La opción, pues, el 2 de junio es clara y única: votar por la permanencia y consolidación de un régimen (casi) dictatorial o asumir la reconstrucción responsable de la lesionada democracia…
Ocho días apenas ante de los trascendentes comicios del 2 de junio, está claro que la opción para el ciudadano consciente —aunque no todos lo somos, es verdad— será elegir entre la prolongación de un régimen autocrático y claramente ineficaz o por quienes están apostados por la restauración y normalización democrática, y que pese a sus innegables limitaciones, asumen el compromiso de avanzar por la ruta del desarrollo en un entorno de respeto al derecho y a las libertades ciudadanas.
Una sola opción de sufragar, valga decir representada, la una, por Andrés Manuel López Obrador y su impuesta aspirante a sucederle Claudia Sheinbaum, cuya declinante gestión marcada por la absurda y socialmente costosa política de abrazos, no balazos respecto del crimen organizado que, en los hechos, le convirtió en el régimen más violento de la historia moderna con algo más de 190 mil homicidios dolosos, el mayor número de feminicidios y asesinatos a menores y, por si fuera poco, por una incomprensible entrega de espacios de poder reservados a los civiles al Ejército y, la otra, sustentada en la alianza tripartida de PAN, PRI y PRD, un sinnúmero de organizaciones ciudadanas y su ascendente candidata Xóchitl Gálvez Ruiz, empresaria apartidista y defensora de los derechos de los pueblos indígenas.
Una disyuntiva que por un lado, insiste en defender la realización de obras suntuarias de altísimo costo que han dado paso a toda suerte de actos de innegable corrupción, que ha alentado la polarización y confrontación entre sectores y ha dejado en el abandono programas de desarrollo y en materia de salud y/o educación que evidenciaban avances y, en el frente contrario, la sustentada propuesta de retomar “lo que se ha hecho bien…” y cancelar todo aquello que no implique más que la erosión del erario en beneficio de unos cuantos apoyadores acríticos.
Hablamos, pues, de un panorama donde no caben las incertidumbres y las dudas, insistamos, para el ciudadano consciente que se muestra decidido a ejercer su derecho al voto con responsabilidad y viendo al bienestar de la nación por encima del propio u otros intereses. La opción, pues, el 2 de junio es clara y única: votar por la permanencia y consolidación de un régimen (casi) dictatorial o asumir la reconstrucción responsable de la lesionada democracia…
