El periodismo ha terminado por ser el adversario del inquilino de Palacio Nacional.
La mala relación entre los gobernantes y los medios de comunicación no es un fenómeno propio de nuestro país, pero no hay duda de que en los últimos años en México todo se ha agudizado. El periodismo ha terminado por ser el adversario del inquilino de Palacio Nacional.
La poderosa estructura de los medios es un poder frente al poder. Los políticos se la pasan tratando de entenderse con los dueños de los medios, porque saben que con ellos se establece el proceso de la gobernabilidad.
En los últimos años hemos visto cómo los grandes medios de comunicación se han convertido en conglomerados económicos y financieros, lo que ha incrementado de manera desbocada su poder. Si en algún tiempo los dueños de los medios solamente vivían de la televisión, radio y periódicos ahora son propietarios de la industria del espectáculo, deportiva, bancaria y en los últimos años han entrado de lleno a las redes.
Se han convertido en un poder real ante el poder político, el cual entiende que hay que atender y hay que buscar la forma de poder sobrellevar las cosas. Lo sucedido en el 2012 con Peña Nieto es algo que López Obrador vio en primera fila. Nunca se pudo distinguir en el marco legal, en particular en Televisa, la diferencia entre una noticia y una inserción pagada como se hace en los medios impresos. Peña Nieto invirtió dinero para aparecer diariamente en lo que era de hecho su campaña presidencial; evidentemente los “favores” se pagaron.
López Obrador lo hizo ver en varias ocasiones y ésa es una de las razones por las cuales habló del sector empresarial como la “mafia del poder”, a la cual, por cierto, ha recibido en su sexenio con agrado en Palacio Nacional.
El Presidente se la pasa señalando a los medios, porque asegura que en los últimos sexenios le han cerrado las puertas y lo han tenido en la mira. No es del todo cierto, porque muchos medios y periodistas abrieron sus espacios para escucharlo entendiendo la importancia de la pluralidad y de la libertad de expresión. Hoy no lo reconoce y generaliza, quizá porque lo ha olvidado o porque forma parte de una estrategia que busca hacer ver una relación rijosa con periodistas y medios, la cual le reditúa ante sus millones de seguidores.
El Presidente entiende la importancia de señalar a los medios por la gran influencia que tienen ubicándolos con una mirada de pasado más que de presente. No se puede soslayar que medios y redes han jugado en ocasiones un papel “crítico” sin fundamentos hacia el Presidente, pero también es cierto que como nunca antes, hecho que consideramos positivo, el Presidente ha respondido y ha logrado tener incluso mayores espacios en los propios medios señale lo que señale en la mañanera.
Los dueños de los medios saben que no pueden vivir peleados con el Presidente. La dinámica obliga a entendimientos con todo y las grandes diferencias que en la mayoría de los casos acaban resolviéndose bajo la mirada presidencial.
Lo que ha logrado López Obrador es que entre sus millones de seguidores se haya creado un estereotipo sobre el periodismo, el cual no necesariamente tiene que ver con lo que está pasando en la cotidianidad. Las respuestas del mandatario en ocasiones están en línea directa con su inconformidad ante la crítica y no en relación con el contenido de ella a la cual muy a menudo se le responde con “tengo otros datos” que no terminamos por conocer.
Los ánimos no van a cambiar. Se han abierto muchos frentes que ya no hay manera de resolver, porque además no hay voluntad para ello.
El periodismo seguirá siendo señalado. Está en su deber seguir ejerciendo la crítica, lo que viene no va a ser nada grato.
El periodismo es el adversario por encima de la oposición.