Trump ya maneja a la mayoría republicana en la Cámara a su antojo y busca que el costo político para Biden de la crisis en la frontera sea tan grande como para perder la posible reelección.
Donald Trump no es todavía ni candidato a la presidencia del Partido Republicano, pero ya influye de tal modo que pareciera que está gobernando.
Lo que pasó la semana anterior nos da un ejemplo de lo que debemos esperar para los siguientes meses.
Pero, antes de ver lo sucedido, permítame ofrecer un contexto.
El pasado martes 23 de enero, en las elecciones primarias de New Hampshire, Trump se impuso con cerca del 55 por ciento de los votos frente al 44 por ciento de Nikki Haley.
Es el segundo triunfo al hilo de Trump. No se recuerda a algún aspirante republicano que haya ganado Iowa y New Hampshire, a menos que fuera el presidente en funciones.
El 24 de febrero viene la siguiente primaria, en Carolina del Sur, el estado que gobernó Haley.
Las encuestas le dan a Trump una ventaja de alrededor de 30 puntos frente a la exgobernadora.
Es decir, salvo que hubiera un gran acontecimiento en materia judicial que frenara la carrera de Trump, va sin rivales a ganar la nominación republicana a la presidencia.
Aunque la nominación formal ocurrirá el 18 de julio en Milwaukee, en Wisconsin, todo indica que Trump amarrará la postulación desde mucho tiempo antes.
Hay quien piensa que a Trump aún podría inhabilitarlo para contender alguno de los juicios que enfrenta.
El más serio de todos ellos tiene que ver con los hechos del 6 de enero, cuando hordas de simpatizantes de Trump tomaron el Capitolio.
El problema es que el juicio comenzará el lunes 4 de marzo, un día antes del llamado ‘supermartes’, fecha en la que se realizan las primarias de 14 estados, que seguramente darán una ventaja definitiva a Trump.
No se ve factible que ese proceso legal descarrile la nominación de Trump, simplemente porque durará mucho tiempo.
La única posibilidad real es que la Suprema Corte de los Estados Unidos, definiera que, sobre la base de la Décima Cuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, se inhabilitara a Trump para contender por la presidencia, en virtud de haber promovido una insurrección.
Si esto no sucede y Trump sigue en la carrera, tiene amplias posibilidades de derrotar a Biden, en caso de que se mantuviera el statu quo y el presidente fuera el contendiente demócrata.
Trump, en ese escenario, llegaría a la presidencia el 20 de enero de 2025.
Sin embargo, por esa mera posibilidad, Trump ya está ejerciendo el poder.
La fuerza que tiene frente a la mayoría republicana en la Cámara de Representantes condujo la semana pasada a que se cerrara una posible negociación para aprobar el presupuesto para dar fondos a la seguridad de la frontera y también para Ucrania e Israel.
De acuerdo con el senador republicano Mitt Romney, Trump presionó a los republicanos para que no aprobaran ninguna iniciativa de Biden, aunque ésta fuera tan dura, como para considerar el cierre de la frontera con México en una situación excepcional.
Trump ya maneja a la mayoría republicana en la Cámara a su antojo y busca que el costo político para Biden de la crisis en la frontera sea tan grande como para perder la posible reelección.
Algunos consideran además que Trump llegaría a la Casa Blanca con el afán de torpedear a las instituciones que garantizan un balance de poder en Estados Unidos, como la Fiscalía o el FBI, o las reglas de distritación para el sistema electoral.
En 2017 fue gracias a toda una operación política que implicó, entre otras cosas, hacer ‘perdedizo’ el memorándum de repudio al TLCAN, gracias a la intervención del secretario de Agricultura, Sonny Perdue.
Ahora, no se sabe en qué medida los republicanos más sensatos pudieran aparecer en el primer círculo de Trump y en qué medida podrían influir para que no tomara decisiones suicidas que golpearan a México.
Lo que sucedió hace pocos días nos muestra que el país va a estar por muchos meses en el filo de la navaja, debido al cambio político en Estados Unidos.