La UNICACH no ha estado exenta de retos: desde crisis financieras hasta conflictos laborales, pasando por gestiones que dejaron más dudas que certezas.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
La Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) ha sido, desde su creación, un faro de educación superior para un estado tan diverso como necesitado de oportunidades. Sin embargo, su historia no ha estado exenta de retos: desde crisis financieras hasta conflictos laborales, pasando por gestiones que dejaron más dudas que certezas. A pesar de todo, la UNICACH sigue siendo un símbolo de identidad y un motor para el desarrollo de Chiapas. En este nuevo capítulo, las expectativas recaen en una figura que ya ha comenzado a transformar el panorama educativo de la institución, despertando esperanza en una comunidad que exige progreso.
UNA DÉCADA OSCURA
Durante varios años, la UNICACH vivió bajo administraciones que dejaron poco para recordar y mucho que lamentar. Con gestiones carentes de visión y marcadas por la ineficiencia, el alma mater se fue desmoronando entre deudas millonarias, precarización laboral y un ambiente institucional que priorizó intereses personales sobre el desarrollo académico. Estas administraciones fueron, en el mejor de los casos, un mal necesario; y en el peor, un lastre para el crecimiento de la universidad. Cada rector parecía perpetuar un ciclo de promesas incumplidas y decisiones mediocres, dejando una institución que luchaba por sobrevivir mientras otras universidades avanzaban.
EL RESURGIMIENTO
Entre esas páginas de la historia, destaca una figura que marcó un punto de inflexión: Roberto Domínguez Castellanos. Su gestión no solo devolvió la estabilidad financiera a la UNICACH, sino que también promovió un crecimiento académico que colocó a la universidad en el mapa nacional. Con proyectos estratégicos, el fortalecimiento de la investigación y la expansión de la oferta educativa, Domínguez Castellanos consolidó una etapa de esperanza y resultados tangibles. En un entorno lleno de incertidumbre, su liderazgo se tradujo en alianzas institucionales, mejoras en la infraestructura y una comunidad universitaria motivada. Aunque su legado no está exento de críticas, se convirtió en un referente para quienes aún creen en el potencial transformador de la educación superior.
El resurgimiento que representó su administración no se dio en un vacío; antes de él, la UNICACH tuvo figuras como Andrés Fábregas Puig, quien encabezó la transición de la universidad hacia un modelo autónomo; o María Elena Tovar González, la primera mujer en dirigir la institución, marcando un precedente histórico. Nombres como Javier Espinosa Mandujano, Cuauhtémoc López Sánchez Coello, José Antonio Molina Farro y Jesús Morales Bermúdez también dejaron huellas en distintos momentos.
LA REINA ROJA:
ESPERANZA Y RENOVACIÓN
Hoy, todas las miradas están puestas en Fanny López Jiménez, una líder que ha captado la atención no solo por su impecable trayectoria, sino por su capacidad de encabezar un proyecto que promete ser un parteaguas en la historia de la UNICACH. Su enfoque no es solo administrativo, sino profundamente humano: ha mostrado una sensibilidad inusual para conectar con la comunidad universitaria, desde los estudiantes hasta los docentes. Su gestión apuesta por una universidad inclusiva, innovadora y comprometida con su misión educativa.
El apodo de “Reina Roja” no le queda grande: Fanny López representa una figura que, como en Palenque, emerge de un pasado lleno de secretos y complejidades para liderar con valentía y determinación. Las expectativas son altas, pero ella parece estar dispuesta a asumir el desafío de redirigir el rumbo de la UNICACH hacia una nueva etapa de esplendor.
UNA UNIVERSIDAD PARA LA NUEVA ERA
En un estado donde el rezago educativo es una barrera histórica, la UNICACH juega un papel crucial. Bajo este nuevo liderazgo, la institución tiene la oportunidad de alinearse con proyectos fundamentales para Chiapas, como el ambicioso programa de alfabetización que busca reducir el analfabetismo en comunidades marginadas.
En tiempos de transformación social y política, la UNICACH tiene el deber de ser un agente de cambio, impulsando la formación de ciudadanos comprometidos y profesionales capaces de contribuir al desarrollo sostenible del estado. Es una nueva era para Chiapas, y la universidad debe estar a la altura del reto: ser una institución que no solo forme, sino que inspire.
ANTES DE TERMINAR
A Fanny López Jiménez todos la conocen como la Reina Roja, un apodo que evoca liderazgo y determinación, pero ahora es tiempo de reconocerla como algo más: la segunda mujer en la historia en tomar las riendas de la UNICACH. Este hecho no solo resalta su papel como pionera, sino que también marca un momento crucial para la universidad y para Chiapas. Su liderazgo tiene el potencial de convertirse en su segunda gran conquista, una que trascienda apodos y simbolismos, y que quede inscrita en la historia como el inicio de una nueva era para la educación superior en el estado.
Cordial saludo.