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La princesa que se le hincó a Juárez

10 de junio de 2025
en Especial
Félix Constantino, noble prusiano y veterano de la Guerra de Secesión, arribó a México en 1866 junto a su esposa Inés, en busca de nuevas aventuras durante la Segunda Intervención francesa.

Félix Constantino, noble prusiano y veterano de la Guerra de Secesión, arribó a México en 1866 junto a su esposa Inés, en busca de nuevas aventuras durante la Segunda Intervención francesa.

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Félix Constantino, noble prusiano y veterano de la Guerra de Secesión, arribó a México en 1866 junto a su esposa Inés, en busca de nuevas aventuras durante la Segunda Intervención francesa.

Julio Domínguez Balboa/Ultimátum 

Félix Constantino Alejandro Juan Nepomuceno, conde von Stein y príncipe de Salm Salm, nació en 1828, en Westfalia, territorio del reino de Prusia (actualmente Alemania). Desde los dieciocho años sirvió en el ejército prusiano, primero, y en el austriaco, después. 

Partió en 1861 a Estados Unidos, para luchar en la Guerra de Secesión. En agosto de 1862 se casó con Inés Winona Leclerq Joy, nacida en Vermont, Estados Unidos. Ella era una prima del presidente Abraham Lincoln, aunque se dice que su abuela era una indígena piel roja. 

Tras finalizar la Guerra de Secesión en Estados Unidos, los príncipes llegaron a México en 1866, buscando más aventuras en el intrincado contexto de la guerra civil interna y la Segunda Intervención francesa. Primero arribó Félix, quien logró un puesto en la legión belga comandada por el general Alfred van der Smissen. 

Casi al final del imperio, en 1867, luego de que comenzaran a salir los franceses de México, Maximiliano tomó el liderazgo de lo que quedaba de las tropas imperialistas y se dirigió a Querétaro, donde el archiduque austriaco y Félix fueron tomados como prisioneros por las tropas republicanas del general Mariano Escobedo. 

Inés empezó a planear cómo salvar a su marido y al emperador. Se dice que la dama no dudaba en repartir dinero y caricias entre los corruptos mandos republicanos, y aunque consiguió salvar la vida de su marido no tuvo tanta suerte con la del emperador. 

Lo cierto es que Inés logró entrevistas con el general Porfirio Díaz en la Ciudad de México y con el general Mariano Escobedo en Querétaro, a fin de obtener el permiso de visitar a su esposo y al emperador. Allí se dio cuenta de la situación deplorable en la que estaban. 

Las presiones llegadas desde Europa y Estados Unidos para salvar al emperador también toparon con la figura presidencial. Los ruegos de los diplomáticos no lograron mejor suerte, así que lo único que quedó al archiduque fue tratar de fugarse. 

El primer plan de escape fue creado por el príncipe Félix, pero el emperador se negó al final, ya que se ilusionó con las diligencias que en conjunto realizaron algunos de los abogados más sobresalientes de la Ciudad de México, como Rafael Martínez de la Torre y Mariano Riva Palacio. 

Sin embargo, las noticias que la princesa de Salm Salm recibía, a través de sus contactos, no eran buenas, por lo que decidió preparar el segundo plan de fuga, que tampoco tuvo éxito, y le fue comunicado al general Escobedo, quien reforzó la vigilancia, alejó al príncipe de Salm Salm de la prisión del emperador y expulsó de Querétaro a la princesa y a los representantes diplomáticos. 

Tras los intentos fallidos de fuga, la princesa de Salm Salm utilizó sagazmente sus encantos, y consiguió ser recibida por el presidente Benito Juárez en San Luis Potosí, para rogar por la vida de Maximiliano y de Félix. Se dice que Juárez le prometió que el príncipe no moriría, pero que con respecto al emperador no podía hacer nada. 

Hecha un mar de lágrimas la princesa se hincó ante el presidente y se abrazó a sus piernas. Conmovido, el mandatario le dijo: “Me causa verdadero dolor, señora, el verla así de rodillas, pero, aunque todos los reyes del mundo estuvieran en su lugar, no podría perdonarle la vida, no soy yo quien se la quita, es el pueblo y la ley los que piden su muerte, si yo no hiciese la voluntad del pueblo, entonces éste le quitaría la vida a él, y aun pediría la mía también”. 

Poco después, Maximiliano fue fusilado, Félix liberado, y los príncipes viajaron a Europa pues él había logrado un contrato para defender como mercenario a su país en la Guerra Franco-prusiana, en una de cuyas batallas murió en Francia en 1870. Ella jamás logró ser aceptada por la aristocracia alemana, pero tampoco logró reincorporarse a Norteamérica. Escribió sus memorias y murió en un departamento alquilado en Baden, cerca de la frontera con Francia, en 1912. 

Félix Constantino, noble prusiano y veterano de la Guerra de Secesión, arribó a México en 1866 junto a su esposa Inés, en busca de nuevas aventuras durante la Segunda Intervención francesa.
Félix Constantino, noble prusiano y veterano de la Guerra de Secesión, arribó a México en 1866 junto a su esposa Inés, en busca de nuevas aventuras durante la Segunda Intervención francesa.

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