La combinación del gobierno de Claudia y Eduardo podría ser la oportunidad de oro para devolverle la paz a nuestro estado.
✍🏽REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Chiapas, mi tierra, era sinónimo de paz y tranquilidad. Recuerdo los días en que recorrer el estado era una experiencia segura, enriquecedora, donde cada rincón ofrecía algo único: paisajes, tradiciones, comunidades vibrantes. Sin embargo, hoy es inevitable preguntarnos: ¿qué nos pasó?
CHIAPAS NO ERA ASÍ
En los últimos años, hemos presenciado el crecimiento de una violencia que parecía ajena a nosotros. Los enfrentamientos armados en Frontera Comalapa, las desapariciones en Pantelhó, los desplazamientos masivos en Chenalhó y las disputas territoriales en la zona fronteriza con Guatemala nos han arrebatado esa sensación de seguridad. La llegada del crimen organizado a Chiapas no fue repentina, pero su expansión acelerada coincidió con la estrategia de “abrazos, no balazos” del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Esa política, que en teoría buscaba un enfoque humanitario y preventivo, en la práctica resultó ser un vacío de autoridad. Los grupos criminales lo interpretaron como una invitación a actuar sin restricciones. Mientras el discurso minimizaba los problemas, en Chiapas las balas hablaban más fuerte que las palabras.
LA ESPERANZA EN LOS NUEVOS
Con el cambio de gobierno federal, las esperanzas se renuevan. Claudia Sheinbaum, como presidenta electa, enfrenta un reto monumental. Su discurso de reconciliación y continuidad con la llamada “Cuarta Transformación” genera expectativas, pero también dudas: ¿continuará la política de brazos cruzados frente al crimen?
Por otro lado, en Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar asume el gobierno estatal con la promesa de atender los problemas de raíz. Se le percibe como alguien cercano al pueblo, pero también como un político hábil que sabe moverse en los círculos del poder. Chiapas necesita más que buenos discursos; necesita acción contundente, estrategias reales y compromisos cumplidos.
La sociedad chiapaneca no puede esperar más. Las familias desplazadas, los jóvenes sin oportunidades y las comunidades atrapadas en territorios disputados por grupos criminales merecen algo mejor. La combinación del gobierno de Claudia y Eduardo podría ser la oportunidad de oro para devolverle la paz a nuestro estado, pero eso requerirá más que voluntad política: requerirá una estrategia articulada y efectiva.
¿A QUIÉN LE TOCA LA SEGURIDAD?
La responsabilidad principal de combatir al crimen organizado recae en el Gobierno Federal. Según la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es su competencia proteger a la nación de amenazas internas y externas.
Esto implica:
Desarticular redes delictivas de alto impacto como los cárteles que operan en Chiapas.
Garantizar la seguridad en las fronteras, especialmente en la línea con Guatemala, donde el tráfico de drogas, armas y personas es alarmante.
Coordinar operativos de inteligencia con fuerzas locales, evitando duplicidades o confrontaciones.
Sin embargo, en Chiapas hemos visto una ausencia notable de estas acciones. La Guardia Nacional, concebida como la gran solución de López Obrador, ha sido insuficiente para atender las necesidades de un estado como el nuestro, donde la geografía y la marginación complican las intervenciones.
El próximo gobierno federal deberá reforzar la presencia de fuerzas federales, pero también invertir en inteligencia y coordinación efectiva. No se trata solo de enviar más militares, sino de planificar estrategias sostenibles que no solo contengan la violencia, sino que desmantelen las estructuras criminales que la generan.
LO QUE NECESITA CHIAPAS
El Gobierno del Estado tiene el mandato de garantizar la seguridad pública dentro de sus fronteras. Esto incluye:
Coordinación con las fuerzas federales y municipales para garantizar una estrategia integral.
Supervisar y capacitar a las policías estatales, asegurando que sean confiables y efectivas.
Implementar programas de prevención del delito, especialmente en comunidades vulnerables al reclutamiento criminal.
Eduardo Ramírez Aguilar tendrá que enfrentar un desafío titánico: reconstruir la confianza en las instituciones de seguridad. Durante años, la percepción de corrupción e incapacidad ha debilitado a las fuerzas estatales, dejando a los ciudadanos desprotegidos.
Además, el estado debe priorizar la atención a las víctimas de la violencia. Miles de familias desplazadas por los conflictos armados necesitan refugio, apoyo psicológico y programas de reintegración. Sin estas acciones, la paz será solo un espejismo.
LA PRIMERA LÍNEA DEL FRENTE
En el nivel más cercano a la ciudadanía, los ayuntamientos tienen competencias clave en seguridad preventiva. Su labor incluye:
Mantener policías municipales capacitadas, equipadas y supervisadas.
Promover la participación ciudadana en la seguridad, a través de comités comunitarios y programas de prevención del delito.
Garantizar la provisión de servicios básicos que reduzcan la marginación y, con ello, las causas del crimen.
Sin embargo, en muchos municipios chiapanecos, las policías municipales son prácticamente inexistentes o están infiltradas por el crimen organizado. Esto deja a los ciudadanos en un estado de indefensión que se traduce en desplazamientos y pérdida de confianza en las autoridades locales.
Los alcaldes deben asumir su papel como líderes de sus comunidades. No basta con culpar a los niveles superiores de gobierno; es necesario que implementen políticas locales efectivas y rindan cuentas de sus acciones (o inacciones).
UN MENSAJE A CLAUDIA SHEINBAUM
Presidenta, Chiapas no es el México de los abrazos. Es un México de resistencias, donde la gente ha aprendido a sobrevivir frente a las omisiones del Estado. Pero ese modelo de supervivencia no puede durar para siempre.
Hoy, Chiapas le pide algo más que abrazos: le exige firmeza, estrategia y resultados. Le exige que asuma su responsabilidad como jefa de Estado y demuestre que el cambio de gobierno puede ser también un cambio de rumbo para nuestra seguridad.
La paz no llegará por inercia ni con discursos vacíos. Llegará cuando el Gobierno Federal, el estatal y los municipales trabajen en sincronía, reconociendo que la violencia en Chiapas no es un problema local, sino un problema nacional que afecta el tejido de todo el país.
Chiapas necesita recuperar su esencia, y esa tarea empieza con usted.
Cordial saludo.