En estos días en que de nuevo Morena ha acaparado la atención por la definición de sus precandidatos, el vacío en la oposición es evidente. De nuevo está ante la delicada disyuntiva de adelantarse en los tiempos violando leyes para no dejar la plaza vacía, o apegarse al reglamento y esperar hasta noviembre, como dictan las leyes. Por ahora no se alcanza a apreciar que la oposición pueda tener la fuerza suficiente para vencer en buena parte del país a Morena. No hay indicios, porque a pesar de las malas evaluaciones que tiene el gobierno, López Obrador sigue auténticamente levitando. No se ve por dónde puedan aparecerle puntos flacos, a pesar de la evaluación referida. La oposición tiene conciencia de ello, pero sigue sin encontrar cómo enfrentar a un gobierno con irregularidades, pero con un altísimo nivel de popularidad.
La semana pasada, Morena acaparó la atención en todos los sentidos. Intentó apagar fuegos con los muchos y muchas candidatas que habían sido hechos a un lado bajo un criterio de lo más incierto. A la mera hora aparecieron más suspirantes, los cuales originalmente no habían sido considerados. Algo tiene de operación cicatriz, pero a la mera hora habrá que ver qué sucede cuando venga la definición de quién es el o la candidata a ocho gubernaturas y la Jefatura de la CDMX.
Xóchitl Gálvez sigue sin estar del todo cómoda, porque además de los ataques que sistemáticamente le avientan desde el gobierno o a través de sus opinólogos, no hay claridad de cómo se está manejando la campaña de la hidalguense por más que estemos en tiempos en que de manera oficial no haya campañas. Morena ya es una marca nacional. Así como en otros tiempos lo era la del PRI, ahora Morena está en todos lados.
Se aplica aquello que un día nos dijo en un largo viaje por el país el destacado estudioso de la comunicación Armand Mattelart, en México a donde vayas se ven bardas pintadas con el emblema del PRI y de la Coca-Cola por más alejadas que se encuentren las comunidades y por más pobres que sean, ahora no es el PRI, es Morena. Se está tratando de crear, como hemos venido insistiendo, la idea de que de alguna manera la elección está definida. Éste es uno de los elementos con los que tiene que lidiar en serio la oposición.
Dejar este terreno al garete es un grave error, porque va a crear en la gente la idea de que incluso no tiene mucho sentido votar porque todo está definido. Mientras la oposición no ofrezca signos que contradigan la versión, ésta se va a ir consolidando. No se alcanza a ver algún elemento que pudiera mostrar que las cosas pueden cambiar, porque es un hecho que en medio de las contradicciones una buena parte de la población se está viendo beneficiada con los programas de gobierno de López Obrador. Podrán ser cuestionados, pero como sea, la gente recibe su dinero regularmente, trabaje o no trabaje. Uno de los elementos que puede jugar un papel importante son las y los gobernadores de Morena.
Por más que sean evaluados de manera desigual no hay indicios de que vayan a comportarse democráticamente en la elección. Más bien están empezando a trabajar en ello para lo cual le van rindiendo pleitesía a Claudia Sheinbaum cada vez que se les aparece por sus estados. La oposición debe asumir que no sólo se trata de reimpulsar a Xóchitl, lo cual no alcanza a apreciarse del todo por más que se estén haciendo referencias a ello. Se trata también de que la oposición pueda ser vista por los ciudadanos como una alternativa. Hoy todo se ve de color moreno, lo cual no es necesariamente una buena noticia para la democracia, los equilibrios y la política.