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19 de julio de 2023
in AUSTRAL, Opiniones
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Naufragios

Ricardo del Muro/Ultimátum

El rescate del aus­traliano Timothy Shaddock y su pe­rrita “Bella”, gracias a una embarcación atunera mexicana, permite recordar algunos naufragios famosos de la literatura y otros que han marcado la historia ma­rítima, por lo que esta pala­bra se usa para referirse una desgracia o un desastre, lo mismo en las vidas de indivi­duos como de grupos sociales y políticos.

Todos los medios han relatado la historia de Tim y su perrita, que salieron el pa­sado mes de abril a bordo de un velero, desde la Paz, Baja California Sur y tenían como destino la Polinesia Francesa, pero terminaron a la deriva en el mar de Cortés después de que una tormenta destruyó los dispositivos electrónicos de comunicación de la nave.

Tim y su perrita naufra­garon por tres meses en el Océano Pacífico. Ambos so­brevivieron con agua de lluvia y pescado crudo, hasta que milagrosamente fueron vis­tos por un buque de la flota de la compañía Grupomar, a la que pertence la empresa Atún Tuny.

Esta odisea recuerda la de José Salvador Alvarenga Ayala, el náufrago salvadore­ño que fue encontrado el 30 de enero de 2014 en las Islas Marshall, después de haber sobrevivido 13 meses en el Océano Pacífico. Según su re­lato, había zarpado de Pare­dón, Chiapas, en una embar­cación de fibra de vidrio que fue desviada por los fuertes vientos, extraviándose.

Su compañero de viaje, un joven de 17 años, llamado Ezquiel Córdova murió de inanición a las pocas sema­nas, pero José Salvador lo­gró sobrevivir con una dieta de tiburón, pescado crudo, tortugas, pájaros pequeños y bebiendo agua de lluvia y sangre de tortuga.

Uno de los cuadros más famosos que se exhibe en el museo Louvre de París es “La balsa de la Medusa” (1819), una pintura al óleo de Théo­dore Géricault, que se convir­tió en un icono del romanti­cismo francés.

La obra representa una escena del naufragio de la fragata de la marina france­sa Méduse, encallada frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816. Al menos 150 personas quedaron a la deriva en una balsa cons­truida apresuradamente, y todas ellas, salvo 15, murie­ron durante los 13 días que estuvieron en el mar antes de ser rescatados.

Los supervivientes de­bieron soportar el hambre, la deshidratación, el canibalis­mo y la locura. El suceso fue un escándalo internacional, en parte porque sus causas fueron atribuidas a la incom­petencia del capitán francés que actuaba bajo la autoridad de la reciente y restaurada monarquía francesa de Luis XVIII.

La fragata Medusa había sido enviada a Senegal para restituir el poder colonial de Francia en esa región de Áfri­ca. El mando le fue otorgado al vizconde Hugues Duroy de Chaumareys, en un acto de corrupción y favoritismo, pues no contaba con las ap­titudes profesionales y tenía más de 20 años de no formar parte de una tripulación.

Ante los ojos de los fran­ceses, el naufragio fue con­secuencia de un desastre mayor: la traición del gobier­no de la Restauración a los principios de la Revolución Francesa, a la igualdad, fra­ternidad y libertad.

El primer náufrago litera­rio fue el intrépido Ulises en el relato homérico de la Odi­sea, aunque el más famoso de la literatura universal, sin duda, es Robinson Crusoe de Daniel Defoe, publicada en 1719 y considerada la primera novela inglesa; y no hay que olvidar que el primer libro del joven periodista Gabriel García Márquez fue el Rela­to de un náufrago (1970), un reportaje novelado en el que el Nobel colombiano narraba la historia de Luis Alejandro Velasco, un hombre que per­maneció durante diez días en una balsa a la deriva en el mar Caribe.

Sin embargo, tal como fue la historia de la Medusa, los naufragios han revelado terribles historias de explo­tación e injusticia social. Es­te fue el caso del vapor “La Unión”, una nave cuyos restos fueron encontrados en 2020 en Sisal, Yucatán, descu­briendo que fue usado para el tráfico de esclavos mayas.

Gracias al trabajo de ex­pertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se pudo demostrar que el vapor identificado co­mo “La Unión”, que hundió en 1861, se dedicaba al tráfico de esclavos mayas con desti­no a Cuba.

Lo anterior adquiere mayor sentido al evocar que, si bien la esclavitud estaba prohibida en México desde la Independencia, y no obstan­te que el 6 de mayo de 1861, el presidente Benito Juárez emitió un decreto para im­pedir la extradición forzada de cualquier individuo ma­ya, el incendio que el 19 de septiembre de ese mismo año causó el hundimiento del vapor, demostró que, al menos entre los terratenien­tes yucatecos, la esclavitud continuaba siendo utilizada sin obedecer ley alguna.

ricardodelmuros@hotmail.com

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