¿Te imaginas cuántas personas desearían conocer Chiapas?
✍🏽REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Cuando era niño – hace apenas unas tres décadas -, Chiapas era un mundo por descubrir. Mis recuerdos de infancia están marcados de viajes que nos llevaban a recorrer cada rincón del estado, un paraíso de diversidad natural y cultural. Al menos una vez al mes, emprendíamos en familia una nueva aventura: Palenque, San Cristóbal de las Casas, las Cascadas de Agua Azul, las Lagunas de Montebello, el imponente Cañón del Sumidero… Cada destino era una joya que nos deslumbraba y que ahora, con los años, revive en mi memoria como un eco lejano de un Chiapas que se sentía invulnerable, seguro y abierto al mundo.
Recuerdo esos días en los que podíamos viajar sin miedo, cuando las líneas y reflejos de la carretera fueron mis primeros reflectores y un legendario vocho -de los últimos – , mi primera cabina de radio. Así conocí los rincones más hermosos de este estado, un mosaico de paisajes que hoy solo puedo recorrer en sueños. Y así también descubrí lo que quería ser de grande.
PERO ESTA NOCHE, ESE SUEÑO FUE DISTINTO
Soñé que intentaba regresar a esos lugares que tanto amé, pero algo en el ambiente había cambiado. Las risas y la tranquilidad habían sido sustituidas por un silencio inquietante. La inseguridad se había apoderado de cada carretera, de cada sendero, de cada sitio arqueológico. En el sueño, las maravillas de Chiapas estaban envueltas en una niebla de miedo, una sombra que ni siquiera la luz del sol podía disipar. La violencia, esa que hasta hace poco parecía tan lejana, había tomado el control, haciendo inaccesibles los lugares que un día fueron el orgullo de nuestro estado.
Desperté con un nudo en el estómago, dándome cuenta de que lo que había soñado no era una simple fantasía nocturna, sino un reflejo de nuestra realidad actual. Chiapas, el estado que un día atrajo a miles de turistas por su riqueza cultural y natural, se ha convertido en un lugar donde el miedo es el nuevo guía turístico. Las cifras no mienten: la violencia y la presencia del crimen organizado están destruyendo lo que antes era un paraíso para los visitantes.
Como si un ataque silencioso hubiera invadido nuestro estado, los turistas, antes ansiosos por explorar nuestras maravillas, ahora se ven obligados a mantenerse en silencio, temerosos de atraer la atención de las fuerzas que acechan en cada esquina. Según El País, lo que antes era un destino ideal para turistas, ahora es un territorio donde la inseguridad afecta tanto a visitantes como a locales. Las maravillas de nuestro estado están atrapadas en un pozo de violencia que parece no tener fondo. Este clima de inseguridad ha dejado su huella en el sector turístico, como lo menciona Milenio. Las voces de quienes dependen de este sector reflejan una realidad desalentadora: el turismo en Chiapas está en crisis. Lo que antes era una fuente de orgullo y sustento para muchos, ahora está amenazado por el miedo y la violencia que se han apoderado de nuestras carreteras, caminos y destinos.
Las ruinas mayas, que en mi infancia eran lugares de asombro y aprendizaje, ahora son inaccesibles para muchos debido a la presencia de grupos criminales, como destaca El Financiero. Las extorsiones y enfrentamientos han convertido estos sitios en zonas de peligro, alejando a los turistas que antes acudían en masa. ¿Te imaginas ahora cuántas personas desearían conocer Chiapas así, pero asustadas por el miedo a la inseguridad, prefieren quedarse en casa?
EL TERROR SILENCIÓ LAS MARAVILLAS DE CHIAPAS
¿Qué ha pasado con el Chiapas que conocí de niño? ¿Dónde quedó la tierra de maravillas que alguna vez fue? La realidad es que, hoy en día, muchos prefieren quedarse en casa, evitando los riesgos que implica recorrer nuestras carreteras y caminos. El miedo ha eclipsado la belleza de nuestro estado, y lo peor de todo es que parece que estamos viviendo en un sueño del que no podemos despertar.
Además de la inseguridad, los conflictos sociales también han afectado gravemente la llegada de turistas a Chiapas. Los visitantes se enfrentan a una realidad donde pueden ser cobrados arbitrariamente, sin regulación alguna, y donde nadie garantiza su seguridad. Este desorden contribuye aún más a la crisis en la que está sumido nuestro turismo.
Es hora de que enfrentemos esta realidad. No podemos seguir negando lo evidente: Chiapas está perdiendo su esencia, está perdiendo su seguridad, y con ello, está perdiendo a su gente. Los turistas ya no llegan como antes, y los que se atreven a venir lo hacen con la incertidumbre de si podrán regresar sanos y salvos a sus hogares. Como bien lo expresó el poeta Enoch Cancino, Chiapas a veces se convierte en la esencia de una lágrima contenida, en un grito ahogado, en un suspiro de fe que se reprime.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, al igual que en mi sueño, parece negarse a ver lo que está sucediendo. Pero nosotros, los que vivimos aquí, no podemos darnos ese lujo. Debemos alzar la voz, exigir seguridad y recuperar el Chiapas que un día fue un paraíso en la Tierra. Solo así podremos asegurar que las futuras generaciones también puedan descubrir, como yo lo hice, las maravillas de nuestro estado sin temor a lo que pueda acechar en cada esquina.
Hasta entonces, seguiré soñando con ese Chiapas de mi infancia, esperando que un día, ese sueño pueda volver a ser nuestra realidad.
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