El respeto hacia quien nunca hizo alarde de afectos ni privilegios dejó una lección de sobriedad y dignidad en tiempos de ruido.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Hay momentos en que el poder deja ver su rostro más íntimo. No el del discurso, no el de la fotografía oficial, no el de la primera fila, sino ese que se asoma en el silencio compartido de una pérdida.
Fui testigo —como muchos otros— del funeral del notario José Francisco Chacón Martínez. Asistí no por compromiso ni por cortesía política, sino como se asiste a los lugares donde el dolor se respira. A veces, en medio de los rezos, entre las coronas de flores y los sillones, uno no solo se despide del muerto, sino que también aprende a ver a los vivos con otros ojos.
En esos espacios tan solemnes como frágiles, hay quienes van porque deben, otros porque quieren, y unos cuantos porque verdaderamente sienten. Y ahí, sin luces ni protocolo, se dejan ver los verdaderos afectos. Ahí supe —sin que nadie me lo dijera— que el gobernador lo quiere.
Eduardo Ramírez no se limitó a un mensaje en redes. Llegó. Con la mirada serena, con la esposa a su lado, con el gesto sobrio. Llegó como amigo, no como figura de Estado. Llegó como alguien que sabe lo que duele perder un padre y lo importante que es sentir que no estás solo. En la política, esa que se cree blindada ante los sentimientos, ese tipo de compañía dice más que un discurso bien redactado.
Y no es que Paco Chacón lo haya pedido. A lo largo del tiempo, él se ha mantenido prudente, silencioso, casi discreto. No habla más de lo necesario, no ocupa reflectores que no le corresponden. Pero hay algo en esa sobriedad que, al parecer, el gobernador ha sabido leer y valorar.
Días después, en un evento público, el propio Eduardo Ramírez Aguilar lo dijo sin ambigüedades:
“Acérquense con él, él es mi representante personal aquí en Tuxtla Gutiérrez. Tiene capacidad de respuesta y capacidad de gestión.”
La frase podría pasar desapercibida entre aplausos y cortesías, pero no lo fue. Fue una declaración política, sí, pero también un gesto de confianza pública. Una señal clara de que el gobernador lo quiere, lo reconoce, lo respalda y lo posiciona.
En la política —como en la vida— no basta con tener el afecto de alguien; hay que saber llevarlo. Y si algo se le reconoce a Chacón, es que no ha hecho alarde del cariño que le profesan. No se ha excedido en privilegios, no ha vendido humo ni se ha colgado medallas que no le pertenecen. Quizá por eso sigue ahí, caminando firme, sin prisa, sin escándalos.
Hoy por hoy, la mención pública del gobernador genera expectativas. Lo coloca en un lugar que no cualquiera tiene: el de la cercanía verdadera. Pero también lo compromete. Porque cuando el poder te abraza, también te pone bajo la lupa.
Yo no sé qué papel jugará Paco Chacón en los próximos años. No sé si será aspirante, operador, gestor o simplemente confidente. Pero lo que sí sé es que pocos saben estar a la altura de la confianza que se les deposita. Y él, hasta ahora, lo ha demostrado.
Porque sí: el gobernador lo quiere. Pero más importante aún: lo respeta.
Y en política, como en la amistad, eso vale más que mil cargos.
Cordial saludo.

Qué bonitas palabras para definir a una persona que tiene el 💯 de lo que Usted comenta, yo fui su maestra de primer grado de primaria en la Escuela “Dr. Rodulfo Figueroa” y tuve la oportunidad de conocer a sus padres quienes por siempre he dicho: son personas conocer muchos valores, educadas y sobre todo sencillas, le mando un abrazo