En las dos elecciones presidenciales anteriores se dio un 63% de votación. Los analistas consideran que si se llega a esa cifra las posibilidades de un triunfo de Xóchitl son mayores.
✍?Juan Carlos Cal y Mayor
Es probable que la votación del próximo 2 de junio sea histórica en términos de participación. En las dos elecciones presidenciales anteriores se dio un 63% de votación. Los analistas consideran que si se llega a esa cifra las posibilidades de un triunfo de Xóchitl son mayores. Yo creo que será aún mayor. En esta ocasión confluyen más de 20 mil cargos de elección entre los que destacan elecciones municipales, estatales y federales. Hay 9 gubernaturas en juego, así que la disputa por el poder se dará en cada palmo del territorio nacional.
Considerando un padrón de 98 millones de electores, cada punto porcentual equivale en promedio a un millón de votos. Resulta toda una incógnita aproximarse a un porcentaje de participación. No hay manera de medirlo. Ya hemos explicado muchas veces que Morena arrancó con preferencias en la presidencia y las gubernaturas dado que sus procesos internos fueron como una elección abierta donde el despliegue propagandístico rebasó por mucho los gastos de campaña de una elección. Es tan notorio que ahora se aprecia una publicidad mucho menor y esto porque el INE monitorea tales gastos y ya no se puede abusar como sucedió antes durante los procesos internos.
EL ESCENARIO CAMBIÓ
No es de extrañar entonces que la mayoría de las encuestas optarán por la única opción visible mucho antes del proceso. Ese escenario ya cambió. La elección comenzó finalmente y se acotó a tres meses para la presidencial y hasta dos y un meses para las elecciones locales. Rápidamente comenzaron a modificarse las preferencias y eso se aprecia en las elecciones para gobernador y alcaldes. Del triunfalismo de Mario Delgado que anunciaba carro completo, pasamos a un mínimo de dos gubernaturas (Tabasco y Chiapas) y el resto ahora están en disputa donde en realidad todo puede pasar.
EL EFECTO FOX
Nadie esperaba en el 2000 que Vicente Fox ganara las elecciones presidenciales. La mayoría de las encuestas daban el triunfo a Francisco Labastida y se equivocaron. Fox no solo ganó la presidencia, sino que hizo ganar a lo largo y ancho del país muchas candidaturas en disputa. Fue el llamado efecto Fox, que luego los analistas se empeñaron reanalizar. Sus pronósticos fallaron. La maquinaria oficial falló, solo que en esa ocasión el presidente Zedillo no se metió a la elección como ahora lo hace López Obrador. Ya para el 2018 no hubo mayores sorpresas. En su tercer intento López Obrador creció como espuma en las encuestas luego un desastroso fin de sexenio de Peña Nieto que se hundió en un 20% de simpatías como nunca antes otro presidente.
¿NULIDAD DE LA ELECCIÓN?
Para esta ocasión hay nuevos componentes. Un montón de siglas partidistas que aparecerán en las boletas electorales. Es previsible entonces que se presenten varios escenarios. Nada de que la elección es un mero trámite. Dudo que se dé un holgado triunfo de Claudia Sheinbaum. El nerviosismo y la incertidumbre merodean su campaña más allá de las sonrisas. Lo que les preocupa en todo caso, es ganar con una diferencia menor al 5% lo cual pone en alto riesgo la calificación por parte del tribunal electoral que tendría que valorar, como lo hizo en 2006 con la elección de Calderón, la injerencia del presidente López Obrador. Solo que ahora hay una diferencia. Derivado de ese conflicto post electoral se decidió elevar a nivel constitucional el mandato de neutralidad presidencial que el presidente ha desacatado olímpicamente. En más de 50 ocasiones el INE lo ha reconvenido y él se lo ha pasado por el arco del triunfo. El riesgo es que se declare la nulidad de la elección lo cual nos pone en un serio conflicto.
LA CALIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN
De igual manera podría suceder con Xóchitl si no alcanza más del 5% de diferencia porque ya sabemos que el presidente jamás ha reconocido una derrota. Solo que ahora las cosas son diferentes. No hay nada que achacarle a Xóchitl que pueda poner en riesgo un triunfo obtenido en las urnas. Y en todo caso lo que menos importa es si el presidente reconoce o no el resultado electoral. Sobre todo, si el INE y el TRIFE deciden que el triunfo es legal y legítimo.
Lo deseable en todo caso es tener un resultado, nos guste o no, lo suficientemente holgado para que, aunque sea a regañadientes, se reconozca el resultado en las urnas. Por eso es importante que el día de la jornada electoral transite sin contratiempos. A nadie le conviene que suceda algo que ponga en riesgo la credibilidad del proceso. El resultado, más allá del triunfalismo, es la gran incógnita que habrá de despejarse en los próximos días. Ojalá sea un incentivo para una nutrida participación como nunca antes. Esperemos que así sea.
jccymf@yahoo.com
