No tiene sentido ni futuro meter a los libros de texto en un juego de vencidas. El problema es que todo se decida de manera unilateral y más si se quiere desarrollar un modelo educativo a imagen y semejanza del gobierno.
Siendo que la educación requiere reflexión, análisis, entendimiento y diálogo, el proceso de los libros de texto gratuito ha pasado por asambleas, las cuales no necesariamente se han convertido en el instrumento central para la creación de los libros.
El debate no importó, porque el diseño y contenido pareciera que estaba decidido. Se han hecho una serie de observaciones que debieran ser atendibles, porque muestran elementos que critican, con razón, la propuesta de enseñanza educativa.
Sin embargo, todo indica que se ha optado por un programa en que se impone una forma de ver el país, nuestro pasado, la vida misma y, sobre todo, el proceso de enseñanza-aprendizaje. La educación es por encima de todo la pluralidad, la visión democrática y libre de la vida que permite a los estudiantes tener una amplitud de conocimiento más que visiones parciales o ideologizadas del país de su pasado y entorno.
Los estudiantes deben adquirir herramientas que les sirvan en su crecimiento y su futuro, el cual por momentos se ve avasallador. El desarrollo tecnológico se está apoderando de nuestras vidas y a pesar de que muchos jóvenes hayan crecido en él, hay muchas preguntas que hacerse, las cuales pasan por los procesos formativos, educativos y de entendimiento ante un futuro que insistimos puede terminar por ser demoledor.
Traemos rezagos. Uno de los más significativos corresponde a la enseñanza media superior y superior. Suele pasar que los estudiantes ingresan a la secundaria y a la preparatoria con marcados rezagos.
En muchos casos cuando llegan a las universidades los maestros tienen que desarrollar un trabajo de actualización escolar que a menudo llega a pasar por desconocimiento de la comprensión, metodologías, escritura y lectura. También sucede que a lo largo de la preparatoria y en la educación superior los estudiantes van pasando de año bajo circunstancias en donde no se conoce realmente su capacidad. El dilema para muchos maestros es qué hacer con un estudiante que está a la mitad de la carrera, dándose cuenta que su formación es deficiente.
Lo que está de por medio es una crisis en el proceso formativo que no incluye sólo a uno que otro estudiante, varios de ellos la pasan igual. Frenarlos puede ser un problema mayor, el cual puede alcanzar su vida y la de sus familias.
Existe una crisis que se ha venido agudizando en las universidades que coloca en la adversidad a los estudiantes en el mercado de trabajo. A esto se suma que las empresas no los quieren contratar, porque consideran que llegan con un marcado deterioro formativo.
Si bien es cierto, que el proceso educativo carga con muchos problemas, también tiene en los maestros y su vocación grandes virtudes. La educación recae en el magisterio. Son quienes hacen la diferencia, pero también se tiene que entender como principio que ellos están en el aula ante los estudiantes.
No se les puede estar cambiando la dinámica escolar en función de sexenios, conveniencias o miradas parciales.
Nadie anda “bramando”. Está visto que no les gusta la crítica. No quieren acordarse, porque lo saben, que la crítica es principio y fundamento de la educación y la vida.
Educar es escuchar. La educación es un proceso de responsabilidad colectiva que define el futuro del país, no sólo es el futuro de cómo lo quieren ver quienes gobiernan, porque tarde o temprano acabarán por irse.