En el país de las telenovelas, todo se convierte en espectáculo, incluso la política.
✍?REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Imagina que despiertas una mañana con el sol colándose por las persianas y el sonido distante de un noticiero en la televisión. El café está en la mesa, pero su aroma no logra despertarte del todo. Aún estás somnoliento, atrapado entre el sueño y la vigilia, tratando de recordar si lo que escuchaste fue real o simplemente una broma cruel de tu mente cansada.
Pobre México, todo lo cree. Lo pensé en ese momento y lo pienso ahora, mientras miro la pantalla de mi teléfono y leo las noticias que se desbordan en redes sociales. ¿Qué es real y qué es fantasía en un país donde la televisión y las plataformas digitales parecen escribir el guion de nuestras vidas? En la misma madrugada en que Adrián Marcelo “se fue”, el Cámara de Diputados aprobó la Reforma Judicial del presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo llegamos aquí? Una vez más, la tele al servicio del Estado, la vieja alianza que nunca muere.
LA TELE DE ANTES
Recuerdo cuando era niño, el Chupacabras me daba miedo. Pensaba que acabaría con el ganado del rancho de mis abuelos. Me tapaba el cuello cuando me mandaban a la tienda de noche y no pasaba debajo de los árboles. Ese miedo irracional que sentíamos, alimentado por historias y noticias, no era más que el resultado de una narrativa creada para distraernos. Televisión Azteca se encargaba de buscarlo, con Javier Alatorre presentando, con su impetuosa y solemne voz, las trágicas historias de animales muertos por todo México con un agujero en la garganta. Y hoy, aunque la criatura ha cambiado, la táctica sigue siendo la misma.
Recordemos el juramento de una generación entera, los que nacimos entre los ochenta y los noventa. Crecimos en un México que juró deshacerse del monopolio mediático de Televisa, esa gran bestia que moldeó la mente de nuestros padres y abuelos. Sin embargo, aquí estamos, años después, aún atrapados en sus redes. La generación que juró destruir el imperio que construyó Emilio Azcárraga Vidaurreta sigue siendo su presa, cautiva de sus nuevas estrategias y narrativas.
Y no es que la manipulación sea nueva; es simplemente más sofisticada. Antes, la televisión nos ofrecía el consuelo de los melodramas eternos y las comedias ligeras. Hoy, el entretenimiento se viste de conciencia social: debates televisados sobre la violencia de género, la salud emocional, la diversidad sexual. Pero no nos engañemos, no son más que guiones bien pensados para mantenernos enganchados, para que creamos que estamos participando en algo importante.
LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
Aquí es donde la Teoría de la Aguja Hipodérmica entra en juego. Esta teoría, que nos enseñaron en la universidad, sugiere que los medios de comunicación tienen un efecto directo y poderoso sobre las audiencias, como si inyectaran ideas y creencias directamente en nuestras mentes. La audiencia, en este marco, es vista como pasiva, absorbiendo los mensajes sin cuestionar. Es fácil ver cómo “La Casa de los Famosos México 2” funciona como la nueva aguja hipodérmica, transmitiendo mensajes que mantenemos sin cuestionar, entretenidos por el drama mientras se nos escapa lo esencial.
Pero no termina ahí. Pensemos en la Teoría del Cultivo de George Gerbner, que sugiere que la exposición prolongada a los contenidos de los medios puede influir en nuestra percepción de la realidad. Si crecimos viendo historias sobre el Chupacabras y otras criaturas que desviaban nuestra atención de los problemas reales, ¿qué nos hace pensar que no estamos siendo cultivados de manera similar ahora? Los medios nos cultivan, nos preparan para aceptar ciertas realidades como normales. La violencia de género se convierte en un segmento más en el show de la tarde, la diversidad sexual en una subtrama que genera rating, y la salud mental en un tema de conversación pasajero. Este cultivo no es solo para entretener, sino para moldear una realidad donde los problemas sociales son solo elementos del guion.
Y luego está la Teoría del Marco (Framing Theory). Los medios no solo deciden qué noticias se cubren, sino cómo se presentan. En el caso de Paulette Gebara Farah, la niña desaparecida en 2010, Lily Téllez, hoy senadora y entonces reportera estrella de Televisón Azteca, se acostó en la cama junto a la mamá de la pequeña, en una escena que buscaba conmover a todo México. Pero, ¿cómo no vio el cuerpo de la niña en esa misma cama? La historia fue enmarcada para generar simpatía y dramatismo, pero dejó más preguntas que respuestas. Los medios deciden cómo enmarcar una historia, qué aspectos destacar y cuáles minimizar, influenciando así no solo lo que pensamos, sino también cómo lo pensamos.
POBRE MÉXICO, TODO LO CREE
No es una queja ni un lamento, es una observación amarga de nuestra realidad compartida. En el país de las telenovelas, todo se convierte en espectáculo, incluso la política. Mientras en la Cámara de Diputados se aprobaba una reforma que cambiará la vida de millones, en las cámaras de “La Casa de los Famosos”, se libraba otra batalla, igualmente ficticia, pero mucho más seductora para nuestras mentes cansadas.
¿Qué nos ha pasado, México? ¿Cómo es que hemos llegado a un punto donde lo que sucede en un set de televisión tiene más relevancia que las decisiones que afectan nuestra vida diaria? Tal vez no sea culpa nuestra del todo. Quizás estamos tan saturados de malas noticias, de inseguridad, de incertidumbre económica, que buscamos refugio en cualquier lugar que nos ofrezca un respiro, aunque sea fabricado.
Cordial saludo.

La pura y real verdad !
Me dueles México. ??