Hace algunos meses llegó a mí un artículo que me recomendaba el buscador de Google. El artículo era de una periodista inglesa llamada Ankita Rao, que escribe para el Diario inglés The Guardian.
✍🏽ECOLOGÍA HUMANA | Amado Ríos Valdez
Tenía varios meses que deseaba escribir este artículo pero no me animaba porque no tenía claro qué ángulo proponer. A veces me parecía demasiado duro, otras veces demasiado suave. Finalmente me decidí a escribirlo sin una intencionalidad de fondo, sino tratando de transcribir los sentimientos y pensamientos que me surgieron cuando tuve ante mí la fuente de motivación.
EL ARTÍCULO EN THE GUARDIAN
Hace algunos meses llegó a mí un artículo que me recomendaba el buscador de Google. El artículo era de una periodista inglesa llamada Ankita Rao, que escribe para el Diario inglés The Guardian. Ella es corresponsal de guerra y jefa editorial de una sección del prestigioso diario. El título del artículo, largo para los estándares, era: “En mi trabajo veo tragedias a diario y pienso: alguien trabajó muy duro para mantener viva a esta persona”
Transcribo partes del artículo a continuación:
“La semana que volví al trabajo después de la baja por maternidad, mi hija decidió que no quería dormir. Mi marido estaba de viaje de trabajo y yo me despertaba cada hora y media para repasar la larga lista de cosas que podría necesitar, ya fuera leche, un cambio de pañal, un abrazo o una capa extra de ropa.
Días antes de que volviera al trabajo, había comenzado la guerra en Ucrania. La semana en que me senté en mi escritorio por primera vez en meses, las fotos de los cadáveres de los niños en Bucha inundaron mi pantalla. Aún con las heridas físicas del parto y la montaña rusa emocional de aprender a mantener con vida a mi bebé, trabajé entre lágrimas mientras decidía qué agencias de noticias publicaríamos, qué historias deberían tener prioridad y qué sufrimiento importaba más ese día.
“Como madre, lo supe al instante. Siempre he sido sensible, incluso blanda, ante mi trabajo. Las entrevistas se repiten en mi mente durante meses; escribir historias difíciles me lleva a un lugar oscuro. Y, sin embargo, aunque la empatía no es algo exclusivo de los padres, esta es mi nueva y fresca capa de vulnerabilidad. Pienso en los niños perdidos en la guerra, los niños perdidos por los virus, los niños perdidos por los tiroteos masivos, los niños que se convirtieron en adultos y luego se perdieron por la violencia policial. Luego pienso en las madres, madres que pasaron esas horas angustiosas trayendo hijos a este mundo y luego los perdieron.
En mi nuevo mundo, veo cada foto o video y pienso: alguien trabajó muy duro para mantener con vida a esta persona. Alguien se despertó cada hora para alimentar a este bebé, para calmarlo hasta que se durmiera, para observar cada respiración cuando tuvo su primera fiebre. No importa dónde nació el niño o de quién. Cuando Tyre Nichols fue asesinado, mi esposo me envió un artículo sobre sus últimos momentos. “Creo que es profundo que en tantas de estas situaciones, la gente esté llamando a sus madres”, dijo. Imaginé a su madre, RowVaughn Wells, y pensé: Lamento mucho que no hayas podido llegar a tu bebé.
No está tan claro cómo reacciona el cerebro ante los hijos de otras personas, pero algunos datos muestran que la nueva empatía de los padres hacia su bebé se extiende también a los estímulos externos. También sabemos que los humanos tienden a extender su empatía a las personas con las que pueden identificarse, ya sean personas que han pasado por experiencias similares o aquellas que se parecen más a ellos.
En el contexto de mi propia vida, esto es ahora mío: soy testigo de la brutalidad del ciclo diario de noticias frente a la suave y cálida dulzura del ritual de dormir de mi pequeña.
Mientras edito una noticia sobre Nichols, leo las noticias sobre los adolescentes que pierden la vida a causa de la violencia con armas de fuego en mi ciudad o planeo un artículo sobre los legisladores que deciden no dar dinero a las familias con niños pobres, me pregunto qué hacer con la forma en que veo el mundo ahora. ¿Significa que estas historias de pérdida y sufrimiento son demasiado agudas y dolorosas para ser relatadas a miles de personas todas las mañanas, o que necesitamos pasar más tiempo con más personas, intentando capturar su vida pieza por pieza, a la vista del público? ¿Significa que debo hacer lo que muchos de mis amigos fuera del mundo de los medios me dicen que han comenzado a hacer: dejar de ver las noticias?”
MÁS EMPATÍA Y MÁS HUMANISMO
El texto de Ankita Rao me conmovió al leerlo pues me hizo reflexionar sobre lo aceptada y socializada que tenemos la violencia y el odio. Diario hay asesinatos en nuestro país y ya sólo los percibimos como números y estadísticas, algunos, algunas, incluso lo festejan en silencio pues piensan que ratifica su visión del mundo y del estado del país.
El citado artículo de The Guardian me hizo pensar no solo en las víctimas sino en sus madres, sus padres, sus familiares y amigos, toda aquella persona para la cual, la que fue violentada, es mucho más que una fría estadística. Las víctimas de la violencia se cuentan por cientos de miles al año, millones si contamos por décadas y pienso en las noches en que sus madres, esas millones de madres, pasaron en vela para alimentar, cambiar el pañal, curar la fiebre o darle un abrazo a ese bebé.
Pienso en el muchacho que menciona Ankita Rao en su artículo, Tyre Nichols, que fue asesinado brutalmente a golpes por 6 policías de Memphis en el 2023; pienso en Rodney King, cuyo asesinato a manos de otros policías en EUA dio origen al movimiento “Black lives matter”, en los miles de niños asesinados por las bombas israelíes en Gaza, lo mismo que los niños y bebés asesinados por los fanáticos fundamentalistas de Hamas en Israel, en los miles de niños que en Asia y Africa mueren de hambre y de enfermedades curables, en los miles de niños que han sido obligados en México a ser sicarios o halcones para sostener al negocio y al mercado de las drogas.
Me causa una profunda indignación la politización y el sensacionalismo mercantilista con que algunos actores políticos y algunos medios tratan el tema de la violencia criminal. Son temas políticos, sin duda, pero creo que deben tratarse con sumo respeto para los familiares y con mucho, pero mucho más empatía y humanismo. Olvidamos a las personas y los tratamos como cosas, e incluso a las cosas les damos más valor que a las personas.
Supongo que es una utopía, pero creo que es posible un mundo sin violencia y sin crímenes de odio. Se ve muy lejos hoy que en el mundo están ganando las elecciones, o los gobiernos por métodos no democráticos, la ultraderecha y la ultraizquierda, los fundamentalistas religiosos y los fundamentalistas del dinero, los talibanes del petróleo y de los combustibles fósiles.
Creo que desde los medios de comunicación, los gobiernos, las organizaciones sociales, políticas y religiosas, deberíamos de bajarle cinco rayitas al odio y evitar las polarizaciones. Más empatía, más humanismo.
amado.rios@gmail.com