REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Oiga don Juan, ¿qué pasó con aquellos grandes proyectos que prometieron transformar a Chiapas? ¿Dónde quedaron las ciudades rurales sustentables, el Conejobús que sería orgullo del transporte moderno y el famoso biodiésel que nos vendería como pioneros de la energía limpia?
En su momento se habló de un modelo de desarrollo inédito. Se invirtieron más de mil 700 millones de pesos en cinco Ciudades Rurales Sustentables destinadas a 1,460 familias. Se prometió modernidad, vivienda digna y oportunidades de progreso. Pero la realidad fue otra: al cierre de su administración, apenas una de cada tres familias habitaba los nuevos asentamientos. Hoy, muchos de esos lugares lucen vacíos, como pueblos fantasmas que evidencian el fracaso de un experimento social que nunca se consolidó.
El Conejobús también se presentó como un paso firme hacia un transporte eficiente. Se dijo que sería alimentado con biodiésel, que los concesionarios tendrían certeza de rentabilidad y que la capital contaría con un sistema moderno. La promesa era alcanzar 35 mil usuarios mensuales; con esfuerzo, apenas llegaban a 20 mil. Los transportistas fueron obligados a ceder rutas bajo el argumento de un proyecto sustentable, pero la realidad es que el sistema nunca despegó como se anunció.
Y qué decir del biodiésel. Se inauguraron plantas, se presumieron huertos de piñón en Cintalapa y hasta se montó un vuelo con bioturbosina. Pero especialistas de la UNAM advirtieron lo obvio: las plantas sembradas en 2008 no podían producir sino hasta 2013. Aun así, en 2011 se presentaban como fuente inmediata de biocombustible. Se destinaron más de 117 millones de pesos en estaciones, plantas extractoras y asistencia técnica, pero el saldo fue desolador. El transporte público de Tapachula nunca funcionó al 100% con biodiésel y la planta de Puerto Chiapas carecía de capacidad para procesar aceites de desecho.
El problema no es solo que los proyectos no funcionaran, sino que se presentaron como éxitos rotundos cuando en realidad eran montajes. Se habló de sustentabilidad, pero lo que quedó fue deuda, infraestructura abandonada y promesas incumplidas.
Y no fueron los únicos. Ahí está el hospital Gilberto Gómez Maza, inaugurado sin equipamiento completo; los bordos de costales en el Sabinal que se desintegraron con las lluvias; los bordos inconclusos en Yajalón; y casi mil millones de pesos destinados al equipo Jaguares de Chiapas, un lujo que se pagó con dinero público mientras tantas necesidades urgentes quedaban pendientes.
Hoy, don Juan, usted ocupa un cargo diplomático en Orlando, Florida, mientras en Chiapas las preguntas siguen abiertas. ¿Qué pasó con los proyectos que se anunciaron como modelo de desarrollo? ¿Qué quedó del discurso de sustentabilidad y modernidad? ¿Dónde está el beneficio real para la gente?
Los hechos hablan solos: las ciudades rurales no están habitadas, el Conejobús se volvió símbolo de fracaso y el biodiésel nunca prendió. Y sin embargo, la factura quedó en la memoria y en los bolsillos de un estado que todavía carga con esa herencia.
Por eso, la pregunta sigue vigente y necesaria: oiga don Juan, ¿qué pasó con las ciudades rurales sustentables, el conejo y el biodiésel?

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