En tiempos en los que el pragmatismo y las promesas vacías suelen predominar, figuras como la suya mantienen vigente la idea de que la conciliación y el compromiso son herramientas indispensables para avanzar.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Recuerdo mis días en la Facultad de Humanidades de la UNACH, cuando un maestro hablaba con fascinación de la historia contemporánea de Chiapas. Entre anécdotas y nombres ilustres que narraba, mencionó a “un caballero de la política”. Aquella expresión quedó grabada en mi memoria, aunque entonces desconocía la magnitud de su significado. Era una época distinta, sin internet accesible en casa y con pocas horas de conexión en los cibercafés. Esa precariedad alimentó mi curiosidad y me llevó a investigar sobre los personajes que moldeaban la política del estado.
Fue así como descubrí a Juan Carlos Gómez Aranda, un hombre al que describían como conciliador, educado y profundo conocedor de la historia y los desafíos de Chiapas. Años después, tuve el privilegio no solo de entrevistarlo, sino de coincidir en espacios profesionales donde reafirmé esa imagen.
EL PESO DE LA EXPERIENCIA COMPARTIDA
Hay quienes ven en la política un campo de egoísmos y competencia, pero a veces surge una excepción: alguien que concilia y construye. Gómez Aranda representa esa figura. Su labor como miembro de la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA) durante los Acuerdos de San Andrés es testimonio de ello. En sus palabras, cumplir esos acuerdos no solo honraría los compromisos asumidos con los pueblos indígenas, sino que también abriría caminos para resolver los problemas de raíz que perpetúan la pobreza.
Sus reflexiones trascienden el discurso político. Escucharlo es como asistir a una cátedra viva: conecta ideas, historias y perspectivas con una claridad que no necesita de estridencias. Es generoso, no solo en el trato, sino en la manera en que comparte sus conocimientos, su experiencia y su tiempo. Esa generosidad intelectual, rara en tiempos donde la política se mide más por intereses inmediatos que por principios, es lo que lo distingue.
UN LEGADO QUE INSPIRA
Recién coincidimos en un desayuno, un encuentro que dejó más que anécdotas. Entre los temas que surgieron, escucharlo hablar fue una experiencia reveladora: abordó con claridad y profundidad los retos históricos de Chiapas y las estrategias contemporáneas que podrían transformar realidades. Fue, sin duda, una auténtica master class de política, de esas que enriquecen incluso a quienes creen haberlo escuchado todo.
No sorprende que alguien lo haya descrito como “un caballero de la política”. Esa definición cobra sentido al observar su manera de analizar y construir, siempre desde el respeto y el diálogo. En tiempos en los que el pragmatismo y las promesas vacías suelen predominar, figuras como la suya mantienen vigente la idea de que la conciliación y el compromiso son herramientas indispensables para avanzar.
Es por ello que su lugar en el equipo de Eduardo Ramírez Aguilar no es casualidad: aporta una visión que combina experiencia y equilibrio, dos virtudes esenciales pero escasas en el ejercicio político actual. Reconocerlo no es lisonja, sino una forma de valorar lo que representa y lo que inspira: un liderazgo que engrandece.
Cordial saludo.