Más allá de la música, su figura representa una trinchera de orgullo puertorriqueño frente a la desigualdad, el colonialismo y los estereotipos.
COLABORACIÓN INVITADA/Enriqueta Burelo
En la escena global del reguetón, un nombre resuena con fuerza más allá de los beats y el perreo: Bad Bunny. Pero Benito Antonio Martínez Ocasio no es solo el fenómeno musical que ha llenado estadios y encabezado las listas de éxitos; es también un símbolo de resistencia, orgullo e identidad puertorriqueña en una industria y un mundo que, con frecuencia, invisibilizan las luchas del Caribe insular.
Desde sus primeras letras hasta sus actuaciones más recientes, Bad Bunny ha hecho del reguetón —un género muchas veces marginado y asociado con estereotipos— una plataforma política, cultural y social. A través de su música, estética y activismo, ha desafiado narrativas impuestas sobre Puerto Rico, denunciado la desigualdad y abrazado sin concesiones su puertorriqueñidad.
MÁS QUE RITMO: REGUETÓN COMO HERRAMIENTA POLÍTICA
El reguetón nació en los márgenes, entre jóvenes negros y latinos en Puerto Rico y Panamá. Era contestatario, callejero y profundamente ligado a la vida cotidiana en las islas. Bad Bunny ha sabido recuperar ese espíritu rebelde del género, dándole una nueva dimensión.
temor a perder contratos o seguidores, Bad Bunny se posicionó en contra de la corrupción y la desigualdad. En su canción Afilando los cuchillos, junto a Residente, se convirtió en altavoz de un pueblo cansado de abusos, demostrando que el reguetón también puede ser protesta.
PUERTO RICO EN EL CORAZÓN
Bad Bunny no se ha mudado a Miami ni a Los Ángeles. Ha insistido en vivir en su isla, grabar allí, apoyar a sus comunidades. En su álbum Un Verano Sin Ti (2022), más que una colección de hits estivales, construyó un homenaje a la vida boricua: sus sonidos, sus paisajes, su gente.
El videoclip de El Apagón, por ejemplo, denuncia la privatización de servicios en Puerto Rico y la gentrificación impulsada por leyes fiscales que benefician a extranjeros ricos a costa de los habitantes locales. Acompañado por un documental periodístico dentro del mismo video, Bad Bunny deja claro que su fama está al servicio de su causa.
UNA IDENTIDAD COMPLEJA Y SIN VERGÜENZA
Bad Bunny también ha desafiado las normas de género y sexualidad en un espacio históricamente machista como el reguetón. Vestido con faldas, uñas pintadas, abiertamente feminista y defensor de los derechos LGBTQ+, su imagen pública subvierte los estereotipos del «macho urbano» y amplía la idea de lo que significa ser puertorriqueño hoy.
Habla en español, con acento boricua, y no se disculpa por ello. Ha llevado el spanglish y el orgullo isleño a escenarios como Saturday Night Live, Coachella y los Grammy. Y lo ha hecho con autenticidad.
UNA VOZ QUE NO SE SILENCIA
Bad Bunny no pretende ser un político, pero ha asumido un rol de portavoz generacional. A través del reguetón, ha recordado al mundo que Puerto Rico no es un paraíso sin problemas ni una postal del Caribe, sino una nación viva, herida, resiliente y digna de ser escuchada.
El artista más escuchado del planeta no solo canta para entretener: canta para denunciar, para resistir, para amar a su isla con rabia y ternura. En tiempos donde la identidad puertorriqueña sigue amenazada por la colonialidad, la pobreza y el desplazamiento, Bad Bunny ha convertido el reguetón en una trinchera sonora desde donde grita, sin filtros ni miedo: Yo soy de aquí, yo soy Boricua.


Discussion about this post