Reina del Universo

Julio Domínguez Balboa/Ultimátum

Tan contento estaba el dueño del periódico en el que empecé a escribir diariamente en Tuxtla Gutiérrez, en 1994, que de inmediato me nombró editor de una de sus secciones y me dio carta blanca para abordar los temas de mi preferencia sin más límite que no pisar los callos de la empresa.

Además, él mismo colaboraba conmigo, sugiriéndome temas, presentándome personas y dándome orientaciones de hacia donde debería dirigir la pluma y captar la atención de un público acostumbrado solamente a los temas políticos, ya que el movimiento zapatista estaba en sus puntos más álgidos, y era casi imposible robar la atención que recibían los analistas, reporteros y fotógrafos, tanto locales como nacionales, enfocados en el movimiento.

Una mañana de junio o de julio de aquel 1994, mi jefe me telefoneó para preguntarme si quería hacer yo una entrevista en exclusiva a Lupita Jones, quien fuera Miss Universo unos años antes, en 1991, además de ser la primera mexicana en ostentar dicho título de belleza. Venía a Chiapas a supervisar el concurso regional en su carácter de organizadora del certamen a nivel nacional.

La cita fue en el lugar donde por la noche se celebraría el concurso: el ex convento de Santo Domingo, en Chiapa de Corzo, a donde llegué puntual cerca de las doce del día acompañado de un fotógrafo. Después de identificarme me explicaron que Lupita Jones había telefoneado para avisar que ya había su avión ya había aterrizado en Tuxtla y que me pedía que la esperara pues ya venía en camino.

No pasó mucho tiempo cuando la vi entrar por una de las puertas laterales del convento, con un vestido veraniego y enormes lentes oscuros.  Nos quedamos sólo ella y yo charlando bajo un árbol gigantesco, mientras el fotógrafo no dejaba de disparar el obturador de su cámara.

Al preguntarle sobre su opinión sobre la belleza de las mujeres de Chiapas, me respondió que las consideraba guapas, pero en desventaja con la altura y el porte de las norteñas. Después de un rato concluimos la entrevista, pues ella tenía muchas cosas que hacer, pero con mucho encanto, antes de despedirnos me hizo prometerle que por la noche estaría presente en el concurso, que era yo su invitado de honor.

Si al verla al medio día su belleza me había deslumbrado, al verla en la oscuridad, con su traje, su maquillaje y su corona de reina del universo me dejó mudo. Su vestido era negro y marcaba su breve cintura, acentuando su hermosura con generosos escotes tanto en el pecho como en la espalda.

Sin perder la compostura ni los buenos modales, tenía don de mando y en todo momento actuó con seguridad, incluso cuando justamente antes de empezar el concurso de desató una furiosa tormenta que lo primero que desbarató fue la escenografía e hizo añicos la pasarela. “La crème de la crème” de la sociedad tuxtleca se aglomeraba en los corredores del convento y las concursantes permanecían encerradas en una oficina.

La lluvia no cesaba y aunque el público había pagado por sus boletos, en determinado momento Lupita Jones tomó el micrófono y anunció que el concurso se realizaría a puerta cerrada en un salón, y que solamente estarían presentes, además de las participantes, los miembros del jurado, ella y yo, como representante de la prensa.

Furiosos, los ricos y famosos de Tuxtla protestaron por no haber podido entrar, y algunos le gritaban a Lupita que yo era un impostor. Amigo de la reina, no di importancia a los reclamos y me dediqué a ver el concurso, en el que no ganó la más guapa sino la menos fea.