Existen personas sobresalientes que, por sus singularidades y cualidades, a veces físicas, intelectuales o espirituales, merecen una categoría de excepcionales. Porfirio Muñoz Ledo, murió apenas hace un mes y es obligado reconocer su talento y su talante. Su talento nato y su talante —especialmente— durante la segunda parte de su vida pública.
El presidencialismo mexicano de los últimos 50 años no puede explicarse sin Porfirio Muñoz Ledo.
Hubo por lo menos tres Porfirios, según sus destellos y sombras cronológicas:
El primero se origina desde su temprana vocación por el derecho, de ese Porfirio quedan los recuerdos de las audacias de político insaciable de notoriedad.
El segundo Porfirio fue menos útil a la democracia, sin embargo, el más indispensable para el régimen autoritario.
Porfirio Muñoz Ledo fue un poderoso agente para comunicar la urgencia democrática en un país apremiado por tantas señales de un mal gobierno, el anuncio de 1968 fue sepultado por la habilidad del régimen mediante dos sexenios de un mando autoritario revestido de una energía demagógica popularista. La mala racha económica y el sismo de 1985 empujaron la disidencia y el genial Porfirio del brazo de Cuauhtémoc Cárdenas se colocaron en la escena nacional.
En los desastrosos comicios de 1988, el probable fraude y el inicio de posiciones en el Congreso para la nueva oposición de Porfirio Muñoz Ledo, desde su escaño mantenía a raya con intervenciones memorables a los más de 50 senadores del PRI.
Porfirio se reciclaba, lo hizo entonces y en 2000 y en 2021.
Inevitable referir que si algo alegró a Porfirio fue ceñir la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador, aquel 1º de diciembre de 2018, en su carácter de diputado presidente de la Jucopo.
A partir de 2021, su decepción fue evidente, no pudo y no quiso suscribir la sucesión de errores y contradicciones con los postulados de campaña de un presidente que accedió al poder con enorme legitimidad.
Porfirio Muñoz Ledo, el personaje polémico y controversial se fue y se llevó la genialidad de negociar siempre desde el talento y el talante del último político completo de México (culto, decidido a buscar incidir en la trama política e infatigable).
Si alguien debe lamentar su muerte es López Obrador, por lo mucho que lo ayudó para llegar al poder y, por lo mucho que lo quiso ayudar para que su gobierno fuera el primer mandato presidencial de izquierda y que ese primer ejercicio de gobierno fuera ejemplar.
Porfirio Muñoz Ledo se fue cuando todavía tenía mucho que dar, sus cátedras desde la tribuna de cualesquiera de las cámaras del Congreso y sus lúcidas apreciaciones escritas en los rotativos o en las entrevistas obligadas harán mucha falta el próximo año. Primero fue un operador y un predicador del presidencialismo mexicano, sin embargo, alcanzó a deslindarse de “aquellas proezas” del régimen autoritario. Después de 1987 se convirtió en una antorcha decidida a desmontar las ominosas arquitecturas de aquel régimen y nos contagió a todos de sus ímpetus republicanos para encuadrar la democracia incipiente.
Si bien Porfirio no llegó a ser presidente, indudablemente, fue un creador de las condiciones para hacer presidentes.