron el PAN y PRD fue realmente muy poco; el triunfo se daba con ellos o sin ellos.
La oposición tendrá que atender aquellos municipios que como sea sigue controlando, debe pensar en el Congreso, porque hoy la Presidencia parece definida.
Tuve la oportunidad de participar en Radio Educación en un programa con Miguel Ángel Granados Chapa, Virgilio Caballero y Ricardo Rocha a propuesta de la entonces directora Lidia Camacho. Cada semana era el tiempo del debate abierto y libre. El domingo Ricardo Rocha falleció lamentablemente. Fue un innovador en tiempos en que asomar la cabeza tenía un costo.