El espíritu del ocelote nunca nos abandonó. Ha estado siempre ahí, esperando que lo reconozcamos, que lo cuidemos, que lo defendamos.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Chiapas y su Universidad Autónoma no necesitan mitología para definirse. Nuestra grandeza no está en criaturas fantásticas ni en símbolos lejanos, sino en lo que somos y en lo que representamos. Cada aula, cada pasillo, cada rincón de nuestra universidad late con la fuerza de miles de estudiantes, docentes y trabajadores que, día a día, construyen un futuro sólido desde la realidad, no desde las fábulas.
El ocelote, pequeño pero ágil, no necesita alas para ser imponente. Su fuerza radica en su esencia, en su capacidad para adaptarse y sobrevivir sin importar el entorno. Así somos los unachenses: resilientes, determinados, orgullosos de lo que somos y lo que hemos logrado.
UN LUGAR DONDE NACEN SUEÑOS
La UNACH no es solo una institución educativa; es un espacio donde los sueños se transforman en posibilidades y las posibilidades en realidades. Aquí me formé, aquí descubrí mi pasión, y aquí regresé con la convicción de devolverle a mi universidad un poco de lo mucho que me dio.
Cada inicio de semestre me llena de emoción y nervios, porque no es solo un día más en el calendario. Es la oportunidad de encender en mis estudiantes la chispa del conocimiento, de demostrarles que lo nuestro tiene valor, que su formación en esta casa es motivo de orgullo. Quiero ser alguien que trascienda en sus vidas, no por el título que ostento, sino por las enseñanzas que les dejo.
LA IDENTIDAD QUE TRANSFORMA
Hablar de la UNACH es hablar de identidad y arraigo. Es defender lo nuestro en un mundo que muchas veces parece mirar con desdén lo local. Es recordar que ser unachense no es una etiqueta, es un compromiso. Un compromiso con Chiapas, con nuestra cultura, con nuestra gente.
La grandeza de nuestra universidad no está en compararnos con otras, sino en reconocernos como lo que somos: la universidad pública más grande de Chiapas, un pilar educativo que no solo forma profesionistas, sino ciudadanos comprometidos con su entorno.
DEFENDER NUESTRAS RAÍCES
En un tiempo donde lo global parece borrar lo local, es más necesario que nunca abrazar nuestras raíces. La UNACH no necesita transformarse en algo que no es para ser relevante. Su relevancia está en su historia, en su comunidad y en su capacidad para adaptarse sin perder su esencia.
Yo defiendo con orgullo la identidad unachense, porque sé que en ella está la fuerza para enfrentar cualquier desafío. Mi compromiso es inspirar a mis estudiantes a valorar lo propio, a entender que su formación aquí no es una casualidad, sino una oportunidad única de ser parte de algo más grande que ellos mismos.
LA ERA DE LO NUESTRO
Estamos en una era donde lo auténtico debe prevalecer. La identidad chiapaneca no puede ni debe diluirse en el anonimato de lo genérico. Así como nuestras raíces culturales nos han enseñado a valorar la tierra, el agua y la comunidad, la UNACH tiene la responsabilidad de ser una institución que no solo forma profesionistas, sino agentes de cambio que reconozcan y valoren su origen. Es un tiempo de transformación, no para ser alguien más, sino para reafirmar lo que somos y caminar con orgullo en nuestra propia dirección.
TRANSFORMACIÓN CON SENTIDO DE PERTENENCIA
El verdadero renacimiento no radica en construir algo completamente nuevo, sino en transformar lo existente con propósito y sentido. Chiapas y la UNACH son prueba de ello. En nuestras manos está la oportunidad de convertir lo cotidiano en extraordinario, de dar valor a lo nuestro, de transformar cada desafío en una lección que nos haga más fuertes. Este es el renacimiento que quiero para mi universidad y para mi estado: uno que abrace lo que somos, que reconozca nuestra riqueza y que nos impulse a construir un futuro con identidad y orgullo.
EL OCELOTE NUNCA SE FUE
El espíritu del ocelote nunca nos abandonó. Ha estado siempre ahí, esperando que lo reconozcamos, que lo cuidemos, que lo defendamos. No necesitamos mitología para volar, porque nuestra fuerza está en la tierra que pisamos, en las aulas que habitamos y en los sueños que construimos juntos.
Ser unachense es más que pertenecer a una universidad. Es abrazar una identidad que nos impulsa a ser mejores, a honrar nuestras raíces y a transformar nuestra realidad. Esa es nuestra fortaleza, nuestra convicción, nuestra verdad. Y esa verdad no necesita alas, porque nunca ha dejado de caminar con fuerza propia.
Saludos cordiales.