Se podrían venir una buena cantidad de conflictos legales, porque ya están echando a andar rumbo al 2024. Estas semanas las instituciones encargadas de los procesos electorales se la han pasado mandando recomendaciones y medidas cautelares, debido a que están adelantando los tiempos, tendencia que de seguro se va a intensificar, aunque no estemos en tiempo para ello.
Si nos atenemos a lo que esboza tímidamente la oposición, no solamente Morena está entrando en estos terrenos. La diluida oposición ha convocado para final de mes a una reunión para echar a andar su proyecto, o algo parecido, que defina las reglas de participación.
Tendrán que definir también si vale la pena mantener la alianza que hasta ahora no ha cumplido con los objetivos que se plantearon. Guadalupe Naranjo, que tiene voz y voto, está siendo particularmente crítico con el proceso.
A esto sumemos que algunos ciudadanos han levantado la mano manifestando su interés por ser candidatos a la Presidencia. En el tiempo de la vendimia política podrían surgir suspirantes a Palacio Nacional por doquier.
Todo apunta a que nos dirigimos a escenarios inéditos en donde aparecerán ciudadanos que quieran aspirar a la Presidencia no necesariamente a través de la figura de los partidos políticos. Los organismos encargados de los procesos electorales van a ser clave en esto y será fundamental que por el bien de las propias elecciones se haga un trabajo sólido que haga a un lado cualquier tipo de sesgo que lleve a la confusión y a problematizar un proceso en el que el país va a establecer rumbos que pueden ser definitorios por al menos una década.
Podríamos entrar en un proceso en donde cualquier persona pudiera aspirar a la Presidencia a la cual sin menor duda tiene derecho. Es un fenómeno que en algunos países ha sucedido. Donald Trump es ejemplo de ello. La historia es conocida, al controvertido empresario le dio un día la idea de ser presidente de EU y, en medio de una sociedad dividida cargada de rasgos, terminó por conseguir su objetivo al cual le tiene echado el ojo de nuevo.
El actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, es otro ejemplo regional. Ha tomado medidas drásticas que muy probablemente un político convencional no lo hubiera hecho, sus niveles de aprobación son por mucho más altos que los de sus antecesores.
La decepción y los resultados tienen mucho que ver con los ánimos sociales en las urnas. La política se ha convertido para muchos ciudadanos en un estorbo en su vida cotidiana. La idea de que deben ser los hombres o mujeres “más preparados” quienes encabecen un país se va diluyendo por lo que ha pasado, vivido y también porque han dejado de ser un atractivo para las sociedades. Quienes asumen que pueden ser presidentes estando ajenos a la política convencional están terminando por ser cada vez más atractivos para las sociedades.
Estamos ante una reacción social que tiene su razón de ser. El quehacer político se ha aislado de la vida de los ciudadanos, se ve como algo lejano y además de que no le ha proporcionado a las sociedades resultados tangibles.
Las promesas en las campañas son una forma de vida y las decepciones a lo largo de la gobernabilidad se encargan de enfrentar a los políticos y a los ciudadanos con la terca realidad, todo se diluye suponiendo que se mete a la nave del olvido. La esperanza por lo regular termina por ser derrotada, por más que las sociedades la renueven ante cada proceso electoral.
En 2024 van a aparecer candidatos independientes. Van tras los ciudadanos que caminan en el hartazgo, ojalá lo visualicen los partidos y la propia sociedad y sepan en qué nos podemos meter.
Viene una semana de definiciones importantes. El martes se reunirá el Presidente con todo su equipo para plantearles quién se quiere quedar y quién se quiere ir, lo único seguro es que no hay camino de regreso. Ayer echaron a andar el banderazo ahora veremos si las corcholatas aguantan hasta el 5 de septiembre.