En Chiapas, la política porfirista favoreció a los finqueros de las tierras bajas, lo que afectó a los hacendados tradicionales de San Cristóbal,
✍🏽CULTURA | Marco A. Orozco Zuarth
En 1909, el descontento contra la dictadura de Porfirio Díaz se intensificó en todo México. En 1910, Francisco I. Madero proclamó el Plan de San Luis, iniciando la Revolución Mexicana bajo el lema “Sufragio Efectivo, No Reelección.” En Chiapas, la política porfirista favoreció a los finqueros de las tierras bajas, lo que afectó a los hacendados tradicionales de San Cristóbal, quienes se rebelaron en 1911 bajo el liderazgo de Manuel Pineda, proclamando su propio gobernador provisional. Sin embargo, su movimiento tenía un carácter más reaccionario, buscando restaurar el viejo orden y trasladar la capital de nuevo a San Cristóbal.
Tras la renuncia de Díaz, los sancristobalenses rechazaron al gobernador interino Manuel Trejo y propusieron a Eusebio Aguilar. Madero intentó imponer a su amigo Flavio Guillén, pero la legislatura local nombró a Reynaldo Gordillo León, lo que provocó una nueva rebelión en julio de 1911, encabezada por los alteños y liderada nuevamente por Pineda. El conflicto se intensificó con enfrentamientos en ciudades como Chiapa de Corzo, Acala y Chicoasén. Los rebeldes lograron tomar varias localidades, pero Comitán permaneció fiel al gobierno. Además, se sumaron indígenas chamulas liderados por Jacinto Pérez, “Pajarito,” quienes vieron en el levantamiento una oportunidad de escapar de la explotación.
El gobierno federal adoptó una postura conciliadora, pero finalmente intervino. Las fuerzas federales recuperaron la mayoría de las ciudades tomadas por los rebeldes, y el 13 de octubre se firmó un tratado de paz. Gordillo León fue electo gobernador, pero Madero lo destituyó ante el temor de nuevas rebeliones, nombrando a Flavio Guillén en su lugar. Durante los dos años siguientes, la situación se calmó parcialmente, aunque la violencia continuó debido a luchas políticas y a la creciente violencia en las localidades por la difícil situación económica.
En febrero de 1913, Guillén solicitó licencia y fue reemplazado por Reynaldo Gordillo, quien declaró su lealtad a Victoriano Huerta tras el asesinato de Madero. En julio, Huerta reemplazó a Gordillo con el general A. Z. Palafox.
Venustiano Carranza organizó la oposición constitucionalista contra Huerta. En Chiapas, los hermanos Carlos y Luis Vidal, de Pichucalco, se aliaron con los constitucionalistas tabasqueños y atacaron al gobierno de Palafox desde este departamento. Además, se desataron otras rebeliones en Tapachula, Comitán, Cintalapa, Villaflores y Ocosingo. Con el triunfo de Carranza, Palafox renunció y la legislatura estatal nombró a José Inés Cano como gobernador interino.
Mientras tanto, en la Ciudad de México, otro chiapaneco destacó en la oposición a Huerta: Belisario Domínguez, senador por Chiapas, publicó en septiembre de 1913 un discurso que no le permitieron leer en el Congreso. En este llamado valiente, instaba a sus colegas senadores a cumplir con su deber y derrocar al presidente, a quien describía como “…ese soldado sangriento y feroz que asesina sin vacilación a cualquiera que es un obstáculo para sus deseos,” y les recordaba que “la patria confía en que ustedes restaurarán su honor frente al mundo y la salvarán de la vergüenza de tener como jefe del ejecutivo a un traidor y asesino.” Dos días después, Domínguez fue asesinado.
Al celebrarse la Convención de Aguascalientes, Carranza se distanció de otros líderes revolucionarios como Villa y Zapata, quienes se rebelaron contra él. Carranza enfrentó a Villa y Zapata en varios frentes en el centro y norte del país. En el sureste, designó a tres gobernadores militares para asegurar la estabilidad en la región: Salvador Alvarado en Yucatán, Francisco J. Mújica en Tabasco y Jesús Agustín Castro en Chiapas.
Jesús Agustín Castro, uno de los revolucionarios más radicales, intentó implantar la revolución en Chiapas. Disolvió el congreso local, promulgó la Ley de Obreros que eliminaba las deudas de los peones acasillados, fijaba salarios mínimos y establecía la jornada laboral máxima de diez horas. Además, prohibió las tiendas de raya, decretó una ley contra la usura, expropió bienes del clero, ordenó la clausura de conventos, instauró normas para la educación indígena y autorizó a los ayuntamientos a expropiar y repartir tierras.
La familia chiapaneca no tardó en manifestar su oposición al movimiento carrancista. Los distintos grupos, tradicionalmente enfrentados, olvidaron sus conflictos y se unieron contra el enemigo común. El 2 de diciembre de 1914, un grupo de 40 hombres se levantó en armas en el departamento de Chiapa, proclamando el Acta de Canguí, en la cual declaraban la soberanía de Chiapas y se comprometían a expulsar a los “filibusteros” carrancistas del estado. Tiburcio Fernández Ruíz fue designado como jefe de esta rebelión.
Inicialmente, los rebeldes se identificaron como villistas; posteriormente se les llamaría “mapaches,” debido a sus ataques nocturnos y a su dieta basada en maíz, que caracterizaban su resistencia clandestina.
La rebelión mapache fue la manifestación de la contrarrevolución en Chiapas, resultado de la reacción de los terratenientes locales ante las medidas revolucionarias del carrancismo y la defensa de su territorio contra los abusos de los militares foráneos. Los mapaches eran rancheros, capataces, vaqueros, exsoldados y rurales de las tierras fronterizas y las faldas de las montañas del sur de la Sierra Madre, cerca de Villaflores, Villa Corzo y La Concordia, una región históricamente marginada en términos de infraestructura y economía.
A pesar de que la lucha iba en contra de sus propios intereses, los mapaches lograron sumar el apoyo de mozos y peones. Con tácticas de guerra de guerrillas, emboscaban a los constitucionalistas, acosaban a sus enemigos y saqueaban trenes. La confrontación se intensificó, y tanto mapaches como gobiernistas saquearon y mataron en nombre de la revolución.
En julio de 1916, Alberto Pineda de San Cristóbal se unió a la lucha anticarrancista. Fernández Ruiz lo ascendió a coronel y, junto con otros terratenientes, formaron la Brigada Las Casas. Mientras tanto, Emiliano Zapata designó a Rafael Cal y Mayor como jefe de operaciones militares en Chiapas y otros estados del sureste.
Ante la imposibilidad de someter a los mapaches, Carranza intentó negociar: destituyó a Castro y designó a Pablo Villanueva como gobernador, pero el conflicto continuó. Salvador Alvarado fue enviado para imponer orden y ordenó la reconcentración de la población en zonas controladas por el gobierno, considerando rebeldes a quienes no obedecieran. Esta medida fortaleció a los mapaches, ya que muchos pequeños propietarios se unieron a la resistencia.
La guerra se estancó, sin que el gobierno pudiera pacificar las áreas rurales ni los rebeldes conservar el control de las ciudades. En el país, Álvaro Obregón se rebeló contra Carranza mediante el Plan de Agua Prieta; Tiburcio Fernández Ruiz hábilmente se adhirió al plan. Tras la derrota de Carranza, Adolfo de la Huerta fue designado presidente interino y nombró a Francisco Ruíz como gobernador interino de Chiapas, un aliado de Fernández.
Finalmente, los mapaches ganaron la batalla política: Tiburcio Fernández Ruiz asumió como gobernador constitucional el 1 de diciembre de 1920. Sin embargo, la revolución en Chiapas no produjo cambios sociales significativos. Las estructuras económicas y sociales permanecieron intactas, con tierras concentradas en
pocas manos.Tuxtla Gutiérrez se consolidó como centro político y Tapachula como eje económico, con el café como principal motor de la actividad económica. A medida que aumentó el precio internacional del café en la década de 1920, también creció la necesidad de mano de obra, reclutándose indígenas de los Altos y centroamericanos de Guatemala y El Salvador. Al Soconusco llegaron también comerciantes chinos y trabajadores europeos, ampliando la diversidad laboral en la región.
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