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Ese gusano lo trajo el contrabando

12 de mayo de 2025
en Opiniones
Desde 2024 se advirtió sobre el riesgo del gusano barrenador; se señaló el tránsito ilegal de ganado por rutas críticas en la selva chiapaneca. La amenaza, entonces ignorada, hoy cobra relevancia.

Desde 2024 se advirtió sobre el riesgo del gusano barrenador; se señaló el tránsito ilegal de ganado por rutas críticas en la selva chiapaneca. La amenaza, entonces ignorada, hoy cobra relevancia.

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Desde 2024 se advirtió sobre el riesgo del gusano barrenador; se señaló el tránsito ilegal de ganado por rutas críticas en la selva chiapaneca. La amenaza, entonces ignorada, hoy cobra relevancia.

REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez

En diciembre de 2024 publiqué en Alerta Chiapas una nota que, aunque no pretendía alzar la voz, sí lo hizo con claridad. Documenté, con base en la declaración de un experto e información de la Wildlife Conservation Society, el riesgo latente del gusano barrenador. Ya para entonces, Nicaragua y Costa Rica habían reportado los primeros casos. Los mapas de tráfico ilegal de ganado marcaban las rutas que cruzan nuestra selva chiapaneca como líneas rojas: Marqués de Comillas, la región Lacandona, caminos que el ganado de contrabando recorre sin preguntar ni ser cuestionado.Se anticipaba una amenaza que iba más allá de lo ganadero. Pero como muchas advertencias en este país, quedó suspendida en el aire… hasta que los hechos nos alcanzaron.

UNA FRONTERA SIN CANDADOS

El gusano barrenador no entra por migración natural. Entra por negligencia, por permisividad, por rutas que todos conocen y pocos patrullan. El tráfico de ganado no es un asunto exclusivo del campo: es una red articulada que implica seguridad, salud, economía y medio ambiente. Es decir, un problema nacional con rostro rural.

Desde hace años se sabe que el paso de animales desde Centroamérica hacia México ocurre sin control veterinario riguroso. No lo digo yo, lo dice la realidad. Y hoy, esa falta de vigilancia ya no solo amenaza a los becerros o a los tapir que habitan nuestras selvas. Hoy, el gusano barrenador ha llegado a los cuerpos humanos. Ya hay casos confirmados en Chiapas y en Guatemala.

¿Quién le pone cerrojo a una frontera que no es de concreto, sino de omisiones?

NO FUE UNA SORPRESA, FUE OMISIÓN

Cuando en noviembre de 2024 Estados Unidos suspendió la importación de ganado mexicano tras detectar un caso positivo de esta plaga en Chiapas, hubo sorpresa. Pero los periodistas, los ambientalistas, los ganaderos que pierden animales sin explicación, no se sorprendieron. Lo veían venir. Lo documentaron. Lo dijimos.

Lo que hay aquí no es descuido. Es una cadena de permisos implícitos, de silencios extendidos, de vigilancias a medias. ¿Cómo puede algo tan visible—una larva que devora tejido vivo—pasar desapercibida para el sistema?

No todo debe recaer en la denuncia ni en la condena. Pero al menos, admitámoslo: fallamos en prevenir lo prevenible.

EL CAMPO COMO ZONA DE RIESGO

Cuando hablamos de seguridad, pensamos en patrullas, en retenes, en armas. Rara vez pensamos en ganado. Pero el tráfico de animales vivos, sin control ni registro, no solo es un delito económico: es un riesgo biológico, sanitario y ambiental. Y sí, también es un asunto de seguridad.

Porque cada vez que un animal cruza sin ser detectado, no solo se evade la ley; se expone a comunidades enteras. Los brotes epidémicos comienzan así: con una omisión, con un “no pasa nada”. Y luego, pasa.

El gusano barrenador no entiende de fronteras, pero sí de oportunidades. Y las encontró en Chiapas, donde la selva es hermosa y abierta, pero también vulnerable.

LA SELVA TAMBIÉN SE INFECTA

Lo que más preocupa no es lo que ya pasó, sino lo que podría venir. Si el gusano se propaga entre la fauna silvestre, no habrá cerco sanitario suficiente. No se puede poner en cuarentena a los venados ni a los jaguares. No se puede desinfectar la selva.

El riesgo ecológico es profundo. Y lo más grave es que no se ve. No da titulares como una balacera ni trending topic como una elección. Pero ahí está: silencioso, larvario, devorando por dentro.

¿Qué vamos a hacer cuando lo que enferme no sea un becerro, sino el equilibrio del ecosistema?

DE LA ADVERTENCIA AL JUICIO

No escribo esto para reclamar. No me interesa señalar culpables ni desgastar la crítica en nombres propios. Lo hago para recordar que se advirtió. Que hubo documentos, voces, campañas, alertas.

Lo hago para dejar constancia de que el periodismo, cuando se toma en serio, no solo informa: previene. Lo hacemos para que, cuando volvamos a escuchar la frase “nadie nos avisó”, tengamos la oportunidad de responder: sí, sí se dijo.

Cordial saludo.

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