La cercada palabra de José Falconi
En Golpe de agua, antología personal del poeta chiapaneco José Falconi, se eslabonan composiciones publicadas a lo largo de 35 años, desde su primer libro Aguamuerte, de 1978 hasta XXI Sonetos para Refugio Pereida (Diablura y Fondo Editorial del Estado de México), del año 2013. También encontramos poemas de los libros Escribo un árbol (UNAM, 1991) y Corazón del sueño (2002). Composiciones de cuatro momentos vitales, de cuatro posiciones frente al mundo, frente a la realidad, de una de las voces más personales de la literatura hecha por chiapanecos y, a la vez, uno de los autores que incorpora no solo el ánimo y vigor de nuestro ser latinoamericano, sino el espíritu mismo de su época, sin la que no comprenderíamos la nuestra.
José Falconi es un poeta que surge en el México de los 70, patria posrevolucionaria e institucional, el México posterior a Tlatelolco, el México de las Olimpíadas y el Mundial de fútbol, el país del desarrollo estabilizador en declive, el del promisorio populismo y la intuición del nuevo orden, neoliberal. El país polarizado como el orbe entero durante la Guerra fría. El país donde había llegado la contracultura, el hipismo: la chaviza soñaba verdemente con la ortodoxia marxista, o traspasaba las puertas de la percepción como Jim Morrison en el Forum de la Ciudad de México… el país en el que emergió la literatura de la onda, sí, desde la erudición rockera de José Agustín hasta la locura frenética de Parménides García Saldaña. Todos traspasados por Castaneda o Blavatsky, Jimi Hendrix o el Tao te King.
Un país en que los veinteañeros adquirían la conciencia de clase, donde la politización de la juventud y el miedo latente de una posible militarización convergían en un estrato subyacente a la gran familia de la clase media cuya tranquilidad, aunque fuera en apariencia, no se vería vulnerada por un crimen de Estado como el acaecido el 10 de junio de 1971. Entretanto, un joven poeta más cercano al voraz tumbo del deseo que desemboca en la aniquilación del ser, que a todo artificio de intenciones vanguardistas, nos dice:
cantaban antonín artaud y lao-tsé desde una radio metafísica
y yo veía pasa cadáveres con sus zapatos de arlequines en las manos
cadáveres eróticos que aún en la muerte gritaban
“viva zapata/
viva juan de arco
viva rimbaud y su corazón de chocolate
el che Guevara y la flor azul de su locura!
y yo era
bajo los golpes de los agentes de la policía secreta secretísima
un animal enfermo que quería, pero no podía morir.
Testimonio del espíritu de esa época, “Variaciones sobre un tema y otros poemas” (UNAM, 1979), uno de los pasajes de Aguamuerte, como se presenta en “Golpe de agua”, mereció el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer en 1978, además de motivar una nota de Ida Vitale, Premio Cervantes 2018, sobre el trabajo del poeta nacido en el Barrio de San Roque, en Tuxtla Gutiérrez, en 1953. Por su parte “Escribo un árbol” fue comentado por los poetas Carlos Illescas y Óscar Oliva. Otros autores chiapanecos han estado vinculados temática y vitalmente, por su cercana amistad, con nuestro autor: Raúl Garduño, Joaquín Vázquez Aguilar y Óscar Wong, quien encontró en la escritura de Falconi <<un pájaro que trina una sinfonía acaso infame, la cual alcanza marcadas resonancias en el océano donde reposan los que aman>>.
En la poesía de José Falconi encontramos, como en toda expresión genuina, creadora, un enriquecimiento de la realidad, dado que su palabra no oculta la diafanidad de la experiencia, no sustituye la captación de nuestro perpetuo “estar lanzados en el mundo”, no aniquila la constatación de nuestro desarraigo original, como la palabra profana, sino que trastoca nuestra red de relaciones inmanentes, las desvía de su cauce, permitiendo el advenimiento de nuevos enlaces entre hechos e interpretaciones, sucesos y decesos, vestigios y vaticinios, imágenes y abismos; revierte el encierro unívoco del lenguaje, lo salva de su magra función comunicativa y suspende la mera descripción, el llano testimonio y el desgastado efectismo, el artificio inauténtico de la imagen por la imagen: en la poesía de Falconi se hayan nuevas rutas al enfrentamiento del hombre, ser histórico, hacedor de sí en la cultura, con la inapelable y casi incognoscible realidad, mediante su refiguración en múltiples planos de sentido, en los que el buen lector, buscador de sí, se hallará en los otros, en comunión y en divergencia, en disidencia o acuerdo, en el tornasol de lo que somos, de los que hayamos en el Verbo, en el buen decir, la paradoja de lo humano. Mas, ¿Qué nos dice el vate, respecto a su creación?:
Este poema es un cuchillo de bruma
es una broma que brama y siembra confusión
como una flecha que atravesara una parvada.
La palabra de José Falconi nos permite descubrirnos, una vez más, como siempre: en la contemplación, el misterio de la experiencia estética. Leer es poner el cosmos en operación. Leer poesía, reinventarlo. Conjuro contra la vacuidad que nos acecha, contra el absurdo choque entre el mundo y lo que somos. Tiempo original, imagen sonora y conocimiento del ser, felizmente conjugados. Más allá de la palabra no hay nada, sino luz inmarcesible. El destello amargo, luciferino y prometeico está reservado para Adam, Orfeo, Dante o el bardo a quien la diosa elija. Si bien, su voz es de solar raigambre el magnetismo de la madrugada, la raíz lunar florece en su palabra.
Díganme ciegos, cómo es un cuervo
pájaros dentirrostros invadieron mi cuarto
cada uno portaba una parte de tu ser
comenzaba a reconstruirte como modelo para armar.
Terror y horror, nupcias de la mar y el sol, en esta escritura hallamos el pulso, -tumbo y retumbo, doble signo vital del universo- de una realidad aparte, el ensueño irrumpe como un manotazo de silencio, ante la estridencia del mundo. Gracias al vate, amigo y tocayo por su honestidad en el ejercicio de la más peligrosa e ino