Hemos llegado en México al extremo de la barbarie. Es un término propio de la época de las cavernas, cuando el hombre era salvaje, ignorante, inculto y bárbaro.
✍?Alejandro Moguel
Hemos llegado en México al extremo de la barbarie. Es un término propio de la época de las cavernas, cuando el hombre era salvaje, ignorante, inculto y bárbaro. Hoy, la gente se comporta de esa manera porque ya no tiene otra opción para defenderse de la maldad de otros.
No tiene opción porque han sido abandonados por sus autoridades. En muchos casos, los gobernantes parecen estar pintados. Han abandonado a sus sociedades a su triste suerte.
Eso ocurrió hace apenas ocho días, el miércoles 27 de marzo de 2024, en plena Semana Santa, la niña Camila, de tan sólo 8 años de edad, fue secuestrada en Taxco, Guerrero, por quien los delincuentes pedían un rescate de 250 mil pesos; sin embargo, cerca de las 4:00 horas del jueves su cadáver fue encontrado en una bolsa negra, a la orilla de la autopista a Zacapalco.
La desaparición de la pequeña, quien fue vista por última vez alrededor de las 15:00 horas y cuyos padres inicialmente pensaban que su hija había ido a jugar con una amiga, orilló al levantamiento de la denuncia, a la publicación de la fotografía de la menor en redes sociales, en las que pedía apoyo para encontrarla.
Las investigaciones condujeron a un domicilio en el barrio de La Florida, donde, supuestamente, los plagiarios, una mujer, su esposo y su hijo, se resguardaban.
Entre las pesquisas se encontró un video de una cámara de seguridad en el que se ve a la mujer, que llevaba cargado un cesto, abordar un taxi, mientras que un hombre, el chofer del taxi, viene cargando una bolsa negra, misma que echa en la cajuela del carro.
Luego de ello, los secuestradores contactaron a la familia de Camila, a quienes les exigían el pago de 250 mil pesos como rescate, dinero que, supuestamente, fue pagado, pero la menor fue encontrada muerta en la bolsa negra.
Tras las investigaciones se desprendió que los presuntos secuestradores eran los padres de la amiguita de Camila, por lo que fueron detenidos por elementos de la Fiscalía General del Estado (FGE).
LINCHAMIENTO
Todos los hechos se sucedieron en un tiempo muy corto. Por eso la gente estaba enardecida e incontrolable. La policía sí intervino y ya había detenido a los presuntos responsables del secuestro y muerte de la menor, sin embargo, cuando iban a sacarlos, a las 12:40 horas de ese mismo jueves, una turba enardecida de vecinos, quienes se habían plantado frente a la casa para que no escaparan, se manifestaron violentamente en demanda de justicia. Se dirigieron a donde estaban los presuntos culpables de la muerte de la niña, a quienes bajaron de las patrullas y, ante la mirada impávida de policías y guardias nacionales, arremetieron contra los detenidos, con lo que tuvieron a la mano: palos, piedras, tubos, cinturones, botellas de vidrio que les reventaron en la cabeza, puñetazos y patadas
Fue tanta la golpiza que recibió la mujer, más tarde identificada como Ana Rosa, que falleció después, como consecuencia de los innumerables golpes que la furiosa multitud le propinó. Entre quienes lincharon a Ana Rosa estaba una mujer que, enardecida por el crimen de Camila, pateó a la presunta secuestradora mientras le gritaba que no secuestraría su hermana, a su madre, a su hija.
La barbarie está sustituyendo a la incapacidad de las autoridades por brindar seguridad a sus ciudadanos. Están haciéndose justicia por propia mano. ¡Que tristeza, en serio!
Eso no es nuevo. Ya sucedió hace veinte años. El jefe de Gobierno de la Ciudad de México era otro cuatroteísta, Marcelo Ebrard y el presidente de México era Vicente Fox Quesada.
Las tres personas amarradas, golpeadas y linchadas fueron los agentes federales Víctor Mireles Barrera, Cristóbal Bonilla Martín y Edgar Moreno Nolasco, quienes se encontraban vestidos como civiles e investigando una red de narcomenudeo abordo de un automóvil, justo afuera de la escuela primaria.
Era el 24 de noviembre de 2004 cuando la Ciudad de México, entonces llamada Distrito Federal, vivió uno de sus momentos más atroces y desgarradores como sociedad, pues en el pueblo de San Juan Ixtayopan, de la alcaldía Tláhuac, tres policías fueron confundidos por sus habitantes, les prendieron fuego en vida y dos de ellos murieron; un linchamiento que es recordado como uno de los días más grises de la ciudad capital, relató en su momento Fuerza Informativa Azteca.
Los datos recuerdan cómo sucedió aquel atroz linchamiento en Tláhuac, en donde tres elementos de la Policía Federal Preventiva que trabajaban en cubierto, fueron confundidos al exterior de la escuela primaria “Popol Vuh”.
“Los rodean, los desarman, los golpean y finalmente los linchan… Les prenden fuego con gasolina”, describió el reportero de Fuerza Informativa Azteca (FIA), Tritón Díaz, quien catalogó ese momento como inolvidable en su carrera.
Como “un espectáculo dantesco” describe Díaz este episodio de La Galera, pues decenas de pobladores de San Juan Ixtayopan, algunos incluso acompañados por sus hijos, fueron a patear, apalear e incendiar a los oficiales, quienes nunca pudieron identificarse como elementos de policía.
¿La razón? Los pobladores de Tláhuac confundieron a los agentes de policía con secuestradores, también llamados “roba chicos”, por lo que la gente enardecida decidió emplear su propia venganza y quemar vivos a los agentes de policía, a uno de ellos incluso quisieron electrocutarlo.
Es inconcebible. Han transcurrido veinte años desde aquel triste y lamentable suceso, y las historias se repiten, porque la realidad sigue siendo la misma: la policía no cuida a los ciudadanos. El gobierno mantiene la impunidad de siempre. No investiga los hechos delictivos y, por tanto, nunca detiene a los transgresores de las leyes y jamás los castiga. México sigue manteniendo la increíble cifra de 97% de los delitos no son castigados. Y, todavía peor, cuando la policía detiene a algún presunto responsable, lo hace por consigna política o porque necesita a un chivo expiatorio. Rara vez detiene al verdadero culpable de un delito.
alexmoguels@hotmail.com
