Xóchitl Gálvez, la oposición y los marchistas deben asumir que hay que dar un salto hacia terrenos de riesgo que van más allá de dialogar con los convencidos.
Para que Xóchitl Gálvez pueda revertir la enorme ventaja de Claudia Sheinbaum tiene que ir por más de los 15 o 18 millones, a decir del Presidente, que muy probablemente votarían por ella.
El número significa una tercera parte del registro electoral. Mientras no vaya por otros electores y la oposición y los marchistas sigan en el diálogo circular el resultado será su destino, como con lucidez, apunta Mauricio Merino.
Claudia Sheinbaum no tendría por qué buscar más electores, sin por ello dejar de hacerlo. Con lo que tiene le alcanza. Lo que tiene que garantizar es que esa base electoral se presente en las urnas.
Los seguidores del Presidente van a votar por Claudia a pesar de que tengan diferencias con ella o que la vean de otra manera de como ven a López Obrador, a quien se le ve con admiración, sin cuestionamientos, de manera incondicional e incluso con tintes místicos.
Lo que tiene que hacer Morena es buscar salir lo menos golpeado del proceso de selección de aspirantes a la infinidad de cargos que están en juego. No es casual que la candidata del Presidente se mueva en terrenos en que corre pocos riesgos.
Estos días la metieron en apuros, porque Xóchitl Gálvez se le adelantó visitando al Papa y el domingo la marcha le ganó espacios. La agenda terminó por definirse de la mano de la oposición con todas las repercusiones que tuvo la marcha, lo que incluye las reacciones del Presidente y de su candidata quienes se encargaron de seguir dándole vuelo.
Claudia Sheinbaum tiene en la mira a la clase media, pero sabe que no es nada sencillo, por todo lo que su mentor ha provocado en la vida y los ánimos de este estratégico sector. Pero insistimos, con lo que hoy tiene pudiera ser suficiente para ganar las elecciones.
Xóchitl Gálvez tiene un panorama diferente. Se ha establecido un diálogo circular al interior de la oposición y los simpatizantes de la marcha. No se ha logrado avanzar más allá y quizás se pueda deber, entre otras razones, a que los marchistas le toman una distancia a los partidos a pesar de que pudieran tener a Xóchitl como opción para enfrentar a López Obrador y a Claudia Sheinbaum.
Si no logra la hidalguense dar este salto va a ser difícil que entre en una competencia real con la candidata del Presidente. Es sabido que muchas cosas pueden pasar de aquí al 2 de junio; sin embargo, no se puede jugar políticamente a esperar que se cometan errores o que se filtre información que pudiera tener riesgosas repercusiones, porque esto igual va para una candidata y la otra.
El Presidente no va a dejar de estar en la elección. Se ve que no le va a importar la crítica de la oposición o lo que las leyes electorales impidan. Cuando se habla de una elección de Estado tiene que ver con que el Presidente y los gobernadores se mantengan al margen y respeten el proceso electoral.
Hay muchos indicios para saber que por ahora esto no está sucediendo. El oficialismo ha colocado el escenario político en los terrenos de buenos y malos, ante lo cual las eventuales violaciones a las leyes se puedan justificar en función de lo que apuestan: un bien mayor, el cual ellos encabezan y enarbolan.
Xóchitl Gálvez, la oposición y los marchistas deben asumir que hay que dar un salto hacia terrenos de riesgo que van más allá de dialogar con los convencidos.
El oficialismo de la mano del Presidente tiene un voto duro que no va a cambiar. La oposición tiene como máximo una tercera parte de los votantes. Si quieren subirse al ring en serio deben asumir que tienen que enfrentar la elección con riesgos y, sobre todo, deben dejar a un lado su diálogo circular.