El 30 de julio de 1987, un Boeing 377 fletado por la Federación Ecuestre Mexicana se estrelló en Cuajimalpa, CDMX, minutos después de despegar rumbo a Miami.
Julio Domínguez Balboa/Ultimátum
En julio de 1987, la Federación Ecuestre Mexicana A.C. presentó una solicitud ante las autoridades aeronáuticas para efectuar un vuelo de carga con la aerolínea Belize Air International. La aeronave asignada para el viaje fue un Boeing 377, también conocido como C-97 Stratofreighter, un carguero de cuatro motores diseñado para ser transporte militar.
A bordo de dicho vuelo irían 18 caballos de salto pura sangre, así como ocho miembros (dos jinetes y seis caballerangos) de los clubes Hípico Francés y Las Águilas. Ambos equipos tenían programado asistir a Miami, Florida, para participar en el Campeonato Juvenil Norteamericano.
El avión llegó poco después del mediodía del 30 de julio al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, procedente de Miami. Luego de cargarlo con los caballos, las jaulas y el equipo adicional, se procedió al despegue.
A las 17:01 horas, el Boeing 377 emprendió el vuelo con los animales, los ochos pasajeros y tres miembros de la tripulación. Debido a que la aeronave no contaba con sistema de presurización, se le solicitó que mantuviera una ruta a baja altitud.

Los servicios de control emitieron una instrucción para que el avión realizara un viraje a la derecha en el inicio de su trayectoria, pero no hubo respuesta. Momentos después, la tripulación comunicó que tenía problemas, sin especificar su naturaleza. Instantes después, otra aeronave contactó a los servicios de control para informar que el carguero se había estrellado en la zona de Santa Fe.
La aeronave con matrícula HI- 481, hizo hasta lo imposible por esquivar algunos rascacielos, hasta que se precipitó a la altura del kilómetro 14.5 de la carretera México-Toluca, en la entonces delegación Cuajimalpa.
El avión -fabricado en la década de los 40- estaba sobrecargado, no contaba con la infraestructura para mantener a los caballos en sus sitios y al despegar, éstos se replegaron, lo que causó un desequilibrio del peso en el avión en su parte trasera, así perdió su centro de gravedad y no pudo tomar la altura mínima para volar.
Las autoridades aeronáuticas identificaron que el centro de gravedad del Boeing 377 estaba fuera de los límites seguros, ya que los caballos estaban sumamente inquietos por el vuelo y por una falla registrada en el motor. El movimiento inestable de los equinos dificultó el control del avión y terminó por desbalancearlo.
Además, las condiciones meteorológicas eran poco favorables aquella tarde, pues la bruma obstaculizaba la visión y la pista de despegue estaba húmeda por las lluvias.
En su precipitación, el avión golpeó varios árboles y cables de electricidad. Cuando hizo contacto con la carretera, se arrastró durante varios metros, arrasando a su paso locales comerciales, casas, edificios y vehículos que transitaban por la zona.
La Comisión Investigadora y Dictaminadora de Accidentes de Aviación declaró que el saldo total del siniestro fue de 49 muertos, de los cuales dos viajaban en el avión, 62 heridos y 47 se encontraban a nivel de suelo al momento del impacto.
14 de los caballos resultaron calcinados en el lugar y dos de los ejemplares restantes fueron sacrificados poco después para evitar el sufrimiento que les causaban las lesiones. “Pepito” fue el único ejemplar que salió con vida, y participó en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
Bajo las condiciones en las que ocurrió el vuelo, el piloto estadunidense Frederick Moore logró evitar la colisión con una gasolinera ubicada en la esquina de la México-Toluca con la calle Granjas, lo que impidió que la tragedia fuera mayor.

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