La lectura puede ser un placer solitario o colectivo, pero hagamos de ella una fiesta.
COLABORACIÓN INVITADA/Enriqueta Burelo
Leer por placer debiera ser la punta de lanza de toda perspectiva que pretenda el desarrollo de capacidades intelectuales, sociales, emocionales y espirituales en las nuevas generaciones. Que leer no empiece por ser el requisito para obtener información, para comunicarnos, para cumplir con obligaciones escolares, que en la edad adulta se representa como obligaciones de trabajo. Que leer empiece por ser una ventana a mundos desconocidos, a viajar con la imaginación, a sentir que estamos en otras realidades, a sentir la fiesta de cosas novedosas. De hecho, el placer es la base y la posibilidad para leer de mejor manera en las otras tres necesidades lectoras que hemos mencionado.
Para que la lectura sea una fiesta, no debe empezar por sentirse como una obligación o como algo que hay que hacer porque nos ordenan, o porque lo necesitamos para realizar otras acciones.
Leer es estar acompañados, creyendo que estamos solos. Esto no debiera sonar raro, pero quizás sí lo hace. Nos hemos acostumbrado a la imagen de la lectura individual y en silencio cuando desde sus inicios esta tuvo que ver con lo oral, lo que se decía en voz alta, con una transmisión o continuidad de lo comunitario o familiar. Quien sabe o puede leer le cuenta al que no. Esa es la experiencia, al menos, que nos encontramos desde chicos. Surge ahí una generosidad enorme.
Me encanta lo que está sucediendo en Italia, donde la ciudadanía ha decidido reinvindicar un acto que parece ir contra las modas del presente: leer. El movimiento vacía el escaparate, Daniela Nicolo, de 56 años editora de libros de texto, leyó que un comprador anónimo se había gastado 10;000 euros de la mítica librería milanesa Hoepli, ella se dijo, yo quiero hacer lo mismo, y escogió una librería al alcance de su bolsillo, lo importante era dar ese paso. Me siento identificada con estas personas, yo siempre he querido ser millonaria para comprar libros, viajar y reunirme con las amigas alrededor de un buen vino o un buen café.
Por otra parte, algo que me tiene encantada hoy en día es la lectura colectiva, estos espacios proliferan hoy en día y las mujeres llevan la delantera en este terreno y las editoriales nos buscan y tratan de descubrir nuestros gustos, parra que su ultimo libro se convierta en un éxito. En México se registran 613 clubes de lectura.
En Chiapas, en Tuxtla para ser más exactos, Julio Esquinca de Chiapas Lee, de una familia de libreros de tradición, inició una aventura de Wine&Books con gran éxito, teniendo de aliados restaurantes o cafeterías, lecturas colectivas acompañadas de un buen vino, quienes fueron por el vino se transformaron en lectores o eso espero, otro espacio es la librería, ubicada en la Plaza Pakal es un lugar muy agradable en donde temporalmente se reúnen un grupo de mujeres para lecturas colectivas, desde hace un buen rato han existido Clubes de Libros en Chiapas, el Club de Libro del Retiro en los años 70s, BookClubChiapas de un grupo de jóvenas, cuya primera sede fue la Librería del Fondo de Cultura Económica, y en San Cristóbal apoyadas por las nuevas tecnologías y lidereadas por Kiki Suarez.
Me encantan dos amigas Sandra de los Santos y Elsa María Diaz Ordaz, quienes constantemente comparten sus lecturas a través de las redes sociales con una breve reseña en ocasiones, soy fiel seguidora de ambas.
La lectura puede ser un placer solitario o colectivo, pero hagamos de ella una fiesta.
enriquetaburelomelgar@gmail.com