La corrupción, la hidra de mil cabezas
Enriqueta Burelo/Ultimátum
De “la solución somos todos” lema de campaña del candidato a la presidencia del PRI, José López Portillo, que en breve la picardía mexicana lo transformó en “la corrupción somos todos”, en un evento llevado a cabo en el 2021, Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina, afirmó que México carece de servidores públicos honestos. Y lo dijo nada menos que frente a otro presidente López que, igual que el anterior, hizo campaña prometiendo acabar con una corrupción que se ha enseñoreado de la administración pública.
En el 2019, el 61% de los mexicanos valoraba positivamente la estrategia anticorrupción del Gobierno Federal, de acuerdo con el Barómetro Global de la Corrupción 2019 (BGC) elaborado por Transparencia Internacional con sede en Berlín, lo que claramente contrasta con el 24% registrado en la edición de 2017. Este resultado constituye uno de los saltos históricos más pronunciados que cualquier país ha experimentado desde que este estudio empezó a realizarse en 2003. En 2017, el 61% de los mexicanos reprobó la labor del gobierno de Enrique Peña Nieto en esta materia.
Sin embargo, en el 2021, a la mitad del camino, la opinión de un grupo de ciudadanos, es que el presidente López Obrador, ha tenido claroscuros en una de sus principales banderas en su gobierno, que es el combate a la corrupción e impunidad, consideraron expertos en la materia durante la mesa La lucha contra la corrupción y la impunidad, de Expansión Summit. Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana, afirmó que uno de los grandes retos todavía pendientes a la mitad del gobierno es que la sociedad civil vuelva a retomar su papel en la materia y el gobierno sienta la presión.
Mientras tanto, Genaro Zalpa Ramírez, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, señala que después de tres años de investigación, se ha comprobado que la corrupción ya es parte de nuestra cultura, los mexicanos por naturaleza somos corruptos, es algo que no se puede quitar; así lo aseguró, esto durante la presentación de su reciente libro “¿No habrá manera de arreglarnos? Corrupción y cultura en México”. Apuntó que la corrupción además de hacerse presente en la cultura, ésta se visibiliza en la desigualdad social, el fracaso de muchas políticas públicas, la injusticia, la impunidad, pero que, en estos días, se ha dejado ver con mayor intensidad en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, haciendo visible también la relación que ésta tiene con la inseguridad.
En lo que a mí respecta, considero que el mexicano, no es corrupto por naturaleza, pues aceptarlo sería adoptar una postura fatalista o determinista, que nos llevaría a sostener que no es responsable de su corrupción, bondad o maldad de sus actos, ya que está programado genéticamente, para cometer este tipo de conductas.
Equivaldría, entonces, a admitir que todas nuestras conductas corruptas, son efecto de causas ajenas a nuestra voluntad, inmersas en una relación causal. Es como querer responsabilizar a una piedra que cae por la acción de un sismo y golpea o mata a una persona, por el delito de lesiones u homicidio. Si la piedra hablara, nos diría, seguramente, que no tiene responsabilidad alguna por ese hecho, ya que no tuvo la alternativa entre caer y no caer; simplemente, su caída fue consecuencia de estar inmersa en la ley gravitacional.
Y no se trata que traigamos la corrupción como un sello desde el momento de nuestro nacimiento, esta se aprende, desde el momento en que copiamos en el examen, vemos a nuestros papas, darle mordida al policía en lugar de pagar la multa, de decir una mentira, aunque sea de las clasificadas como mentiras blancas, cuando usamos el material de oficina para hacer trabajos personales o evadimos el pagar impuestos, hay formas que parecen inocentes pero que nos convierten en todas y a todos en corruptos si las practicamos.
Hace unos años en el New York Times, apareció en primera plana, aspectos del Código Penal Mexicano, y los autores señalaban datos incongruentes, que como era posible que una persona que se hubiera subido al metro sin pagar boleto, le costara el hecho tres meses de cárcel, y se mencionaba diversos casos de amparos obtenidos por individuos que le han ocasionado al país, perdidas de millones de pesos. Lo menos que se puede decir es que el sentido común está ausente en una legislación que promueve la injusticia.
El Sistema Nacional Anticorrupción se ha enfrentado a resistencias desde el día uno. Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, miembros del CPC afirmaron que las autoridades no los dejaban efectuar investigaciones sobre los casos de corrupción más graves y emblemáticos de ese periodo.
¿Cuál ha sido el problema con el gobierno actual? Jacqueline Peschard, quien fuera comisionada del SNA con el presidente Peña Nieto, explica que “a López Obrador no le gusta nada que no esté bajo su línea de mando directo. Tiene una vocación muy clara por la concentración del poder. Eso es evidente en toda su crítica y en la concepción negativa que tiene de los organismos autónomos”.
Santiago Nieto, quien fue encargado de ese organismo al inicio del presente sexenio señala “Yo lo que diría es que, lo dijo Pablo Gómez, somos diferentes, él considera que la UIF es un órgano político, yo pienso que es un órgano técnico”.
La lucha contra la corrupción fracasara mientras sea solo discurso, lo que nuestros políticos deben aprender es que los caminos del poder y el dinero son diferentes, se ha confundido de que la política es una carrera para hacer dinero, de ahí la frase “éntrale a la política”, hay en esto algo de perversión y de confusión conceptual.
Hay que realizar un gran esfuerzo para combatir la corrupción, si ello no se hace terminará por engullirnos y destruirnos.
enriquetaburelomelgar@gmail.com