No hay paz para quienes transforman el poder en una extensión de sus propias limitaciones. El poder no es para los que buscan autocompletar sus carencias.
✍?REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Un día, fui funcionario público. Un día, ese tiempo también se terminó. Y aunque fue complicado dar el paso de regreso a la vida común, lo asumí como parte del ciclo. Porque el cargo es una silla prestada, y cuando te sientas en ella, debes saber que algún día alguien más lo hará. Esa es la naturaleza del servicio público: temporal, prestado, y, al final, sujeto al juicio de quienes te vieron llegar ya quienes te toca dejar.
En esta transición de gobierno en Chiapas, me pongo a pensar en todos aquellos que se resisten a soltar el hueso, aferrándose como si les fuera la vida en ello. Piensan que, al salir, pierden una parte de sí mismos, olvidando que el poder es efímero. Isaías 48:22 dice: “No hay paz para los malvados”. Y en este contexto, no hay paz para aquellos que, en vez de soltar el cargo con dignidad, se quedan atados al poder como si fuera el único valor que tienen en la vida. La paz que buscan no se encuentra en un asiento, sino en la inteligencia emocional de saber retirarse con altura.
PARA LOS QUE LLEGAN CREYÉNDOSE LOS HÉROES
Luego están los que llegan y se sienten como héroes de una epopeya. Se creen la respuesta definitiva, la solución perfecta. Olvidan que, al final, el cargo es pasajero, y su papel es solo una página en el libro de la historia. A los que llegan creyéndose héroes, les digo: el poder que asumen es, también, temporal. No caigan en la tentación de usarlo para imponer sus frustraciones y fobias.
Los complejos que cada quien trae a la silla terminan por achicar su visión, y el espectáculo no tarda en hacerse evidente. Uno los ve ocupar el cargo y piensa: “Ahí va uno más que no entendió de qué se trata”. La inteligencia emocional no es solo para soportar el peso de la crítica, sino para entender que el poder no te convierte en alguien superior, ni justifica usarlo para saldar viejas rencillas. Madurez emocional es lo que se espera de quienes asumen el mando, no revanchas de patio escolar.
LA SILLA ES PRESTADA Y LOS COMPLEJOS PERMANENTES
La silla está prestada, sí, pero los complejos son permanentes para algunos. Hay quienes llegan al poder buscando rellenar sus propias inseguridades, como si el cargo los pudiera completar de alguna forma. Pero si alguien no se siente pleno antes de asumir, no lo hará tampoco durante su gestión. La silla no resuelve frustraciones personales, solo las exponen.
Para quienes asumen el poder en esta nueva administración, el reto no es dejarse achicar por sus propias sombras. El poder no es un lugar donde puedas destruirte de tus traumas o de tus fobias hacia quienes no piensan como tú. Al contrario, el poder exige una visión amplia, que solo se logra cuando uno asume el cargo con la certeza de que lo importante es servir, no demostrar superioridad.
En esta transición, tanto los que llegan como los que se van están siendo observados, y el juicio no será generoso para aquellos que usan el momento para sus vendettas personales o para imponer su ego en cada decisión. No hay paz para quienes transforman el poder en una extensión de sus propias limitaciones.
DEJEN LOS RENCORES EN LA PUERTA
A los que están por irse, les pido que dejen los rencores en la puerta. Es fácil caer en la tentación de utilizar el último resquicio de autoridad para dejar “todo en su lugar”, pero sabemos bien que eso es solo un eufemismo para los ajustes personales. Que se vayan con dignidad, con la cabeza en alto, y que elijan ser recordados por haber cumplido con su deber, no por su falta de madurez en el último minuto.
A los que están por llegar, les digo que tampoco usen el cargo para cobrar facturas antiguas o cumplir caprichos. La transición de gobierno es el momento de mostrar grandeza, no mezquindad. En vez de entrar con la espada desenvainada, entrar con la mentalidad de un líder maduro, de esos que saben que lo que dejen en el cargo será la marca que los define. Quien entra con el propósito de cerrar cuentas pendientes no hará más que exponer su pequeña.
EL PODER NO TE HACE INMUNE A LA CAÍDA
Muchos llegan creyendo que el cargo los eleva a un lugar donde ya no pueden ser tocados. Que el poder, de algún modo, los convierte en intocables. Sin embargo, como bien sabemos, entre más alto se sube, mayor es el ruido al caer. Y la caída es una certeza, una cita inevitable. Así como alguien se va, otro llega, y ese ciclo no perdona.
A los que hoy llegan, les sugiero: no se crean inmunes al tiempo. La carga es tan temporal como frágil. Y los que se han elevado demasiado alto con ilusiones de permanencia han caído con más dureza. El poder no te protege de tus propias debilidades, sino que las hace evidentes. Así que mejor entrar sabiendo que, al final, todos tenemos fecha de salida.
A quienes se van, les recomiendo salir con la cabeza en alto, dejar de aferrarse al cargo como si fuera una prolongación de sí mismos. Porque el mundo seguirá, la gente seguirá con su vida, y solo quedará lo que hicieron o no hicieron mientras estuvieron allí.
MADUREZ Y LO QUE DE VERDAD IMPORTA
Lo que la gente pide, y lo que realmente hace la diferencia, es la madurez. En la transición de gobierno, la madurez y la inteligencia emocional son las cualidades que definen a quienes realmente entendieron su rol. Madurez es dejar el rencor en la puerta, saber retirarse cuando sea necesario y ceder el asiento con respeto. Y para quienes entran, madurez es entender que el poder es una responsabilidad, no un juguete ni una herramienta para saldar cuentas.
Altura de miras significa trabajar por algo más grande que el propio ego, por un proyecto que, al final del día, beneficia a la gente y no solo al nombre que está en el despacho. La historia juzgará con dureza a quienes se aferren o se logran en el poder, a quienes no podrán superar sus propias fobias y complejos. Porque, al final, lo que queda es la huella que dejamos, y nada mancha más esa huella que un ego sin control.
PARA LOS QUE SE VAN Y LOS QUE LLEGAN
La paz, como dice irónicamente Isaías, es esquiva para los “malvados”, o para aquellos que no pueden soltar. Así que, a los que se van, deseo que encuentren la paz que solo llega cuando uno sabe retirarse sin resentimientos. Y a los que llegan, que tengan la paz de entrar sin ansias de venganza ni afanes de superioridad.
El poder no es para los que buscan autocompletar sus carencias, sino para aquellos que saben entregarse al servicio con inteligencia y sin rencores. De lo contrario, en el poder solo encontrarán una paz falsa y una reputación con fecha de caducidad. En esta transición, tanto para los que llegan como para los que se van, la clave es clara: actuar con madurez, altura de miras y la certeza de que el verdadero poder está en saber cuándo soltar.
Cordial saludo.

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