La furia de la naturaleza se hizo sentir nuevamente con el huracán Otis golpeando Acapulco y provocando deslaves en el resto de Guerrero. Este fenómeno meteorológico nos deja una dolorosa lección sobre los vínculos entre cambio climático y huracanes en México; pasará a la historia por su impresionante velocidad de intensificación y debería servir como un llamado urgente a la acción. Los científicos titubean al poner a un huracán en específico en la cuenta de los nuevos desastres por cambio climático, ya que los sistemas hidrometeorológicos son extremadamente complejos, influenciados por una multitud de factores.
Sin embargo, las evidencias científicas nos muestran un panorama preocupante: la crisis ambiental está elevando la temperatura de los océanos, lo que a su vez tiene impacto directo en la intensificación de los huracanes. Otis, al igual que otros huracanes recientes, nos deja ver una tendencia: la rápida intensificación. En sólo nueve horas, pasó de ser una tormenta tropical a un huracán de categoría 5, siendo sólo superado en velocidad por el infame Patricia, en 2015. Este tipo de fenómenos extremos son cada vez más comunes y no podemos mirar hacia otro lado. El calentamiento de los océanos proporciona más energía a los huracanes, lo que les permitirá crecer y fortalecerse de manera más rápida e impredecible.
Así aumenta la amenaza para las comunidades costeras y la capacidad de destrucción del meteoro. Otis nos ha demostrado que, incluso con todos los avances en la predicción meteorológica, somos vulnerables hasta para anticipar a tiempo estos eventos extremos. Quienes niegan la influencia del cambio climático en estos procesos son culpables por desinformación criminal. Porque no podemos cambiar el curso de un huracán, pero sí podemos tomar medidas para reducir la magnitud de su impacto en nuestras vidas. La mitigación del cambio climático mediante un compromiso real con las energías renovables ya no es opcional.
Las medidas de adaptación tampoco. Es hora de que cada uno tomemos en serio la urgencia de reducir nuestra huella de carbono y de detener la deforestación a como dé lugar. No podemos permitir que eventos peores que Otis se vuelvan la nueva normalidad. Es suicida. Además, necesitamos mejor protección civil. La gestión del riesgo de desastres y la planificación urbana sostenible son herramientas vitales para proteger a nuestras comunidades de los impactos de huracanes, sequías, inundaciones y deslaves.
El huracán Otis es una lección dolorosa de la conexión de la actividad humana con el clima enloquecido. Negar la influencia del ser humano en tragedias como ésta, como lo hace el charlatán Javier Milei en Argentina (al cuestionar que el cambio climático tenga origen humano), es cínico y criminal. Es hora de actuar de manera contundente para salvar lo que todavía no es inevitable (como el fatal aumento del nivel del mar, ya comprometido). Es ya, antes de que peores sorpresas ambientales que Otis nos arrebaten la civilización. El tiempo no está de nuestro lado y la naturaleza nos lo sigue recordando con cada proceso meteorológico que se intensifica.