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CULTURA

4 de julio de 2025
in CULTURA, Opiniones
CULTURA
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Neblina morada
NOVELA DE JOSÉ FALCONI
Segunda Parte

José Natarén/Ultimátum

Cuando Neblina morada, novela corta, que disfru­to en sesión con­tinua, de un jalón –que no “jale”– muestra la incorpora­ción de elementos formales del discurso periodístico, del teatro, la crónica y el guion cinematográfico, la cita, el pastiche, la entrada lexico­gráfica, en su espacio narra­tivo implica, por inercia, la puesta en operación del cono­cimiento de las herramientas, de las técnicas, de los saberes, por parte del escritor experi­mentado, del experto.

Personajes de no mucha complejidad psicológica, en apariencia, muestran flori­turas de la condición huma­na. La prístina apertura de la psiquis a la ceguera del deseo, explosión de vectores sin fin, entre la vida y la muerte. El pregonero, el carpintero, el policía, vueltos esclavo o indi­gente, en la disidencia vital. Y los soñadores -no los de Ber­tolucci… ¿no? – por excelen­cia, los amantes y artistas, en la experiencia del sueño de la razón. Una usuaria de sustan­cias vuelta diosa. Todos en la misma nave, bajo los signos inequívocos de la locura. Fas­cinación por los pies -podo­latría- presente por cierto en la poesía del novelista Falco­ni. Algunos tipos de pie son especificados como notas a pie de página, con la seriedad que el recurso implica, claro está. Amor libre, más que en un sentido hippie, en el de un pueblo -Tierra Adentro- en el que el impasible convencio­nalismo de la cotidianidad se ve dislocado por vapores de origen no terrestre y en el que pulsiones se vierten en conductas naturales, sin las camisas de fuerza de lo usual. Idolatría. “Rituales tántricos de la mano izquierda” -ja, ja, ja- ¿esoterismo grueso, al más puro estilo de las logias iniciáticas o mero albur -en ambos sentidos-, guiño, ejer­cicio lúdico por parte de un autor que goza y se solaza en su propia ley narrativa?

Cuando terminé la lectu­ra de la nueva novela de José Falconi, configuré una lista de reproducción en un dispo­sitivo digital. Tango y bolero, chachachá y hasta la Nave del olvido y ¿por qué no? músi­ca sinfónica como cliché de artista, de los que deliran de esnobismo. Pero también rock. Música psicodélica, de onda. Aunque Neblina mora­da no es literatura de la onda. También incluí música dark -sí, Clan of Xymox- como se afirma en la novela ¿o pro­todark? por aquello de la ex­travagancia magistral de la Neblina que me sugiere escu­char más el primer y segundo disco de Brian Eno a la par del primer larga duración de The Experience.

Cuando recibí la noticia de la próxima publicación del libro, me imaginé -ya sé, ob­vio, razonado desde el lugar común- que la alusión al éxito estereofónico del verano del amor, anunciaba la presencia o evocación del tema, aunque sea en algún momento de la novela. Mas no. Diría que me quedé esperando el momen­to en que el riff hendrixiano -o una frase como “excuse me, while I kiss the sky”- irrumpiera en el horizonte de Tierra Adentro. Pero no. A lo más se incluye en el epí­grafe un par de líneas junto a unos versos de Lope de Vega y Severo Sarduy. (Allende las angélicas líneas que retuer­cen las facciones de algunos personajes bajo el embrujo apolítico de la Neblina). No obstante, no podría pensarse en ese entramado de esce­nas, momentos y personajes, ni el mismo título, Neblina morada sin recordar la pers­pectiva enteógena, propia de su generación -los llamados baby boomers– entre el rock y la contracultura, la guerra fría, y la persecución política, como el derrumbe del sueño nacional, en el caso de Mé­xico.

El libro no refiere a la clá­sica del rock, sino a la expe­riencia sicodélica, al delirio colectivo, al caleidoscopio ontológico por el que se reve­la lo absurdo de la existencia humana, lo que somos: una contingencia en un planeta al­rededor de una estrella, en un galaxia -entre millones y mi­llones, mayores en compleji­dad y número- en un universo en expansión en cuyo centro haya tal vez una inconmensu­rable masa, un agujero negro. Pero también, como una posi­bilidad más en un eternamen­te reiterado lanzamiento de dados cósmico, una especie en la que ha emergido, con la misteriosa complejidad con la que acontece lo improbable, la palabra -el pensamiento, el logos-, lo que nos hermanaría con cualquier especie a través de la creación lingüística, con cualquier especie como, por ejemplo, los vegalinitas, res­ponsables de emitir la Nebli­na Morada en la que “Adalgi­sa duerme narcotizada” y por la que suceden las múltiples escenas a los largo de los die­cisiete brevísimos capítulos del libro en el que las diversas voces narrativas me cuentan y conducen la experiencia es­tética y la sagrada satisfacción luego de la primera lectura de un buen libro.

FALCONI, José. Nebli­na morada, Fondo Editorial EDOMEX, CEAPE, 2020, 116 p.

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