La interculturalidad y la identidad fueron ejes de la charla con Natalio Hernández.
Eric Ordóñez/Ultimátum
El poeta, académico y promotor cultural Natalio Hernández Hernández, originario de la Huasteca veracruzana, visitó el espacio de entrevistas de Ultimátum apenas ocho días después de recibir la Medalla Rosario Castellanos, otorgada por el Congreso del Estado y entregada por el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar. La distinción, dijo, la recibió “con el corazón rebosante” porque reconoce cinco décadas dedicadas a la defensa de las lenguas y culturas originarias.
“Esa noche no pude dormir de la emoción”, confesó. “Visité Chiapas por primera vez en 1975… 50 años después, recibo la medalla emblemática de una mujer pionera de los derechos de la mujer mexicana, pero además poeta, novelista, académica de la UNAM y embajadora”. Comparó a Rosario Castellanos con figuras como Sor Juana Inés de la Cruz y la poetisa náhuatl Macuilxochitl, a quien describió como “una dignataria maya que nos acerca más a nuestra historia”.
DE LA REPRESIÓN LINGÜÍSTICA A LA REIVINDICACIÓN
Hernández relató que creció en una comunidad donde el náhuatl era la lengua cotidiana. “Era la lengua con la que nombrábamos el mundo: el natural, el social y el espiritual. Las estrellas las nombrábamos en náhuatl, tendidos en un petate”. Sin embargo, en la escuela “estaba prohibido hablar la lengua de los padres, con el afán de que aprendiéramos el español, porque si lo aprendíamos nos volvíamos gente de razón. Esa era la política educativa del siglo XX”.
Ese choque lo acompañó por décadas. “Las dos lenguas se peleaban dentro de mí… creo que lo resolví a los 50, 52 años. Hoy disfruto de ambas lenguas: la que mamé y la segunda lengua, que nos permite relacionarnos con todos los mexicanos”.
HUMANISMO CHIAPANECO
En su discurso de aceptación de la medalla, Hernández habló de un concepto que considera clave para la convivencia: el humanismo chiapaneco. Lo definió como “la capacidad de mestizos, inmigrantes y todo mundo para dialogar con el mundo maya, celtales, tzotziles, con el mundo soque… para mirarse a los ojos y relacionarse desde el chulel, que no es otra cosa más que la empatía… abrir la mente y el corazón para sentir al otro como persona”.
Recordó que figuras históricas como Vasco de Quiroga, Miguel Hidalgo y otros líderes “trascendieron su frontera cultural y lingüística” aprendiendo lenguas originarias para comprender y servir mejor a los pueblos. “Eso es el humanismo: trascender la propia frontera y entender otros mundos”.
ORÍGENES Y ENSEÑANZAS
Hernández recordó a sus padres como sus primeros maestros. “Mi padre fue campesino, su instrumento de trabajo era el machete… siempre se preocupó porque estudiáramos, y nos decía: cuiden su palabra, porque la palabra es sagrada”. Su madre, “sacerdotisa, curandera, invocaba permanentemente en su altar… mis primeros maestros de la literatura náhuatl tradicional fueron mis propios padres”.
En su trayectoria académica y literaria destacó la influencia de Miguel León-Portilla, con quien trabajó desde 1980 hasta el fallecimiento del investigador.
HERMANDAD CON EL GOBERNADOR
Sobre su relación con Eduardo Ramírez, explicó que nació a partir de un poema escrito en 1980: Monequito Sil Matinémica (“Necesitamos Caminar Solos”). “Hace un año, a través de mi hermano Javier López Sánchez, me invitó a platicar… y el jamachulel tomó vida entre un náhuatl y un tojolabal. Él y mi amigo, el secretario de Educación Roger Maldonado, se saben de memoria el poema en español, y eso me sorprendió”.
EDUCACIÓN INTERCULTURAL
Uno de los ejes que defiende Hernández es la necesidad de un diálogo real entre conocimientos escolares y saberes tradicionales. “En las comunidades hay conocimientos científicos… no descalifiquen los conocimientos. El sistema de numeración escolar es decimal; nuestro sistema mesoamericano es vigesimal, de 20 en 20… ese es el diálogo de saberes”.
Propuso que la obra de Rosario Castellanos se incorpore a la educación básica y media, y reveló que ya ha traducido uno de sus poemas al náhuatl para presentarlo en escuelas y actos culturales. “La única manera de darle vida es que se lean sus poemas… y presumirlos”.
LITERATURA Y FUTURO
Además de su labor poética, Hernández trabaja en su primera novela, Oztocamino (Sembrador de Caminos), inspirada en Guadalupe Osorio, líder agrarista de la Huasteca. “Fue un luchador para que nuestros hermanos náhuas recuperaran sus tierras… pero dijo: no solo recuperar las tierras, también tenemos que prepararnos. Solo así tendremos una vida más digna, más completa”.
El maestro también recorre Chiapas con su libro El nuevo amanecer de los mayas, en un itinerario que llama “presentación a los cuatro rumbos”: Tuxtla, Comitán, San Cristóbal, Tapachula y Palenque. “Lo hago con mucho amor a Chiapas… creo que hay una belleza imperial maya en Palenque y ahí voy a cerrar este ciclo”.
LA AMISTAD COMO HERENCIA
Al final de la entrevista, Hernández dejó una reflexión que resume su visión de vida: “Para mí, la amistad es lluvia de flores preciosas, como dejaron dicho nuestros poetas del mundo antiguo… es un regalo de la vida que debemos cuidar”.


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