Resulta difícil de creer pero, luego de cuatro años y siete meses al frente del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador sigue culpando del ostensible fracaso de su gobierno, en lo que a seguridad y contención de la violencia criminal se refiere, ¡a sus antecesores en el cargo!, a su odiado rival el expanista Felipe Calderón Hinojosa, quien lo derrotó en la disputada elección de 2006, de manera especialmente notable.
Veinticuatro horas después que el país viviera una de las jornadas más violentas de los últimos años en la que, entre otros hechos lamentables, fuera masacrado y calcinado en La Ruana (Michoacán) el exlíder de autodefensas Hipólito Mora y tres de sus escoltas, un “auto bomba” fuera hecho estallar en las inmediaciones de Celaya (Guanajuato), causando lesiones a una decena de elementos de la Guardia Nacional y fuera plagiado y privado de la vida el dirigente local del PVEM en Copala (Guerrero), el tabasqueño optó por “desmarcarse” de lo sucedido y, al igual que en otras ocasiones, volvió a culpar por ello a las políticas neoliberales y conservadoras de administraciones anteriores que, desde su personal punto de vista, alentaron inclusive la violencia criminal.
Asumir una posición como la señalada en tales condiciones, parece más producto de la insensibilidad y la resistencia a reconocer el fracaso de las políticas aplicadas para intentar frenar el creciente deterioro de la seguridad pública y el, al parecer incontenible, “baño de sangre”, presumiblemente, a causa del enfrentamiento entre las diferentes bandas en disputa de plazas que se registra cotidianamente a todo lo largo y ancho del territorio, que otra cosa…
Más, huelga decir, al cierre de junio, el que resultó ser el mes con el mayor número de asesinatos dolosos por día (95) en lo que va del sexenio o, perdón, cuando 16 empleados de la Secretaría de Seguridad de Chiapas eran (aún) retenidos por un comando del crimen organizado que, para liberarlos, exigía la renuncia de tres jefes policiacos del (inexistente) gobierno del morenista Rutilio Escandón.
No parece ser ésta, insistamos, la mejor postura del régimen para intentar poner un alto a la creciente inseguridad ni, perdón, el mejor mensaje a la población en un periodo preelectoral como el actual…