La “Nueva Política”
Armando Ríos Piter/Excélsior/Ultimátum
El pasado sábado, los neoloneses amanecieron con la noticia de que Samuel García había decidido quedarse en la gubernatura y no participar en la elección presidencial. Aunque el mandatario había anunciado que se separaría del cargo para contender por la presidencia de la República, la incapacidad de dejar un “encargado de despacho” afín y las resoluciones contundentes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le impidieron salir a hacer campaña.
Después de días de tensión con los diputados locales, el joven gobernador, quien recientemente había solicitado licencia, anunció que reasumiría su cargo. La decisión se tomó después que la SCJN enfatizara que el Congreso local es la única instancia constitucionalmente avalada para designar gobernador interno, cargo que le confirió al ex vicefiscal, Luis Enrique Orozco. Dado que la Constitución General de la República establece que García Sepúlveda debía retirarse de su encargo seis meses antes para poder participar, una vez que no lo hizo, quedó descalificado para esta contienda.
Como es costumbre, en redes sociales surgieron versiones de que existen inconsistencias en el manejo del presupuesto estatal y señalamientos contra familiares, razón por la cual el emecista “no iba a permitir que hubiera otro gobernador interino que le abriera la cloaca”. Mas allá de estas críticas no verificadas, lo cierto es que al final de cuentas, se evidenció que la participación de Samuel no estaba del todo “planchada” con las fuerzas políticas locales.
Aunque el capítulo aún no está cerrado del todo, toda vez que seguramente habrá especulaciones jurídicas en torno al regreso en funciones del mandatario, lo cierto es que el problema real ahora lo tiene el “Partido Naranja”. Tras la renuncia del neolonés como candidato MC se ha quedado sin la posibilidad de hacer precampaña y sólo tendrá oportunidad de registrar a su candidato presidencial, hasta mediados del mes de febrero (entre el 15 y el 22). La gran pregunta es ¿quién cubrirá la vacante? ¿Estará en juego su registro? No lo sabemos aún.
Por encima de estas incógnitas, lo cierto es que el episodio en cuestión es bastante representativo de “la Nueva Política” -lema con el que pretendió basar su campaña García- que cada vez impera más en México y en el mundo. Vale la pena hacer algunas reflexiones sobre este lema, pues, aunque resulta atractivo mercadotécnicamente y parecería resaltar aspectos positivos, esto no es necesariamente cierto. Sirvan aquí algunos ejemplos: 1) Ante la necesidad de consensar con el aval de la oposición (PAN y PRI) en el Congreso local para pactar su salida, era suficiente redoblar su crítica mediante acciones mediáticas y comunicacionales; 2) Pensó también que podría imponer su narrativa, por encima de lo establecido en la Constitución y el marco institucional; 3) Apostó a generar percepciones, por encima de establecer acuerdos. Esa es “la nueva política”, aquella en la que la narrativa y la comunicación son empleadas para generar mover emociones y a partir de ello, conseguir lo que se busca. No siempre da buenos resultados.
El caso de Nuevo León no es excepcional. Esa “Nueva Política” es la que hemos visto en muchos episodios a lo largo del sexenio de AMLO. Otros como Trump, Bolsonaro, Johnson también la han impulsado. Se trata de la política que logra articular una conversación en torno a una causa o idea, que van mucho más allá de las condiciones formales preestablecidas. En este formato, la presión de las opiniones busca imperar -incluso con la voluntad irresponsable y caprichosa del líder- por encima del orden legal e institucionalmente acordado.
Para mala fortuna del mandatario neolonés, estas estrategias -aunque no siempre- son infructuosas cuando la ley lo impide. Para mala fortuna del estado de Nuevo León, le tocó que los gobierne alguien que confía en estas dinámicas. Afortunadamente, por el bien de México, la #SociedadHorizontal cada día toma más consciencia y castiga más, este tipo de acciones.
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