Derrapó al ir en estado de ebriedad y perdió la vida al instante.
✍?Mario Gerardo Ortiz
El oscuro velo de la fatalidad se cierne sobre Tuzantán, Chiapas, con la noticia desgarradora de la muerte de Ángel “N”, un joven de tan solo 24 años.
La calle principal del cantón Islamapa Xochiltepec se convirtió en el escenario de una tragedia que deja a una familia envuelta en un manto de tristeza.
Ángel, identificado como el protagonista involuntario de esta dolorosa narrativa, vestía su último atuendo: una playera roja, pantalón camuflajeado verde y unos tenis negros.
Su vida se apagó mientras se desplazaba en el asfalto a bordo de una motocicleta anaranjada y negro Itálika, sin placas de circulación.
La sombra de la intoxicación etílica parece haber empañado su juicio, llevándolo a un trágico desenlace. El rugido del motor se silenció abruptamente cuando Ángel derrapó en la oscuridad de la noche, dejando tras de sí una estela de dolor y desesperanza.
El diagnóstico post mortem reveló la cruel verdad: traumatismo craneoencefálico selló su destino. Sus sueños, anhelos y promesas quedaron interrumpidos en ese fatídico momento.
El cortejo sombrío de la muerte llevó el cuerpo de Ángel al Servicio Médico Forense en el ejido Álvaro Obregón, de la ciudad de Tapachula.
Allí, entre sombras y susurros, se realizará la necropsia de ley, buscando respuestas a la pregunta más desgarradora: ¿Por qué?
Hoy, Tuzantán llora la pérdida de un alma joven, recordando que en la fragilidad de la vida, la prudencia y el respeto a la propia existencia son imperativos ineludibles.
La comunidad se une en el duelo, buscando consuelo en la memoria de Ángel L., cuya luz se apagó prematuramente en el oscuro rincón de la tragedia.


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